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1 de abril de 2010

Más sabios que Salomón

En la entrada anterior hablaba de moriscos y ahora vuelvo a hacerlo porque la Fundación Blas Infante ha presentado como candidatos al Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 2010 a sus descendientes, con motivo del cuadringentésimo aniversario de su último destierro de la Península Ibérica. Se trataría, ni que decir tiene, de un gesto en la línea del que se tuvo en 1990, idéntico, con las comunidades sefardíes, cuyos integrantes, además, ya tenían con anterioridad preferencia a la hora de obtener la nacionalidad española, en virtud de la ley 51/1982, como los nacionales de países iberoamericanos, Andorra, Filipinas, Guinea Ecuatorial o Portugal.

11 de junio de 2012

Una democracia de lo andalusí

Dice Luis Molina, investigador y vicedirector de la Escuela de Estudios Árabes de Granada (CSIC), en "El arabista español ante las fuentes históricas" (Al-Qantara, 13, 1992, p. 446) que hay (y creo que la extensión de la cita está sobradamente justificada):
[...] Una faceta de los estudios árabes que concita sobre sí el desprecio de diversas tribus de arabistas: por ser Historia de acontecimientos, por ser medieval y por ser andalusí. Las críticas a esta forma de enfocar los estudios árabes tienen orígenes muy diversos, desde la postura honrada y seria de los que, por voluntad propia, han elegido otras áreas y reaccionan contra un excesivo predominio de las líneas de trabajo del arabismo español clásico —aunque este predominio ya es historia—, hasta los que no poseen el necesario manejo del árabe para utilizar con soltura las fuentes en su idioma original, los que necesitan tener siempre un punto de referencia ubicado en el extranjero o los que, debido a una especie de misantropía interesada, rehuyen los lugares más frecuentados por sus colegas para, a solas y en la oscuridad, convencerse a sí mismos que [sic] no hay nadie que domine como ellos esa recóndita parcela, parcela que, en cuanto empieza a verse poblada por los inevitables imitadores, abandonan sigilosamente para abrir nuevas sendas. Ni que decir tiene que, aunque alguna de estas tribus practique una estricta endogamia, no es infrecuente hallar especímenes que son resultado de cruces, con un padre que pertenece a los ignorantes del árabe y una madre originaria de los "misántropos".
Y me pregunto si la faceta que concita ese desprecio (o "desdén", dice más adelante —rechazo, diría yo—) es el estudio de Al-Ándalus per se o más bien ciertas actitudes y convicciones identificables a su alrededor: para empezar, con respecto a ese "necesario manejo del árabe para utilizar con soltura las fuentes en su idioma original" que Molina, en mi opinión, blande torpe y extrañamente al pretender que en su tribu no caben "los ignorantes del árabe" que habría en otras, pero sobre todo al perder de vista la genealogía de dicha ignorancia, que es sin duda la del propio arabismo y atañe, por tanto, al linaje de los fundadores antes que a cualquier otro. A mí además me cuesta creer, sinceramente, que haya habido o pueda haber arabista que se quede fuera de la tribu por carecer de dicho manejo y soltura. Antes habrá, si se me permite el sarcasmo, quien lo haya hecho por tenerlos: o más o distintos.

9 de enero de 2010

Vocaciones en cadena

En un artículo titulado "Arabistas en España: un asunto de familia" (Al-Qantara, 13, 1992, p. 379-393), Manuela Marín ponía de manifiesto cómo "en España, como en el resto de Europa, se entraba en el arabismo a través de una transmisión maestro/discípulo y de un núcleo de relaciones personales muy importantes" (p. 384): lo que A. Hourani denomina silsila (سلسلة) en su Islam in European Thought. Tal vez el mejor ejemplo de ello en el caso español se encuentra en el relato que hace Ángel González Palencia de cómo lo captó su maestro, Asín Palacios, llegando a convencerlo de que le interesaba el árabe y era apto para su estudio sin él mismo haberse dado cuenta. González Palencia, "confuso y anonadado", se tomó sin embargo "como un verdadero aviso de la Providencia esta indicación de Don Miguel" y resolvió, añade, entregarse "por completo a su voluntad". Esta escena, en que el maestro infunde la vocación del arabismo al discípulo, se repite con frecuencia:
[García Gómez ] nunca pensó asistir a las clases de Árabe, aunque era asignatura obligatoria, pero contaba con los apuntes que le proporcionaba un compañero —el infortunado Duque de Canalejas asesinado en 1936—, pero como le resultaban ininteligibles, decidió asistir a las clases de Asín Palacios en noviembre de 1923 y quedó fascinado.
---Joaquín Vallvé, "El arabismo en la Universidad Complutense en el siglo XX", Catedráticos en la Academia, Académicos en la Universidad, 1995, p. 120.

Hasta el punto de convertirse, con los necesarios ajustes, en un tópico:
Me matriculé en árabe, como era tan frecuente, por huir del griego, aunque en esta última lengua, como luego comprobé, los conocimientos de la mayoría eran tan escasos como los míos. Inconsciencia juvenil: mi intención era hacer Clásicas, ya que el latín era mi fuerte y, creía, mi segura vocación. Me incorporé con retraso a la clase de don Emilio y apenas aprendidos, a solas y sin más alifatos que el borroso de la Crestomatía de Asín, los grafemas árabes. Ayuno de morfología, un buen día no supe contestar a una sencillísima pregunta del maestro. La justa y seca observación de éste me picó de tal manera que de ahí arrancó nada menos que mi vocación para los estudios semíticos.
---José María Fórneas, "Desde Granada y al hilo del recuerdo", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1996, p. 33-48 (p. 44).

Y, lo que es más interesante, hasta el punto de que una vocación no inducida (una verdadera vocación, diría yo) parezca poco menos que imposible:
Mi primera vocación no era la de ser arabista ni muchísimo menos; creo que es muy difícil que la primera vocación de un muchacho que llega a la universidad sea la del arabismo.
---Pedro Martínez Montávez, en Mercedes del Amo y María Isabel Lázaro, "El intelectual y su memoria: Pedro Martínez Montávez", Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, 52 (2003), 229-254, p. 233.

Sin la presencia y el estímulo del inductor, deliberado o no:
El profesor García Gómez, don Emilio, fue sin duda alguna el que más me impresionó de todos, quien fijó mi vocación, titubeante hasta entonces y parejamente atraída por varias disciplinas. [...] No era don Emilio precisamente un profesor proselitista y preocupado por captar abundantes discípulos y seguidores, de alentar cuantiosas vocaciones.
---Pedro Martínez Montávez, "Evocación de un inolvidable maestro universitario", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 1996, p. 101-109 (p. 106-7).

Como en el artículo de Marín, la silsila ha permitido explicar de qué modo se organizaba y se reproducía aquel arabismo, pero nadie se ha planteado, que yo sepa, cuáles pueden haber sido sus efectos, p. ej., sobre la actitud y la motivación de los captados con respecto al objeto de su especialidad. Para empezar, da la impresión de que ninguno de los miembros de la Escuela se incorporaba a ella motivado por un interés genuino en el objeto del arabismo, es decir, previo al contacto con el maestro de turno, sino por mediación de éste. Es el sujeto, por así decirlo, quien fascina, no el objeto, que si fascina de algún modo es a través del primero. O por decirlo de otro modo: es el arabista el que cautiva, no lo árabe.

Actualización (16.04.2019)
Un poco al azar, al tener que escoger entre árabe o griego, escogí árabe.
---Soledad Gibert, "Homenaje a don Emilio", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 28, 1996, p. 57.
En el segundo año, García Gómez huía de la masa. En los comunes, la gente, escapando del griego, se iba a árabe. García Gómez se fijaba en dos o tres que destacaban y prescindía del resto.
---Juan Pablo Arias, Manuel C. Feria y Salvador Peña, "José María Fórneas Besteiro. Entrevista realizada en su domicilio particular de Granada en mayo de 1999", Arabismo y traducción, Madrid, 2003, p. 35.
¿Puede contarnos qué razones le indujeron a estudiar árabe? [...] Según correspondía con mi formación previa a la Universidad yo tenía que haber cursado en primero Griego, pero dada mi escasa formación en esta lengua y huyendo de una célebre profesora, conocida en esa universidad por su dureza, acabé eligiendo árabe.
---Juan Pablo Arias, Manuel C. Feria y Salvador Peña, "Mª Luisa Serrano Moreno. Entrevista realizada en Málaga en noviembre de 2000", Arabismo y traducción, Madrid, 2003, p. 165.
Era bueno en matemáticas, pero aquello no me gustaba. Me pasé a Filosofía y Letras y escogí árabe porque, como había hecho el bachiller de Ciencias, no tenía idea de griego.
---Charo F. Cotta, "Rafael Valencia. Arabista. «En Córdoba hay una catedral emblemática, que es la Mezquita», Diario de Sevilla, 24.10.2010.

Empecé a estudiar filosofía hispánica, donde se podía elegir entre estudiar griego o árabe. Como yo no había estudiado griego antes y no tenía base, escogí árabe. Y me gustó. Y a partir de ahí decidí estudiar Filología Árabe e Islam.
---Irene Hdez. Velasco, "Pilar González Casado: «El Corán tiene versículos que se pueden interpretar con sentido violento», El Mundo, 13.04.2019.

Actualización (13.11.2019)
Yo empecé a dedicarme al arabismo como por casualidad, debido principalmente a las enseñanzas de mi maestro Asín Palacios, que había sido alumno, a su vez, de Julián Ribera, el continuador de la escuela de Codera.
---Eduardo Castro, "«La falta de autonomía de las escuelas de estudios árabes constituye un freno para la investigación». Entrevista con el profesor Emilio García Gómez", El País, 13.10.1978.

Actualización (01.04.2021)

Yo había hecho el bachillerato de Ciencias y por tanto no había estudiado griego. En los dos primeros años de estudios comunes debía escoger obligatoriamente entre estudiar griego o árabe. En ambos casos yo partía de cero, pero mis compañeros, caso de estudiar griego, me llevaban tres años de adelanto en su estudio. Y lógicamente opté por el árabe, donde todos empezábamos por el alifato.
---Abdelkhalak Najmi, "Entrevista al arabista Bernabé López García", Estrecho News, s.d.

22 de diciembre de 2009

Arabismo matemático

Hojeando en Google Libros un artículo de Eduardo Manzano Moreno, investigador del CSIC, titulado "Desde el Sinaí de su arábiga erudición" (Una reflexión sobre el medievalismo y al arabismo recientes), me topo con lo siguiente:
Algunas disciplinas tienen la saludable costumbre de plantearse con cierta frecuencia cuestiones sobre sus tendencias y orientaciones, discusiones sobre sus ámbitos de estudio, o reflexiones, en fin, sobre sus relaciones con otras disciplinas afines o al menos cercanas. Tal es el caso del arabismo, una disciplina que siempre se ha caracterizado por albergar un discurso subyacente bastante autocrítico, no sólo en nuestro país, sino también fuera de él. [p. 213]

Sin embargo, yo creo que sí existe una seña de identidad dentro del arabismo español que sus más conspicuos cultivadores, por muy distintas que sean sus tendencias o sus intereses, han defendido con una gran tenacidad desde los tiempos de Francisco Codera: me estoy refiriendo a la insistencia filológica en la importancia del dato preciso y exacto, algo que incluso tiene su justificación en la propia morfología de la lengua árabe, tantas veces comparada con un mecanismo de relojería de alta precisión. [p. 226]
---Eduardo Manzano Moreno, "Desde el Sinaí de su arábiga erudición", Al-Andalus/España. Historiografías en contraste. Siglos XVIII-XXI, Madrid, 2009, 213-30 (213, 226).

Y francamente no salgo de mi asombro. ¿"Un discurso subyacente bastante autocrítico"? Desde luego no en el ámbito filológico, que es tanto como rebatir, de paso, eso de "la insistencia... en la importancia del dato preciso", aunque es difícil argumentar puesto que Manzano no da ejemplos, ni de lo primero ni de lo segundo. Yo por mi parte citaré un artículo del propio autor, publicado hace nueve años (p. 34-5):
En vano se buscará en el naciente arabismo español figuras punteras en la investigación filológica como pudieron ser Lane-Pool, Dozy, o el propio Brockelmann. En vano se buscará en la producción arabista del siglo pasado o de comienzos del presente grandes obras de investigación filológica [...] comparables a las que contemporáneamente estaban viendo la luz en Europa. [...] De hecho, la incorporación de nuestro país a lo que suelen ser consideradas grandes empresas del trabajo filológico en el campo de los estudios árabes sólo se ha producido en las últimas décadas y, como bien es sabido, ha sido el fruto de esfuerzos individuales que tienen nombres y apellidos propios.
Y al que es en mi opinión el único arabista verdaderamente crítico con el gremio, y sin duda el más autorizado en lo relativo a cuestiones lingüísticas:
Conocemos las anécdotas de la frustración de prestigiosos arabistas, españoles y extranjeros, incapaces de comunicarse oralmente con arabófonos, y sospechamos que su reacción fuera, en algunos casos, la de condenar explícita o implícitamente toda salida de la torre ebúrnea de la filología medieval, que se limitaba a editar, traducir y estudiar los textos, de un modo un tanto artesanal y que hace aguas más a menudo de lo que se reconoce, por falta de base lingüística y sens de langue.
---Federico Corriente, Las etimologías árabes en la obra de Joan Coromines", L’obra de Joan Coromines, Sabadell, 1999, pp. 67-88 (69).
Nos encontramos con el hecho sorprendente de una escuela de arabistas desinteresada de la enseñanza del árabe, al menos en la medida reflejada por una casi total ausencia de buenas gramáticas, crestomatías y diccionarios y una considerable despreocupación por la competencia comunicativa y la exactitud de las ediciones y traducciones, con pocas aunque honrosas excepciones.
---Federico Corriente, "La lexicografía árabe en España: pasado, presente y futuro", en M. Hernando de Larramendi y G. Fernández, Pensamiento y circulación de las ideas en el Mediterráneo: el papel de la traducción, Cuenca, 1997, p. 133-147, (139).

Además de remitirme a una de mis entradas anteriores, "Sens du burnous", dedicada al terreno de la traducción. Creo, además, que es bastante significativo que la mayor parte de los pocos atisbos de autocrítica que se están viendo provengan de arabistas que trabajan en este campo. Pienso, p. ej., (وليس على سبيل الحصر) en esa carga de profundidad que es la selección de entrevistas Arabismo y traducción, de Juan Pablo Arias, Manuel Feria y Salvador Peña, o en la labor de los dos primeros en la recuperación y revalorización de ese otro arabismo que fue el llamado africanismo, tan denostado en su momento por Codera y alguno de sus seguidores.

Por otro lado es muy interesante que Manzano asocie esa pretendida "auto-exigencia de rigor filológico", exasperante pero justificada y acertada, con "la propia morfología de la lengua árabe, tantas veces comparada con un mecanismo de relojería de alta precisión", como hacen, efectivamente, arabistas españoles y extranjeros:
Asín, perfeccionando el método de Codera, había reducido la enseñanza del Árabe clásico a una especie de matemática lingüística, a la que se presta señaladamente la peculiar naturaleza de los idiomas semíticos. Una vez clarísimamente expuesto en unos minutos un problema de morfología, y reducido sobre la pizarra a fórmulas casi algebraicas, donde los caracteres eran sustituidos por rayitas, todos abríamos la Crestomatía francesa de Derenbourg y Spiro. —Página tal, línea tal, palabra cual. Y había que buscarla y analizarla, reduciéndola a las fórmulas abstractas. Era ciencia, y ciencia apasionante.
---Emilio Garcia Gómez, "En la jubilación de don Miguel Asín", Al-Andalus, 6 (1941), 2, 266-270.
To the Western student unfamiliar with the schematic morphological structure of Semitic languages, the first experience with Arabic suggests an idea of almost mathematical abstraction. The perfect system of the three radical consonants, the derived verbal forms with their basic meanings, the precise formation of the verbal noun, of the participles—everything is clarity, logic, system, and abstraction. The language is like a mathematical formula. This is, of course, a first notion but it also is the ultimate truth. In between there lies the great body of the language: rich and various, with its pitfalls and puzzles, but what impresses itself upon the mind is the abstract idea.
---Jaroslav Stetkevych, The modern Arabic literary language: lexical and stylistic developments, Georgetown University Press, 2006 (1970), p. 2.

Comparación, sin embargo, cuya validez queda en entredicho cuando llega el momento crucial de poner el mecanismo en marcha, como señalaba Julián Ribera en un párrafo memorable:
El árabe es una lengua de estructura gramatical muy regular; las piezas de su esqueleto tienen sencillez casi matemática y apenas han sufrido sensibles desgastes por el uso; su escritura, taquigráfica y breve, se aprende en pocas horas; pero... pero... ocurre con esa lengua lo que con el habla de los niños que empiezan a balbucir: los entiende su madre.
---Julián Ribera, Disertaciones y opúsculos, II, 1928, 466.

Y lo que es más relevante: no sólo a la hora de la comunicación oral, como podría desprenderse del comentario, sino a la de traducir, llamando poderosamente la atención cómo el discípulo de Codera vislumbra incluso (p. 399) alguno de los riesgos que se derivan de una competencia lingüística insuficiente:
Al comenzar el estudio de la lengua, encuentran [los propios arabistas] dificultades en los textos más sencillos, y a fuerza de idas y venidas al diccionario y de hipótesis y cavilaciones para interpretar la más rudimentaria idea, llegan a creer que la lengua árabe tiene misteriosas sugestiones [...]. Luego, a medida que se familiarizan, se van condensando las etéreas y vagas concepciones, y acaban por cristalizarse en desdén de la civilización musulmana y en odio a todo lo árabe.
Teniendo todo esto en cuenta, uno se pregunta si Manzano, que reconoce transitar "por la calle de en medio", entre medievalismo y arabismo, no habrá interpretado como exceso de celo filológico un curioso vicio de nuestro colectivo que consiste en ver la paja lingüística en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Me viene a la mente, p. ej., ese retintín despectivo con que algunos colegas dejan caer que la formación lingüística de tal historiador o arqueólogo, interesado en Al-Ándalus, se reduce a un curso de verano en el Instituto Bourguiba, como si la del arabista español medio fuera sensiblemente superior (a pesar, en no pocos casos, de estancias mucho más largas en el mundo árabe, lo cual, sin entrar en más detalles, nos sitúa ya en una posición bastante más comprometida).

De esta falta general de competencia lingüística, y de autocrítica al respecto, debería tener sobrado conocimiento Manzano, puesto que no sólo es un secreto a voces dentro y fuera del gremio, sino que además fue el tema de mi intervención en un congreso organizado por la ALECSO y celebrado en SOAS el año pasado sobre el estudio del mundo árabe en las universidades occidentales, que contó con su valiosa presencia. Ésa es sin duda la parcela que yo mejor conozco, pero tengo la impresión de que tampoco en el resto abunda la autocrítica, que además no es tanto, entiendo yo, criticar los vicios de quienes nos antecedieron, sino ante todo los nuestros, algunos de los cuales, por desgracia, siguen siendo los mismos. A este respecto es curioso observar cómo tanto el epónimo de la tribu, Codera (que "por lo tardío de su vocación y por el desierto de buenos antecedentes españoles inmediatos", según García Gómez, "no llegó a poseer con total perfección la lengua árabe") como su discípulo Ribera e incluso Asín Palacios, cada cual a su manera, abordaron en algún momento lo que yo llamo el problema de la lengua; y cómo éste, a continuación, desaparece prácticamente de la introspección arabista de la mano de García Gómez (y no, obviamente, porque se hubiera resuelto de la noche a la mañana), hasta que lo recupera Federico Corriente.

Ante esto cabe preguntarse si lo conveniente, en lugar de hablar de "rigor filológico", no sería por el contrario revelar este secreto, que ya lo es a voces, y dar paso a otro rigor, crítico, que nos haga más creíbles.

P.S.- Envío el enlace de la entrada al interesado por si tuviera interés en ejercer su derecho de réplica.

29 de abril de 2014

Dios provea quien nos entienda

Hace escasos días recibía de una colega una noticia de lo más inesperado: Aram Hamparzoumian le había comentado que dejaba la Escuela Oficial de Idiomas de Málaga, de la que ha sido profesor de árabe durante las últimas décadas, y se retiraba de la docencia. De entrada no supe muy bien cómo interpretarlo: por un lado, pensé que se jubilaba sin más, como anuncia el propio sitio de la EOI; por otro, tenía constancia de que Aram mantenía desde hace tiempo algunas discrepancias con el centro: de hecho, en febrero de 2012 me pidió una carta, destinada al director del mismo, en apoyo del enfoque integral que había comenzado a poner en práctica dos años antes, al término de una licencia de estudios en Marruecos, y que no consiste, como al parecer le reprochaban ("desde la más absoluta ignorancia", me atreví entonces a afirmar), en "enseñar un dialecto", sino en conjugar su aprendizaje y el del árabe normativo en un mismo marco docente. Ignoro si ha sido ésta o alguna relacionada la causa de su ruptura con el centro, pero sí que, de un modo u otro, la disconformidad y las desavenencias han derivado en una situación insostenible para él, hasta el punto de liquidar cuantos recursos, y no eran pocos, mantenía o había publicado en la red, salvo alguno premonitorio, y de cancelar incluso sus cuentas en algunas redes sociales.

Fue en Internet, en el foro del pionero Arabismo.com, donde coincidí con Aram por primera vez, si no me equivoco, en mayo de 2001, y ha sido principalmente por correo electrónico y a través de algunos otros foros, como el también desaparecido de Aldadis, como hemos venido manteniendo un nutrido intercambio profesional, cuyo extravagante origen, digno del célebre óleo de Gustave Corbet, fue un hilo acerca de la expresión marroquí «طبّون ديمّاك» (lit., "el coño de tu madre") que derivó luego en un cruce de mensajes en privado, a propósito, entre otras cosas, de una posible etimología española del núcleo del sintagma, presente ya, por cierto, en el glosario bereber de Georg Hoest (Nachrichten von Marokos und Fes, Copenhague, 1781, p. 137). Yo aproveché entonces para presentarle Algarabia2 (léase "algarabiados"), un sitio con el que pretendía organizar mis ideas acerca de la didáctica del árabe en España, contactar con otros interesados en el tema y aprender, al mismo tiempo, algo de HTML y diseño de páginas web. El nombre entroncaba con el de la primera revista española dedicada al tema, de la que él había sido director, aunque mi intención, al elegir este adjetivo en plural, no era lanzar una segunda Algarabía, sino hacer hincapié en que eran los protagonistas de esta actividad, profesores y alumnos, los que más me interesaban, antes que otros aspectos teóricos o prácticos de la misma. Esa nueva Algarabía, de hecho, aparecería años más tarde en formato electrónico, pero tendría una existencia aún más efímera y menos prolífica que la de su antecesora en papel (1993-1995), en lo que es tal vez un ejemplo de la escasa atención que recibe este ámbito en el arabismo español, aun siendo con toda probabilidad el que más y mejor justifica su financiación pública: una atención escasa y, quizá por esa misma razón, no siempre del todo sincera u honesta.

A Aram lo conocí en persona una tarde tormentosa y en compañía de unos colegas cuya actitud (hacia los marroquíes para empezar: "perros y malos" vociferaba uno del grupo en lo que era, al parecer, sólo una forma de hablar entre arabistas) me causó, escaso como ando de espíritu gregario, la peor de las impresiones. Que los arabistas no están libres de prejuicios, a veces extremos, no es ninguna novedad. Que se manifiesten de manera tan zafia, en cambio, nunca deja de sorprender.

Del escenario de nuestro siguiente encuentro, unos dos meses después, guardo por fortuna mucho mejor recuerdo: fue con motivo de la primera mesa redonda sobre didáctica de la lengua árabe que se celebró en la Universidad de Murcia en diciembre de 2004, y en la que ambos participábamos. De entonces a esta parte hemos coincidido otra vez, si la memoria no me falla, en Málaga, pero sobre todo en el terreno de la enseñanza del árabe como lengua extranjera (EALE) en general y, más en particular, en el diagnóstico y tratamiento de sus males. Yo diría que hemos coincidido, incluso, en la vehemencia con que hemos discrepado a veces, las menos, y que siempre he preferido, desde luego, a la tibieza y lenidad de otros colegas, más comprometidos, suelo pensar, consigo mismos y con su capital simbólico que con la discusión de los problemas. Con Aram no hay medias tintas, y eso en un gremio tradicionalmente bienmandado y autocomplaciente no tarda en cerrarte puertas, aun siendo él mismo la que mejor comunicaba al arabismo universitario con el de las EOI, hoy presente, si mi información es correcta, en al menos 24 de ellas (contando con la de Pamplona, donde no es oficial), y que se se remonta de algún modo a la introducción del árabe vulgar en la Escuela Central de Idiomas de Madrid en 1911 (Gaceta de Madrid, nº 177, 26.06.1911, p. 859). Es a este arabismo, no universitario pero vinculado en gran medida al de la universidad, al que Aram se incorpora a mediados de los 80, momento en que se hace expresa la necesidad de que "en las disciplinas de idiomas modernos" la fase de oposición se desarrolle "íntegramente en el idioma correspondiente" (cf. la Orden de 21 de marzo de 1986, BOE nº 77, 31.03.1986, base 6.9). Durante años Aram insistirá en la conveniencia de introducir ese mismo requisito en los procedimientos de selección del profesorado universitario, tal y como recogería después la Campaña para la acreditación y uso del árabe, y es que rara será la propuesta o iniciativa en pro de arabizar el arabismo de la que Aram no pueda considerarse antecedente o precursor, como sucede con otra campaña, anterior a la mencionada, que lancé a finales de 2003 y cuyo objetivo, como el de muchas entradas de este blog, era denunciar el estancamiento de la EALE en España y abogar por su refundación, digámoslo así, desde dentro. A este respecto conviene advertir que cuanto tienen de bueno las oposiciones a profesor de EOI, por retomar el tema, se debe a la existencia de una normativa común a todos los idiomas, mientras que los temarios, p. ej., en cuanto competen a la especialidad de árabe, delatan esa vinculación, de la que hablaba más arriba, con el arabismo universitario, trasnochado, por lo general, en esta materia. Otro tanto podría decirse de la aplicación del Marco común europeo de referencia para las lenguas, obligada en el caso de las EOI.

Vuelvo ahora sobre estos años de correspondencia electrónica con Aram, que he procurado conservar bien archivada, y veo que no hay probablemente asunto relativo a la EALE que no hayamos tratado, coincidiendo nuestras opiniones, además, muchas veces, aunque por mi parte no es el simple hecho de que Aram me diera la razón lo que voy a echar de menos, sino el de que me entendiera: "Dios provea quien nos entienda, aunque no sea más", dice un refrán («الله يجيب اللي يفهمنا وما يعطينا والو» en una de sus versiones marroquíes) al que hemos recurrido más de una vez. Porque colegas que te den la razón en esto de cómo enseñar el árabe los hay (también, sospecho, los que se limitan a seguirte la corriente), pero que sientas que te comprenden de veras, pocos: los mismos, por lo general, que no ven en cada discrepancia una ofensa.

Yo confío aún en que Aram reconsidere parte de su decisión y distinga entre dejar su puesto en la EOI de Málaga y abandonar el que ocupaba en el terreno de la EALE en España, aunque si los sinsabores del primero apenas alcanzo a intuirlos, porque he preferido redactar esta entrada sin consultarle al respecto, de los del segundo, por el contrario, tengo demasiada constancia como para animarle a seguir dando voces al viento, que es lo que nos hemos descubierto haciendo en más de un momento de lucidez.

Bromeaba Aram hace un mes en Facebook (aunque sus comentarios ya no son visibles) acerca de retirarse a vivir junto a la cascada del río Aggay (وادي أݣاي), en las inmediaciones de la ciudad de Sefrou (صفرو), en Marruecos. Bromeaba, digo, quizá acariciando ya la idea del retiro, pero no se me ocurre, en cualquier caso, qué mejor deseo expresarle en su jubilación que el de que la disfrute mucho: si no allí, entre cerezos, sí al menos cerca del árabe y lejos del mundanal ruido.

29 de diciembre de 2009

Indologie und al-Andalusologie

Acabo de terminar de leer la antología Orientalism: a Reader, elaborada por A. L. Macfie, y uno de los textos que más me han llamado la atención es el nº 31: "Indology, Power, and the Case of Germany", que forma parte de un artículo de Sheldon Pollock publicado en 1993 con el título "Deep Orientalism? Notes on Sanskrit and Power beyond the Raj". En él, Pollock sostiene que la indología alemana de los siglos XIX y XX ayudó a sentar las bases ideológicas del nacionalsocialismo, y que, como indica Macfie (p. 303):
Orientalism, as a discourse of power, may be directed not only outwards, towards a distant people, state or culture, but also inwards, towards a part of the national political culture that produced it.

Palabras que convienen perfectamente a ese orientalismo carpetovetónico que fue el arabismo español (el de los Beni Codera), empeñado en hispanizar Al-Ándalus para integrar, como dice Manuela Marín, "su realidad en la narración histórica de la nación española" y dando lugar a la creación de un esencialismo, como ha descrito más extensamente Eduardo Manzano. Por otra parte, si en Alemania el orientalismo oficial se puso al servicio del nacionalsocialismo, como pone de manifiesto la tesis doctoral de Ekkehard Ellinger, Deutsche Orientalistik zur Zeit des Nationalsozialismus 1933-1945, publicada en 2003 (véase, p. ej., esta reseña de Rolf Behrens), muchos arabistas españoles de renombre hicieron lo propio en el caso del franquismo. El mejor ejemplo es, sin duda, el artículo que Asín Palacios publicó en 1940 en el Boletín de la Universidad Central, con el título "Por qué lucharon a nuestro lado los musulmanes marroquíes", pero no lo es menos su actividad en el recién creado CSIC, la de González Palencia como juez instructor de expedientes de depuración, la de diplomático de García Gómez entre 1958 y 1969 o la de Miguel Cruz Hernández, por las mismas fechas, como alcalde de Salamanca primero y luego gobernador civil y jefe provincial del Movimiento de Albacete.

Ciertamente la adhesión del arabismo oficial al franquismo fue circunstancial y vino dada por sus tendencias conservadoras, sin que ello supusiera cambio alguno en la línea de la Escuela ni añadiera gran cosa a las bases ideológicas del nacionalcatolicismo. Tal vez hay por ello quien considera que traerla a colación está fuera de lugar (coincidiendo, no casualmente, con el debate nacional en torno a la conveniencia de la llamada Ley de Memoria Histórica) o que es del todo irrelevante, máxime cuando aquel arabismo no vivió, que sepamos, una contienda académica, paralela a la civil, entre arabistas nacionales y arabistas republicanos. Tanto es así que no sabría decir, de hecho, si entre estos últimos puede contarse alguno más aparte de Salvador Vila, fusilado en 1936. Lo que parece seguro, a juzgar, p. ej., por esta nota de Vila publicada en 1934 con motivo de la muerte de Ribera, es que ser de uno u otro credo político no afectaba a la idea que se tenía de la función del arabismo (Vila habla del "apostolado" de Ribera y de "reconstruir una época de nuestra historia orgánica"), y que las diferencias, de haberlas, eran más bien personales:
No ha quedado ningún documento que indique cuáles fueron las relaciones entre Salvador Vila y Emilio García Gómez en vida de ambos, pero sí algún relato oral y determinadas actuaciones que permiten asegurar la poca estima que don Emilio tenía por Salvador. Su peculiar manera de ser le hacía hipercrítico y de Salvador le distanciaba su pasión por la cultura germana y su talante liberal.
---Mercedes del Amo, Salvador Vila. El rector fusilado en Víznar, 2005, p. 242. (Del Amo pasa por alto que además la esposa de Vila era judía. Sobre el antisemitismo del reverenciado García Gómez —"don Emilio"—, ya se ha comentado algo aquí y aquí.)

Yo diría, a propósito de este culto más o menos obvio al vigía de Al-Andalus, que lo relevante no es en efecto la adhesión al franquismo de aquel arabismo nacionalcatólico, claramente hostil a todo cuanto no fuera, valga la redundancia, nacional (por español) y católico (salvo a efectos propagandísticos), sino la actitud hacia éste de su heredero, el democrático, ya sea de reivindicación incondicional, más o menos edulcorada; o de ambigüedad, pero en cualquier caso muy poco dado a la crítica abierta, siquiera de ideas y posturas que, más allá de ser política o diplomáticamente incorrectas, aportan nuevos ejemplos de la naturaleza denigrante del orientalismo, incluso en ausencia de un proyecto colonial:
Por lo de gentuza habrá V. comprendido que el islam moderno me inspira cada vez menos simpatía. No lo puedo remediar. Los que expulsaron los moros de España me parecen ahora más sabios que Salomón. ¡Limitémonos a nuestros buenos amigos de la Edad Media, Abenhazám, Abenarabi, mis poetas de ahora, etc. y en general al especial islam español que tan maravillosamente describe D. Julián en las págs. 74-75 del tomo I del Homenaje! [...] Claro es que el islam actual está estropeado por Europa; pero pasa una cosa particular: aunque intelectualmente comprendo que son los indígenas los que tienen razón en protestar contra la intromisión europea, sentimentalmente deseo que los europeos los den definitivamente en la cabeza.
---Emilio García Gómez, Viaje a Egipto, Palestina y Siria (1927-1928). Cartas a Don Miguel Asín Palacios, Madrid, 2008, p. 68.

P.S.- Con respecto al orientalismo alemán, he aquí un par de referencias (cortesía de Jesús de Prado) que aún no he tenido ocasión de consultar (por si alguien las tiene a mano).

28 de septiembre de 2010

Raras servidumbres

Decía en una ocasión García Gómez, después de constatar la incorporación del arabismo al resto de las Humanidades, que a él le habría gustado ser como sus colegas helenistas o latinistas (pero no en la manera de haber aprendido o de manejar el árabe —como el griego clásico o el latín—, cosa que decía "sentir"), sino en el sentido siguiente:

A un helenista especialista en Homero, por ejemplo, no se le pide su opinión sobre Andreas Papandreu; tampoco a un latinista especialista en Horacio se le pide que opine acerca de los malabarismos que hace el presidente de la República de Italia para mover las fichas de dominó en su gabinete de coalición.
---Antonio Astorga, "García Gómez: «Los arabistas ya no somos el suburbio de las Humanidades», ABC Sevilla, 19.05.1991.

Obviaba así don Emilio (como se refieren a él habitualmente sus seguidores y admiradores) la posibilidad de que tal vez no fuera en su calidad de arabista, sino en la de ex-embajador de España en Oriente Medio durante casi diez años, entre 1958 y 1969, por lo que algunos pedían su opinión sobre cuestiones del mundo árabe actual (como se la habrían pedido a cualquier latinista que hubiera sido además embajador en Roma o ante la Santa Sede).

13 de noviembre de 2014

A fin de excitar más

201. Pasemos ahora a la traducción de Las mil y una noches. La encontramos ahora a usted en una traducción "a cuatro manos" con Juan Antonio G. Larraya. ¿De dónde surge el proyecto de traducir Las mil y una noches? ¿Por qué una traducción en equipo? ¿Siguieron algún criterio para la distribución del trabajo?

El proyecto de traducción de esta obra surgió del editor. Vernet se negó a colaborar puesto que que ya había terminado su propia traducción. Recomendó al profesor Larraya y a mí misma para la traducción y él sólo escribió un breve prólogo. [...]

204. Su versión de Las mil y una noches aparece poco después de la de su marido, el Prof. Vernet. ¿Por qué una nueva versión en tan poco tiempo? ¿Qué querían ofrecer de diferente? ¿Se trataba de otra sensibilidad o de otra manera de entender la traducción?

Nada de lo que preguntan se corresponde con la historia de la política de las editoriales. Empezaron con la "moda" de traducciones de Coranes, siguieron con las de Las mil y una noches, luego vino la da las enciclopedias y ahora estamos en la de los fascículos.
---Juan Pablo Arias, Manuel C. Feria y Salvador Peña, "Leonor Martínez Martín. Entrevista mediante cuestionario escrito enviado en julio de 2000", Arabismo y traducción, Madrid, 2003, p. 121.

"Vuelven Las mil y una noches", dice un titular de ABC (09.11.2014) anunciando la recuperación de la traducción que Juan Antonio Gutiérrez Larraya y Leonor Martínez publicaron en la editorial Vergara en 1964-1965; y la vuelta coincide con la publicación en El Trujamán de "Shahrazad y los arabistas" (15.10.2014) , una entrada en la que Salvador Peña aborda "el escaso entusiasmo que el arabismo oficial hispano ha venido mostrando por las Noches", partiendo del ejemplo de la célebre Crestomatía de árabe literal con glosario y elementos de Gramática (Madrid-Beirut, 1936). "Por extraño que parezca", dice Peña, ninguno de los textos contenidos en la obra procede de Las mil y una noches, como tampoco se encuentran en su sucesora, la Antología árabe para principiantes de Emilio García Gómez (Madrid, 1944), aun cuando en ambos, añadiría yo, sí hay cabida para una cierta dosis de fantasía (o fantasmagoría, más bien) en forma, como señalé hace tiempo, de calaveras parlantes, manos amputadas, gatos de bigotes ensangrentados y lavadores de cadáveres.

Concluye Peña que es posible que esa falta de entusiasmo se deba "al deslenguado erotismo que de vez en cuando aflora en la obra", argumento este en favor del cual podría aducirse el hecho de que aquel arabismo era tan conservador que había quien lo consideraba "cosa de curas". Con posterioridad, en cambio, Francisco Ruiz Girela y Mahmud Sobh publicarán la antología Cuentos eróticos de Las Mil y Una Noches (Madrid, 1996). Con todo, "la verdadera razón", cree Peña, "es otra": el arabismo español, con su desinterés por Las mil y una noches, no habría hecho sino seguir el criterio de "un sector importante de las elites árabes de siempre", que arranca en el siglo X con la opinión que Ibn al-Nadim (ابن النديم) vertía en su Índice (كتاب الفهرست) a propósito de Las mil historias («هزار افسان») persas: "Varias veces lo he visto completo y es, a decir verdad, un libro sin enjundia y de estilo desabrido" («رأيته بتمامه دفعات وهو بالحقيقة كتاب غث بارد الحديث»). Quizá este aspecto, el lingüístico, al ser la obra un claro ejemplo del denominado Middle Arabic o árabe medio (cf., p. ej., la edición de Muhsin S. Mahdi, The Thousand and One Nights, Leiden, 2014), la hacían también desaconsejable a ojos de "la Escuela", afincada hasta hoy en un culto a la corrección normativa desmedido y a veces malintencionado para con los nativos, pero no siempre congruente: cf. Federico Corriente, "Las etimologías árabes en la obra de Joan Coromines", L’obra de Joan Coromines, Sabadell, 1999, pp. 67-88, a propósito de las "deficiencias" y "falta de calidad lingüística" observables en la edición de 1959 de la Crestomatía, así como en la Antología árabe para principiantes de García Gómez, que contiene, de nuevo según Corriente, "demasiados vulgarismos y faltas de lenguaje sin corrección ni advertencia, y precisamente también en su glosario" (p. 72, 74, 86).

Mi opinión al respecto es que Asín, como explica él mismo en el prólogo a la edición corregida de su Crestomatía (Madrid, 1959), escogía textos "de obras manuscritas e impresas que, ya por el autor, ya por el asunto, tienen relación con la historia política o cultural del islam español, a fin de excitar más el interés y la curiosidad de los estudiantes". No en balde el título de la obra en árabe es «نخبة الحكايات العربية والأخبار الأندلسية» (Flor de historias árabes y noticias andalusíes). Unos pocos textos (5 de 36, para ser precisos) "que no tienen ese carácter" se incluyen no obstante, añade el arabista, "porque su estilo llano y narrativo los hacía más recomendables para la iniciación" (p. 5). Puesto que las referencias a Al-Andalus en Las mil y una noches son mínimas si se exceptúa el material legendario (cf. J. Hernández Juberías, La península imaginaria. Mitos y leyendas sobre al-Andalus, Madrid, 1996), no es de extrañar en absoluto que la obra, de por sí denostada por vulgar y procaz, como arguye Peña, atrajera poco a los arabistas españoles de la época, como en general, dicho sea de paso, el resto de la literatura clásica oriental: las traducciones de Vernet, Martínez y compañía responderán de hecho, como se ha visto, a encargos editoriales, como lo serían también las del Corán del primero (1953, 1963) y la posterior de Julio Cortés (1979). La censura, dirá Vernet, no se metió con su traducción del Corán. Sí lo intentó con sus Mil y una noches, "pero el editor, Lara (Planeta), lo impidió" (cf. Arias et alii, p. 110, pássim).

Encargos también, tal vez, fueron los cuentos de los que Ángel González Palencia hizo "traducción directa del árabe" para la Biblioteca Perla de Saturnino Calleja (Abdalá el del mar y Abdalá el de la tierra, 1930; El califa ladrón y otros, 1931; La cierva blanca, 1941); pero si este arabista, fallecido en accidente de automóvil en 1949, merece una mención especial aquí es porque gracias a él y a su condiscípulo, García Gómez, sabemos del lugar que Asín reservaba a Las mil y una noches, si no en su crestomatía, sí en su docencia. En la necrológica que González Palencia le dedica en Arbor (4-5, 1944, p. 178-206) saca a relucir, entre otros recuerdos de estudiante, sus "traducciones de Las mil y una noches, ejercicio que [...] había de continuar en las vacaciones, alternándolo con el estudio de las materias del cuarto y último curso en la sección de Letras"; y que Maximiliano Alarcón, alumno también de Asín, "había de ser quien rectificara" (p. 181), en lo que parece un acto de delegación, por parte del maestro, en el condiscípulo más aventajado. A este testimonio, como adelantaba, hay que unir el de García Gómez unos años antes ("En la jubilación de don Miguel Asín", Al-Andalus, 6:2, 1941, p. 268):
Seguí progresando, y un día, al término de la lección, Asín nos llamó a Eugenio Frutos y a mí. Se ofreció, con gran contento, a darnos clase especial, al terminar la de todos, y nos confío a cada uno un tomo de Las mil y una noches en la edición de Bayrut. Uno de nosotros —no me acuerdo ya cuál— se embarcó en la cáscara de nuez de Sindbad para acompañarlo en sus arriscadas mercaderías; el otro se engolfó en los callejones orientales donde se devana la madeja de las picardías de Abu Qir y Abu Sir.
Portada de R. de Penagos para El califa ladrón
Y del que se deduce que estos tomos eran una asignación extra, destinada a las jóvenes promesas y fuera del currículo oficial. Con "la edición de Bayrut", hay que hacer notar, García Gómez se refiere probablemente a la "corregida y expurgada", ad usum delphini, del jesuita Antoine Salhani (أنطوان صالحاني).

Fruto quizá de esta experiencia discente es la solución de compromiso a la que García Gómez parece haber llegado en su Antología árabe para principiantes, incluyendo "historias jocosas" y "sales y donaires", pero sólo de autores andalusíes como el malagueño ابن الشيخ البلوي o el granadino ابن عاصم, que "reflejan, en un estilo sencillo", en opinión de Arturo Ponce Guadián, traductor de algunos de ellos ("Cuentos y rarezas de Ibn 'Âsim el Andalusí"Estudios de Asia y África, 30:3, 1995, p. 590), "el espíritu del pueblo musulmán a través de su peculiar humorismo": reflejar "con exactitud y relieve las características más profundas y arraigadas de la vida y de la cultura musulmanas", a través de "textos llanos en su estilo, amenos en su asunto", es el propósito de la obra según el propio antologista, que, como su antecesor, siente igualmente la necesidad de justificar que la "parte central y principal" de la misma, una selección de relatos ascéticos de un sufí yemení, اليافعي, "es el único texto no español o de asunto no hispánico de la Antología; pero tuvo enorme difusión en la España musulmana, como en todo el resto del mundo árabe". Todo ello al tiempo que pretende, extrañamente, que no es su objeto "limitarse a una época determinada o a un género o país en particular", sino mantenerse "en un terreno elemental y previo a toda especialización futura" (Madrid, 1972, 6ª ed., p. vii-viii), lo que da idea de hasta qué punto la dedicación a Al-Andalus se asume como indeclinable.

Volviendo a Asín, tengo mis dudas acerca de qué habrían encontrado sus alumnos más excitante como ejercicio de análisis gramatical y traducción: si "la historia política o cultural del islam español" o la procacidad miliunanochesca, completamente desbastada, ni que decir tiene, en la versión del padre Salhani. Pero no puede haberlas, como hemos visto, de que algún trato con Shahrazad, aunque fuera con una bastante más púdica que la original, sí que mantenían tanto el veterano arabista como sus discípulos. El testimonio, así, de estos últimos parece contradecir a Peña, pero en cuanto a que "el arabismo oficial hispano", como dice en El Trujamán, no ha hecho, "en general, muy buenas migas con Shahrazad por fidelidad a las «buenas letras» árabes", quizá la mejor réplica posible sea el escaso número de estudios y traducciones al español de obras consideradas canónicas (véase a este respecto la introducción de Jaime Sánchez Ratia a sus Treinta poemas árabes en su contexto, Madrid, 1998, p.7-13).

Cierto es, con todo, que tampoco otras crestomatías, como la de Hartwig Derenbourg y Jean Spiro (París, 1885), deudora de las de Sacy (1826-7), Kosegarten (1828), Freytag (1834), Wright (1870) y Girgas y Rozen (1875-6), y que García Gómez recordaba haber seguido siendo estudiante ("En la jubilación de don Miguel Asín", Al-Andalus, 6:2, 1941, p. 266-270), reservaban lugar alguno a Las mil y una noches. Y las similitudes, por descontado, no terminan ahí: "A nos yeux, la seule méthode pratique pour aborder l'étude d'un idiome, c'est de prendre un morceau écrit dans la langue que l'on veut apprendre, et de chercher à le traduire, avant même de savoir bien le déchiffrer", confiesan Derenbourg y Spiro, cuyo objetivo era "retenir les esprits hésitants" de una "élite de jeunesse, qui se sent entraînée vers les études orientales comme vers une terre inconnue", y visto que "à cet enthousiasme irréfléchi succède parfois un découragement prématuré" (p. v-vi).

A esa tierra desconocida por la que otros, a los que luego conviene serenar y retener, se sienten atraídos de un modo entusiasta e irreflexivo, le corresponderá "nuestro Oriente doméstico":
El arabismo español, a diferencia de lo que ocurre en muchas naciones de Europa, ni es para nosotros una pura curiosidad científica, sin contacto con el medio ambiente y desarraigada de todo interés humano, ni enlaza el fervor espiritual con conveniencias mercantiles o imperialistas. Los estudios árabes son, para nosotros, una necesidad íntima y entrañable, puesto que [...] se anudan con muchas páginas de nuestra historia, revelan valiosas características de nuestra literatura, nuestro pensamiento y nuestro arte, se adentran en nuestro idioma y hasta, tal vez, más o menos, en nuestra vida.
---M. Asín Palacios y E. García Gómez, "Nota preliminar", Al-Andalus, 1, 1933, p. 3.

Es por ello por lo que tiendo a creer que, de haber sido Shahrazad hispana, goda, mozárabe, etc., o de haber servido sus relatos, en general, al discurso redentor de aquel arabismo, sí se habrían incorporado a ese currículo básico que representan las crestomatías, aunque a tal fin hubieran sido necesarios expurgos como el de Salhani. Piénsese que "el tercio de los arabistas modernos" al que "hubo de afiliarse" Codera, siguiendo sus investigaciones sobre los reinos de Aragón y Navarra, era ya en sí mismo poco menos que un contradiós para muchos de sus contemporáneos, a uno de los cuales merece la pena citar in extenso:
La escuela tradicionalista mira todavía algo de reojo a estos, y quizá no le falta motivo. De un siglo a esta parte, así que se ha hecho algún descubrimiento científico o histórico, lo primero que se ha intentado ha sido abofetear a Dios con él, en vez de darle gracias por el favor de habernos otorgado su hallazgo o su descubrimiento. Así que casi todos los enemigos de Dios, de la Iglesia católica, de la tradición, de la antigüedad y del principio de autoridad, se han venido en pos de los arabistas, no para reforzarlos, pues sus bríos, saber y talento no eran para tanto, sino para ver la pelea desde seguro, azuzar a los arabistas, como quien dice a los moros, contra los monumentos de la antigüedad, como quien dice contra los católicos, y dar vaya y grita a estos si en alguna cuestión histórica quedaban al parecer mal parados. Merced a la vocería de este clac (con perdón sea soltada esta palabra), el arabismo llegó casi a ser tan mal mirado como el estudio del hebreo a fines del siglo XVI, cuando Fray Luis de León, Arias Montano y otros eran denunciados por los helenistas como judaizantes.

Afortunadamente, pasados esos primeros momentos de perturbación y mala fe, las cosas van siendo lo que deben ser, y España cuenta hoy dia con arabistas distinguidos y a la vez buenos católicos: entre estos se halla el Sr. Codera. [...] Mas afortunadamente los defensores del elemento tradicional no escasean en España y los conocedores del árabe no abundan. [...]

Cuando un escritor cristiano, monje u obispo, como el Pacense, el Silense, Sampiro, Sebastián de Salamanca o Jiménez de Rada nos dicen que una batalla la ganaron los cristianos, y por otra Aben Jaldún, Aben Al-Kotiya, Al-Makkari u otro escritor musulmán asegura que la ganaron los moros, ¿a quién vamos a creer?

La escuela moderna y racionalista ya se sabe que está por el moro, o como ahora se dice por el árabe; pues este, que en su tierra y en la Argelia es perezoso, holgazán, embustero, ladrón y taimado, en España es de rigor ahora el pintarlo muy caballero, galán, verídico, trovador, músico, poeta, artista, agricultor y hasta teólogo, por supuesto de la teología sui generis.
---"Contestación del Ilmo. Señor don Vicente Lafuente", Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de D. Francisco Codera y Zaidín el día 20 de abril de 1879, Madrid, 1879, p. 84-85, 87-88.

Con su omisión de Las mil y una noches, no curricular, como ha quedado patente, sino más bien editorial, aquellos "arabistas distinguidos y a la vez buenos católicos", aunque nunca del todo libres de sospecha, seguían un canon, en efecto, pero no, opino yo, el de las bellas letras árabes, sino el del orientalismo europeo. Que entre ambos existen coincidencias es innegable, pero no todas tienen por qué responder a un mismo criterio, ideología, etc. (lo que a veces puede hacerlas irrelevantes).

31 de diciembre de 2014

Paso de año

Hay años o períodos de la vida que pasan rápido y casi inadvertidos, como cruzan algunos animales en libertad las carreteras, y otros que lo intentan y acaban atropellados.

De atropellos y de atropellamientos, no de años ni de animales, pero sí, de algún modo, de personas y de ideas, fundamentalmente en el ámbito de la enseñanza del árabe como lengua extranjera, es de lo que suele dar cuenta este blog, y en este 2014 que se va no sólo no han faltado, sino que han adquirido además una especial significación, como dejan entrever algunas de sus entradas, porque no es ya que entre colisión y colisión hayamos dejado de avanzar, cosa que tampoco veníamos haciendo: es que vamos, como rebotados, para atrás.

Visto desde fuera, este ámbito docente, parte a su vez, todavía, de otro "tan escaso y apartadizo, desasistido por lo común de la atención pública", como es el arabismo en la ya célebre descripción de Emilio García Gómez (en É. Lévi-Provençal, España musulmana hasta la caída del Califato de Córdoba, Madrid, 1950, p. x), podría pasar por un patio de colegio más, de los muchos en que se libran querellas intestinas sin otro fuste que el choque de distintos egos e intereses personales, y de hecho así es a veces, pero también puede suceder que en ese patio de colegio, dejado de la mano de Dios, se estén dirimiendo, a pequeña escala, cuestiones de justicia, eficacia, transparencia, etc., no muy diferentes de las que preocupan a buena parte de la sociedad, cobrando sentido a aquello de think globally, act locally, si bien es cierto que aún habría, con cierta seguridad, una parte interesada en disfrazarlas de rencillas, malquerencias o trastornos personales.

Está previsto que a finales del año que entra, como muy tarde, se celebren las duodécimas elecciones generales de la democracia española y, a poco que se observe, se apreciará que en el gremio del arabismo, o al menos entre los más jóvenes de la corporación, ha irrumpido con fuerza, como en el resto de la sociedad, el discurso regenerador de Podemos, esa "iniciativa ciudadana", según se dice en su sitio web, "que abarca mucho más que el partido político registrado con el mismo nombre el 11 de marzo de 2014"; y no, desde luego, porque una de sus eurodiputadas sea licenciada en Filología Árabe, porque la mano derecha de Pablo Iglesias en Bruselas sea marroquí, o porque el propio nombre de la iniciativa parezca la respuesta al "panfleto en sí menor" de Santiago Alba Rico (¿Podemos seguir siendo de izquierdas?, Barcelona, 2013), filósofo cercano al arabismo y residente en Túnez, cuna (y tumba, según él mismo) de la llamada Primavera Árabe, referente a su vez del movimiento 15M. Hay sencillamente, como en buena parte de la sociedad española, una sensación de hartazgo ante la injusticia y el denominado déficit democrático: lo que no está tan claro es si los arabistas, simpatizantes o no de Podemos, que despotrican de ésos y otros males afines, como la corrupción, el amiguismo, la incompetencia, etc., son conscientes de que no sólo nos rodean como sociedad, sino mucho más de cerca, como profesionales, en nuestro propio ámbito de trabajo y estudio, donde mejor podemos actuar, lo que no significa, como algunos querrían, que seamos los únicos o los que mejor podamos hacerlo. Tengo a este respecto la impresión, quizá por la experiencia de algún que otro atropello, pero sobre todo ante la evidencia de que, de otro modo, no estaríamos como estamos, de que el arabista que piense globalmente y quiera actuar localmente, obrando no ya guiado por un programa político sino por una mínima honestidad personal e intelectual, hallará más respaldo fuera que dentro del gremio, salvo, tal vez, que sus acciones no comporten crítica ni compromiso alguno para éste.

Al socaire del caso Errejón, que unos consideran un chanchullo y otros la excusa para urdir una campaña de difamación (cuando bien podría tratarse o haber algo de ambas cosas), Podemos ha sido descrito por Félix de Azúa, peyorativamente, como "un partido de profesores" (El País, 01.12.2014), y no ha pasado inadvertida la respuesta de su secretario general a la pregunta que le hacía el periodista Antonio Papell en el programa La noche en 24 horas (05.12.2014) a este respecto: "¿Por qué no han empezado a hacer la revolución en la universidad, para cambiarla?", a lo que Iglesias, que no se la esperaba según advierte él mismo, responde:
Nosotros en la universidad no hacíamos revoluciones: nos dedicábamos a estudiar y a trabajar. [...] Claro que nos gustaría que la universidad fuera de otra manera, pero eso se cambia con responsabilidades de gobierno, y nosotros no estamos haciendo una revolución, estamos haciendo algo mucho más modesto: que la gente se empodere políticamente para tener un país un poquito mejor, y en la universidad, a estudiar, que es lo que toca hacer.
Contestación esta que yo, personalmente, no sé muy bien cómo interpretar, pero que no parece, de entrada, una invitación a cambiar las universidades desde dentro, a pesar de la autonomía que les reconoce la Constitución del 78 en su artículo 27.10, limitada, bien es verdad, por "los términos que la ley establezca". Por su parte, el Manifiesto por una Universidad Pública de Podemos aspira a transformar "todo el esfuerzo individual realizado de manera silenciosa, profesional y entregada por parte de quienes no querían que la Universidad desapareciera" (?) en "una nueva «marea» que aspire a conseguir en la Universidad la misma regeneración que se exige al resto de nuestras instituciones políticas, sociales, económicas y culturales", pero no hace la menor alusión a ninguno de los males internos que suelen atribuírsele, al contrario, p. ej., que Rafael Escudero, quien en su defensa de la universidad pública desde El diario habla sin paliativos de cómo "el control ideológico de antaño se acentúa hoy bajo la fórmula del poder de contratación" (02.03.2014), o de "la casta universitaria" (01.10.2014), aprovechando el remoquete que han hecho célebre los de Podemos y que otros esgrimen ahora en su contra con más o menos fortuna y credibilidad.

Ignoro, por ir recapitulando, aunque no dejo de preguntármelo, qué puede esperar la universidad, el arabismo español y, más en particular, la enseñanza del árabe como lengua extranjera de Podemos u otros partidos. (En Francia, por cierto, la asociación nacional de arabistas, AFDA, llegó a dirigir incluso, en 2007, un cuestionario a los candidatos a la presidencia de la República "sur la relance de l'enseignement de l'arabe", obteniendo respuesta tanto de Nicolas Sarkozy como de Ségolène Royal.) Sí he de decir, no obstante, que cuando lancé a finales de 2011 la Campaña para la acreditación y uso del árabe (que espero comience a aplicarse en mi universidad en breve), alguien del grupo parlamentario IU-ICV-EUiA-CHA (Izquierda Plural) se interesó anónimamente por ella. Y no puedo olvidar tampoco que la docencia del árabe no sólo se enfrenta a contradicciones internas, aunque sean éstas, a mi modesto entender, las que mejor podemos y antes deberíamos solventar. Es por todo lo anterior por lo que del nuevo año espero que nos pille a todos, tanto a los seguidores de Anís del moro (detractores incluidos) como a su autor, más sensatos, generosos y justos que éste que ahora finaliza, si no en pro del máximo bien común, cada cual por el de su conciencia y decoro, el que los tenga, y el que no, por parecerlo acaso.

سنة ميلادية سعيدة وكل عام وأنتم وذووكم بخير.

11 de junio de 2010

Arabismo y torería

Asín era puntual. Minutos después de las once su figura emergía de la penumbra del claustro de Derecho. Le veo perfectamente avanzar, erguido, elegante, con un aire entre cardenal y torero, con las manos a la espalda sujetando los pliegues del manteo impecable, que aún no había sustituido por la dulleta.
---Emilio García Gómez, "En la jubilación de don Miguel Asín", Al-Andalus, 6 (1941), 2, p. 266.
En Don Emilio todo es y ha sido muy rápido. [...] "Como los toreros —dice—, he toreado los toros conforme salían del toril".
---Joaquín Vallvé, "El arabismo en la Universidad Complutense en el siglo XX", Catedráticos en la Academia, Académicos en la Universidad, 1995, p. 119.
Era vivo y ágil como una ardilla. Su mirada, penetrante como la de un lince; su voz, recia y grave, imponía respeto; sus respuestas, tajantes y rotundas, pero siempre su trato fue cordial y su conversación muy grata. A veces dejaba caer en momentos de mayor intimidad y con gestos muy expresivos: «A mí me hubiera gustado ser bailarín o torero, pero no me acompaña el tipo».
---Joaquín Vallvé, "Homenaje a don Emilio García Gómez", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 28 (1996), p. 140.
El talante: aquella figura menuda y pulcra, de cumplido andar con algo de paso taurino en ruedo y gesto oratorio en tribuna, de espléndida voz sonora, profunda, modulada, de fonética exacta, lo poseía en caudal impresionante, le transminaba y a través de él transminaba.
---Pedro Martínez Montávez, "Evocación de un inolvidable maestro universitario", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 28 (1996), p. 104.
Me dedico a estas cosas porque no he podido ser, ni director de orquesta sinfónica, una de mis grandes pasiones, ni torero, que era la segunda de mis grandes pasiones.
---Juan Pablo Arias, Manuel C. Feria y Salvador Peña, "Pedro Martínez Montávez. Entrevista realizada en la Facultad de Filosofía y Letras de Málaga en julio de 2000", Arabismo y traducción, Madrid, 2003, p. 134.

Actualización (11.07.2010)
Yo organicé y di un cursillo sobre la fiesta brava para los estudiantes árabes, pues una de mis dimensiones ha sido y es la preocupación por lo taurino como objeto profundo de reflexión cultural, y recuerdo que en alguna ocasión me cogía una muleta y un capote e intentaba enseñar al becario lo que era una verónica y una media verónica y un farol...
---Pedro Martínez Montávez, en Mercedes del Amo y María Isabel Lázaro, "El intelectual y su memoria: Pedro Martínez Montávez", Miscelánea de Estudios Árabes y Hebraicos, 52 (2003), 229-254, p. 241. 

31 de diciembre de 2013

Feliz año-taxi

Toca despedir, una vez más, un año ميلادي (natalicio, de la era cristiana) y dar la bienvenida a otro, y Anís del moro lo hace, como no podía ser menos, deseando a sus lectores, como suele hacerse en árabe, que "cada año que pase estén bien", como se lee (gracias a Photoshop) en el maletero del taxi que aparece en la imagen.

Este año-taxi que se va no ha sido muy fecundo para el blog, siguiendo una sucesión anual decreciente que, de confirmarse, me llevaría a no publicar ni una sola entrada en todo 2014. Quiero creer, no obstante, que no tiene por qué ser así: si bien la inspiración o los temas pueden faltar, como apuntaba ya a comienzos del verano con motivo de otra felicitación, raro sería que dieran en hacerlo durante tanto tiempo. Lo que a nadie debería extrañar, en cambio, es que siga repitiéndome cual ajo porro como hasta ahora, para azote de colegas biempensantes. Decía una reseña publicada en las páginas de la desaparecida mediateca de Casa Árabe que en este blog un servidor "reflexiona en voz alta sobre lo que a su modo de ver es o tiene que ser el arabismo o la enseñanza del árabe" (con la esperanza, me gustaría añadir, de hacer reflexionar a otros) y lo cierto es que pocas novedades cabe esperar a este respecto, pues pocas son asimismo las que observo y, de éstas, menos aún las que mueven al optimismo. En el caso de la enseñanza del árabe, p. ej., y me refiero ahora a una cuestión que no he llegado a tratar aquí y agotada ya, espero, es desolador, por más que ande uno curado de espanto, asistir a la promoción, en buena medida publicitaria, de fórmulas pretenciosas, extravagantes y ajenas al verdadero problema del sector: una formación y selección del profesorado más que deficientes. Desolador, decía, pero ante todo sintomático, y es que dicha actividad didáctica, lejos de normalizarse efectivamente, parece condenada a la improvisación, en consonancia con la idea, más o menos encubierta pero cardinal, de que el arabismo es una disciplina a título propio y capaz de contender, lo que es más grave, con las ciencias humanas y sociales convencionales. El riesgo, para más inri, de salir mal parado de dicha contienda cuando se libra en un terreno como el de la enseñanza del árabe, recóndito para propios y extraños, es aún menor que en otros, fronterizos y más concurridos, como el de la historia, la ciencia política o la sociología; y sin embargo, ninguno de estos últimos merece como el primero, en mi opinión, la consideración de piedra de toque del arabismo.

Echada la perorata de turno y ante la nueva, inminente y figurada bajada de bandera, sólo me queda desear a todos, también a los que preferirían no estar leyéndome, un plácido y cómodo trayecto hasta su próximo destino.

3 de junio de 2011

Islamismus fugit historiae lumen dum fulget Iberis

Bien que al poco tiempo se les cae el alma a los pies, y se evaporan las arrobadoras ilusiones, al contacto de la suciedad real, y nace, por reacción en el alma, el desprecio a todo lo que se relaciona con los mentecatos moros. [...] Ese tránsito de sentimientos opuestos, no es raro que lo sufran los propios arabistas.
---Julián Ribera, "Más sobre Marruecos", Revista de Aragón, III (1902), p. 88.
Entusiasta admirador, durante su juventud, de la cultura arábiga, modificó luego estas ideas, poniendo verdadero empeño en demostrar que la literatura y las artes de los árabes nada tienen de original [...].

Allá, en su fuero interno, juzgaba como cosa igual a los déspotas y sanguinarios sultanes mahometanos y a los corifeos del liberalismo a quienes llamaba los modernos sarracénicos, creyendo de buena fe que España no había dejado de estar bajo el yugo musulmán, y que los jefes de los actuales partidos liberales eran legítimos sucesores de los antiguos reyezuelos de Taifas. 
---Antonio Almagro Cárdenas, Biografía del doctor d. Francisco Javier Simonet, catedrático que fue de lengua árabe en la Universidad de Granada, Granada, 1904, p. 75-76.

Emblema de la RAH ("Nox fugit historiae lumen dum fulget iberis.")
En El País parecen haber descubierto que hay en España una institución académica rancia ("anclada", dicen, "en la Historia"), cuya labor se ve comprometida a veces por la ideología política, y donde existen cargos vitalicios y una presencia oficial, protocolaria cuando menos, de la Iglesia Católica. Por momentos se diría que están hablando de algunas universidades públicas, pero no, se trata de la Real Academia de la Historia (RAH).

26 de julio de 2020

Tangencial a nuestro arabismo

«À ce propos, sache que dans son cours sur la philologie des langues sémitiques —tu ne peux t'en souvenir, nous n'avons pas fait les mêmes études— Monsieur C., un arabisant espagnol, a déclaré que la langue arabe est, de toutes les langues sémitiques, la plus proche de la langue-mère. Silence dans la salle de classe : notre langue, exact reflet de la lumière inaugurale ! Nous savourions la joie d'être si proches de la langue originelle, vérité confirmée par un professeur dont la compétence était largement reconnue, étranger de surcroît, ce qui rendait son témoignage d'autant plus précieux. Quoique a'jami, Monsieur C. parlait un arabe parfait, et les plus grammairiens parmi ses étudiants n'étaient jamais parvenus à le prendre en faute.»
---Abdelfattah Kilito, Le cheval de Nietzsche, 2007, p. 163-164.
Un viejecillo de tierras de Mequinez canta por los zocos:
«¿Qué se me da de la gente, y a la gente, qué se le da de mí?
¿Qué se me da, amigo, de todas las criaturas?
Haz el bien, te salvarás, y sigue a los de las verdades;
no digas, hijo mío, palabra en que no seas sincero:
toma mis palabras en un pergamino, y escríbelas de amuleto.
Se cumplen hoy cuarenta días de la muerte de Federico Corriente, al que tanto he citado dentro y fuera de este blog, y he creído oportuno dedicarle este recuerdo. Vaya por delante que si revelo aquí parte de nuestra correspondencia, es porque él mismo me manifestó, desde un primer momento y en más de una ocasión, que no tenía inconveniente en que así fuera. A veces, es más, sobre todo cuando la conversación venía de algún tema tratado en SEEA-L, la lista de correo electrónico de la Sociedad Española de Estudios Árabes, de la que era socio de honor, he tenido la impresión de que esperaba que así lo hiciera: "Por supuesto que lo que yo diga puede siempre ser repetido, sin que yo me responsabilice de cómo se transmite, o si gusta o no gusta. En fin, lo normal en este oficio" (19.12.2006). "Yo no tengo secretos", me decía en otra ocasión, "y hace años que ni siquiera echo la llave al archivador que contiene mi correo personal, donde hay algunas piezas arqueológicas de personajes famosos, en cinco o seis lenguas, etc., todo lo cual no destruyo (casi nunca), porque pienso que a alguien le podrá interesar o, al menos, divertir algún día" (13.12.2011). Sobra decir que puntualmente él mismo me pedía reserva, más respecto de algunas chanzas que de sus meridianas opiniones, expuestas ya, además, en algunas de sus obras, y que he procurado pecar de discreto y de prudente antes que de lo contrario. Estoy convencido de que, de poder leerme aún, tendría qué objetar, pero no, desde luego, que haya desvirtuado sus palabras o intenciones. Alguno, en el extremo contrario, opinará tal vez que con esta entrada caigo en ese género tan grato al arabismo, el hagiográfico, que siempre he criticado. Sería la primera vez, pero también, intuyo, la última, porque como dice Juan Pedro Monferrer, experto, miren por dónde, en literatura árabe cristiana, el difunto "era, es, único, insustituible, irrepetible" y "tardará, si es que llega, otro u otra como él".
Yo a Corriente lo conocí en diccionario en 1990, en 1º de Filología Árabe, y en persona en un simposio de la Sociedad Española de Estudios Árabes celebrado en Tenerife a finales de octubre de 2006, siendo ya devoto suyo (de hecho me presenté como "un fan"), y aunque no volvimos a coincidir en el espacio geográfico, fue a partir de entonces cuando comenzamos a hacerlo en el cibernético, a través de una correspondencia electrónica en la que dominaban a partes iguales el tema del arabismo español, el de la enseñanza del árabe y el de las etimologías. "Del árabe, el arabismo y los arabistas podríamos hablar hasta caérsenos las orejas" (26.10.2012); mientras que "la etimología", me decía, tiene de bueno "que si no eres un fatuo que sufre cuando le hacen ver que se ha equivocado, te diviertes mucho con las rarezas menos dañinas de la naturaleza humana, las lingüísticas" (22.01.2013). Con todo (19.03.2010):
En esto de las etimologías hay que ser terco, o al menos constante, porque requieren mucho tiempo, y no siempre hay que soltar la presa a la primera contradicción, lúdico y curioso, porque sin gana de juego y sentido del humor no se llega lejos en casi nada, e inasequible al miedo al ridículo, porque en cada cien etimologías suele haber unos diez fallos susceptibles de alfonseo, y quién no tiene algún enemigo con ganas de ponernos en la picota.
Y así, de gandulear, pasamos a alcatra (que resultó no ser tan termo chulo o tabuísmo, ni en Portugal ni en Brasil, como para huir del homófono Al-Qatra), a fer arca, a su Alandalús (forma esta empleada ya ocasionalmente por Codera, p. ej., en sus Estudios críticos de Historia árabe española, Zaragoza, 1903; pero que no cuadraba mucho, tenía yo la impresión, con algunos reflejos en la toponimia y antroponimia norteafricana —Landoulsi, Landoulssi, Landalsi, Landelsi—) y su (muy discutible y peregrino, en mi opinión) "verdadero étimo egipcio"; a zutano, a musulmán, a alhadra, a Marjaladar, a la remolacha, a Alcorrucén, a coracha, al magarefe portugués, a Almonga, etc., etc. Por una parte me apuraba robarle un tiempo que, de seguro, tenía a qué mejor dedicar y con más provecho; por otra, he de admitir que disfrutaba, ufano, sintiéndome o creyéndome a su altura, aunque fuera muy de puntillas o más bien porque él se agachaba para facilitar el entendimiento, siempre escurridizo, pese a mi "bendita curiosidad lingüística" (11.01.2016) o interés en la intrahistoria del gremio: "No sé si me explico", remataba una vez un mensaje y después de aludir a su exilio zaragocí, "ni si lo que te cuento te servirá de algo, pero es un alivio hablar con alguien que nos entienda" (25.10.2012), desahogo este que yo mismo echaba y voy a echar cada vez más en falta. "Harta pena es que [los compañeros] nos comuniquemos tan poco" (08.01.2016), se dolía cuando me disculpaba, por enésima vez, por robarle su tiempo.
No obstante, si hay un Corriente del que yo puedo, y casi que debo decir algo, y con el que me siento identificado, es el que sostenía (06.02.2012), p. ej., que:
El problema del árabe en España no es tanto que la docencia haya sido equivocada, sino que hay una mayoría de «docentes» cómodamente instalados en su burbuja, que no quieren que cambie nada, y los pocos que sí quieren, tampoco tienen todos los datos necesarios, ni excesiva gana de entrar en todas las complejidades del asunto. Dicho sea de paso, la situación en otros países occidentales es similar, aunque no tan extrema. Pero aquí tenemos algo muy peligroso, como dices, y son los pedagogos que, aunque no sepan lo que han de enseñar, proclaman su exclusiva habilidad para hacerlo, porque son expertos en enseñar: yo los temo porque, como los fanáticos religiosos, para ellos no hay salvación extra Ecclesiam.
Fueron, de hecho, sus opiniones al respecto, que conocía desde mucho antes por "esos ácidos prólogos donde no deja títere con cabeza" (M.J. Cervera y Á. Vicente, "Federico Corriente: Trayectoria académica de un arabista singular", Aragón en la Edad Media, 26, 2015, p. 23) y que el lector de este blog encontrará citadas aquí y allá, las que me empujaron a pedirle, a finales de 2011, que encabezara una "quijotada" (así se la definí) como la Campaña para la acreditación y uso del árabe en los concursos de selección del profesorado universitario (CAUA), a lo que accedió con una humildad digna del verso árabe:


Y que exhibía a menudo, como hacen quienes saben, valga la redundancia, ser sabios: "De la discrepancia y la consulta sale la luz" (18.02.2009) era la frase, p. ej., con que zanjaba en cierta ocasión una controversia fonética que nos traíamos y que dirimimos, por indicación suya, acudiendo a la autoridad de un tercero. Volviendo a la campaña, "conseguir que se exija un nivel de árabe como de inglés va para largo", respondía, "aunque a mí me parece irrenunciable y hasta urgente, para no seguir haciendo el ridículo, y he contribuido a ello lo que he podido con la lengua y la pluma [...]. De manera que de acuerdo, ponme en la lista", terminaba diciendo, "en el sitio que te parezca mejor, primero, último o en medio" (21.11.2011). El suyo y el de Aram Hamparzoumian, a continuación, fueron los únicos ofrecidos y reservados. Bien es verdad que a Corriente, a diferencia del segundo y a pesar de sus descomunales aportaciones como lingüista, no se le puede tener por un experto en la didáctica del árabe como lengua extranjera, ni teórico ni práctico: un aventajado alumno suyo me confiaba, hace ya varios lustros, que el caso de este "gigante" del arabismo era el mejor indicio de que una cosa es la ciencia, saber, y otra la docencia, enseñar (véanse, a propósito, las reflexiones y recuerdos del profesor Ignacio Ferrando en كيف نشرت العربية؟ تجارب لأعلام من المختصين الناطقين بغيرها في أوروبا وأفريقيا، ت. بدر بن ناصر الجبر، ٢٠١٩، ص. ١١-٢٩); pero la finalidad de la campaña no era superar ese dilema, sino "pedir", para empezar, "que los que enseñen una lengua demuestren saberla, o sea, leerla, hablarla y escribirla decentemente" (ídem). A tal efecto, elucubraba (12.11.2011):
Tal vez tendríamos que «refundarnos» en un congreso, que empezara con una confesión general de nuestros pecados, que todos los tenemos, [...] pero no tengo mucha fe en que la gente tenga tanta conciencia de lo que nos estamos jugando todos, o sea, la supervivencia del ramo, si no de todas las humanidades. Después de la conciencia, haría falta decencia, mucha decencia, y tampoco ahí puede uno hacerse ilusiones, pues casi nadie está dispuesto a cerrar la tienda de la que come.
Nueve años han transcurrido desde el lanzamiento de esta iniciativa y nada hace presagiar que siquiera aquel objetivo básico, parcial e insuficiente se alcance a medio o corto plazo, o que su único logro hasta la fecha, la prueba práctica que la Universidad de Murcia exige en sus convocatorias desde 2016, sobreviva a mi desempeño como profesor en la misma o al extraño desequilibrio de fuerzas que vienen haciéndola posible. No cabe duda de que esta adhesión de Corriente a mi ocurrencia es poco menos que una anécdota en su trayectoria, pero contemplada desde el páramo desolador que es la enseñanza del árabe en la universidad española adquiere cierta relevancia. "También yo dudo", me confiaba apenas un año después de pedirle su apoyo, "que se haga efectiva la exigencia tan lógica de que el arabista sepa árabe, pero de un tiempo a esta parte lo que más deseo es equivocarme en muchas cosas" (22.10.2012).
Como docente, no se puede decir, de ninguna de las maneras, que Corriente no tuviera claro qué árabe es menester enseñar y por qué (13.12.2010):
La decisión del futuro del árabe la tienen que tomar los árabes, no los arabistas, que no debemos ser profetas, ni apuntarnos a ninguna profecía. Hoy por hoy, los árabes cultos y no cantamañanas prefieren no perder su lengua clásica, aunque falten medios para enseñarla bien a todos, y creo que llevan mucha razón porque se quedarían sin pasado, a cambio de una jaimitada, o una imbecilidad como la que hicimos los europeos al abandonar el latín, al precio que estamos viendo, a la hora de intentar cualquier tipo de unión, aunque sea sólo económica. Lo que quiere decir a efectos de enseñar árabe que, como siempre, primero hay que aprenderlo como es, con su diglosia y consecuencias, que no nos toca a nosotros arreglar, y enseñarlo con honradez, como es lógico, sin fabricar «realidades».
Y cuál no, siguiendo el mismo criterio (29.11.2011):
Claro está que el estándar moderno tiende a ser un continuo en degradación hacia el dialecto, dentro del cual está lo que se llama lughah mutawassiTah [لغة متوسطة], pero sigue siendo evidente que una clase o conferencia debe darse en un registro cuanto más clásico mejor, para no hacer el ridículo, y que en cambio, las patatas se compran y los chistes se cuentan en dialecto. Nuestros arabistas han tenido y siguen teniendo grandes problemas con esa situación, que intentan resolver como pueden, creo que casi siempre mal, porque los maestros de la vieja escuela no tenían práctica oral ni sabían lingüística, sobre todo, el postulado básico de que el lingüista describe, y no prescribe, pues esto es función de los nativos que, en el caso del árabe, claramente mantienen la diglosia y sus registros.
De ahí que criticara, no sin razón, el enfoque de un material como ¡Alatul! (Madrid, 2010), en el que servidor había colaborado antes de comprender, o aceptar, que ése no era, realmente, el modo de proceder "derecho" como anunciaba el título (y siguen haciendo sus secuelas). "Con este método", me advertía, "desde luego los estudiantes no podrán leer un periódico al acabar el primer curso, pero tampoco mantener un diálogo que se salga de las cuatro primeras lecciones del Ollendorf, y eso buscando interlocutores escogidos, de manera que ¿qué hemos ganado? ¿Parecer «modernos»?" (13.12.2011).
Si en algo relativo a la enseñanza del árabe creo que andaba desatinado (en ilustre compañía, bien es cierto) no es, por tanto, en el qué y el por qué, sino en el procedimiento a seguir (01.02.2012):
Casi nadie se plantea las cosas como son, es decir que en la universidad debemos conseguir que el alumno lea en un plazo razonable el periódico y la prosa fácil de cualquier época y, si es posible y hay horas, tener acceso a formas orales, como el interdialecto oriental, incluso el interárabe, pero teniendo muy claro que eso no es árabe estándar en ningún sitio, sino el registro bajo, por otra parte, imprescindible para la comunicación oral.
Incurriendo en ese reverse privileging (o perverse, según se mire), expresión acuñada por Karin Ryding, del que ya he hablado aquí y allá a menudo, y en virtud del cual la importancia de esa comunicación oral pasa a un segundo o tercer plano, cuando no se relega de manera indefinida. Corriente, como anunciaba ya en el prefacio de su Gramática árabe (Madrid, 1980), parecía convencido de que "es aconsejable comenzar por el aprendizaje de la lengua clásica, como base de partida más amplia", para "posteriormente, como es natural, desarrollar la capacidad de hablar la variedad de árabe que las circunstancias particulares hagan aconsejable en cada caso" (p. 10). Así lo repite en el de Introducción a la gramática y textos árabes (Madrid, 1986), no sin renunciar primero a sentar cátedra y alertando de lo verde, y a la vez desértico, del terreno (p. i-ii):
Hemos hecho algunos esfuerzos, tal vez agotadores y no totalmente acertados en razón de nuestras limitaciones, pero es infinitamente más lo que queda por hacer en este campo de la docencia de la lengua árabe, que tan poco parece atraer a nuestros compañeros.
Creemos erróneo el antiguo sistema de aprender superficialmente los esquemas gramaticales de la lengua, y confiar en que el manejo de los textos haga el resto. No hay atajo que evite un conocimiento detallado de la estructura gramatical y el léxico de una lengua, sin perjuicio, desde luego, de vivificar dicho conocimiento por el contacto con los textos y, a ser posible, con las formas orales de la lengua.
No es, cabe suponer, que Corriente, que había enseñado en EE.UU. (The Dropsie University, donde debió coincidir con el padre de Noam Chomsky) a finales de los 60 y principios de los 70, fuera ajeno a la efervescencia que vivía la enseñanza del árabe como lengua extranjera allí (cf. Aleya Rouchdy, The Arabic Language in America, Wayne State U. Press, 1992), con la publicación en 1968, p. ej., del célebre Elementary Modern Standard Arabic de P. Abboud et alii, adaptado y adoptado en mi alma máter (C.M. Thomas de Antonio, Lengua Árabe I. Apuntes para seguir el E.M.S.A., Sevilla, 2001)... ¡treinta y tres años después! Ocurre, más bien, que estaba en contra, como se verá, de convertir ese árabe estándar moderno (que "no es una lengua real", 13.12.2011) en lengua meta u objeto de aprendizaje, aunque "en tiempos", me confesaba una vez, había preparado "un método de «tercera lengua», que se usó en el IHAC durante años, pero que no había querido publicar, "porque eso tiene algo de prescriptivo, impropio de un lingüista, cuando los mismos nativos no lo hacen" (22.11.2011). Sería interesante, con todo, poder echar un vistazo a un "1974 proposal by Professor Federico Corriente for improvements in the areas of Arabic and Islamic Studies" que se conserva en los archivos de David M. Goldenberg y ver cuáles eran esas mejoras que proponía en Dropsie. "En cuanto a los rusos, cuando yo fui la primera vez", recordaba al comentarle que en mi escasa experiencia pasaban por ser los arabistas más arabófonos, "vi que en la especialidad de árabe, profesores y estudiantes, unos mejor otros peor, podían expresarse en árabe estándar, o sea, clásico moderno, y que sólo los dialectólogos sabían un dialecto moderno, lo que me pareció bastante soviético, pero mucho mejor que lo nuestro" (29.11.2011).
Lamentablemente, alguna vez que le manifesté mis discrepancias, o no atrajeron su atención o se perdieron entre otros asuntos que andábamos discutiendo. Mejor así, tal vez, porque no era fácil que diera su brazo a torcer: "Como partícula, sólo momentáneamente suelta del Uno, soy más soberbio que vanidoso" (20.01.2016); y en términos parecidos se expresaba algo más de un año después, cuando, a modo de broma, le consultaba si era a él o a la RAE a quien había que felicitar por su entrada en la corporación: "En el reparto de la soberbia y la vanidad no hubo equidad, y sólo algunos salimos beneficiados con una inmensa tajada de la primera y poquísima de la segunda... En mi caso, sin mérito ni merecimiento, porque los sufíes somos así: al creer en el ser único, todo queda en casa" (07.09.2017).
"Hoy nadie serio", le decía yo, en fin, "cuestionaría que son dos, al menos, los árabes que hay que aprender [...]. Lo que algunos nos preguntamos es cómo facilitar al máximo lo uno y lo otro" (26.10.2012). "Comenzar por el árabe clásico", le insistía pocos días después, "como recomendabas en tu Gramática árabe, tiene diversos inconvenientes, principalmente relacionados con la motivación de los alumnos, de una parte, y con el desarrollo de las destrezas orales por otro. Y simultanearlo con algún dialecto pero en asignaturas independientes sería, repeticiones aparte, exponerlos sin más a la diglosia, sin ayudarles a digerirla. Hay", añadía, "quien es partidario de una enseñanza conjunta (integrated approach, lo llama su principal defensor), pero ésta", opinaba entonces, dos años antes de comenzar a aplicarla, y me sorprendo ahora al leer, cinco y medio después, "dista mucho aún de ser una práctica viable" (01.11.2012), cosa que, al menos en materia de recursos humanos, sigue siendo cierta. Y por último le sacaba a colación el colloquial first de Manfred Woidich en la Universidad de Ámsterdam.
De Corriente, obertura triunfante, y no sé si de algún modo coda, al mismo tiempo, del estudio del árabe andalusí, y patrono de nuestra dialectología norteafricana, tampoco conseguí entender nunca muy bien que recomendara "tradicionalmente [...] un dialecto difundido, mejor oriental que occidental, salvo situaciones peculiares" (22.11.2011), tanto más cuanto que eso, para quien aprende árabe en España, casi supone nadar a contracorriente, si se me permite el guiño. "En mi propio caso", recordaba (13.12.2011):
Mientras estuve de profesor en Rabat [1964-68], me negué a recuperar y perfeccionar el marroquí, que fue el primer dialecto que aprendí, pero se me había estropeado totalmente al acostumbrarme al egipcio [1961-64], porque prefería conservar éste en buenas condiciones, al serme más útil, de manera que, no para comprar patatas, pero sí con mis colegas hablaba levantino, inteligible para casi todos, gracias al cine. Las clases, por supuesto, siempre en clásico, y a quien no le guste la diglosia, que se dedique a otra cosa.
Aludiendo así a una complicación para el aprendizaje del árabe mucho mayor, en mi opinión, aunque igual de desatendida, que esa diglosia: su gran variedad diatópica, sólo salvable, como sucede con la diaglósica (entre diamésica y diastrática), si se apuesta por emular la competencia nativa: activa en un solo dialecto, por lo general, y pasiva en los más cercanos y populares.
En su reseña del Diccionario avanzado árabe de Corriente y Ferrando (Barcelona, 2005), publicada en Collectanea Christiana Orientalia (3, 2006, p. 412-417), Salvador Peña habla del "daño causado por unas circunstancias" que desconoce y "que motivaron la interrupción del magisterio del Profesor Corriente en la Universidad Complutense, desde donde podría haber ejercido una influencia eficaz para que el estudio de la lengua árabe alcanzara una posición aventajada entre los intereses del arabismo"; y más adelante precisa (p. 412-413):
Por aquel entonces se demostraba una y otra vez que eran amplios los campos del arabismo universitario español donde se podía investigar sin depender sustancialmente de fuentes y documentos en lengua árabe, en ninguna de las variedades de ésta. A ello venían a unirse, desde fuera de los ámbitos estrictamente académicos, un estructuralismo mal entendido y una pésima digestión de los avances en didáctica del inglés, que llevaron a la difusión de la idea de que se puede aprender árabe por procedimientos exclusivamente lúdicos. Y el resultado es que los esfuerzos del Profesor Corriente encontraron una respuesta poco favorable por parte de algunos sectores implicados en el proceso de la docencia del árabe, entre quienes se diría que no resultaba descabellada la idea de que se podía también saber árabe sin conocer el árabe.
Yo, sin embargo, y aun conociendo la universidad española menos que el profesor Peña, o por menos tiempo, siempre he pensado que, ejercida desde Madrid o desde Zaragoza, la influencia de Corriente, tan catedrático a su llegada como a su marcha, ha sido toda la que académica y humanamente (y a sus destinatarios me refiero) podía ser. Habría dispuesto, qué duda cabe, de más alumnos sobre los que influir, pero no forzosamente del ascendiente necesario para introducir cambios administrativos indispensables, p. ej., en la selección del profesorado, los planes de estudio y demás. Quizá la supresión del Instituto de Estudios Islámicos y del Oriente Próximo (IEIOP), que tanto disgusto le causó (véase, p. ej., su "Humanismo semítico en España. Relato de un desencuentro", en A. Egido y J.E. Laplana, Saberes humanísticos y formas de vida, Zaragoza, 2012, p. 82, n. 5), sirva de ilustración de esto que digo. "Patriae quis exsul se quoque fugit?", se preguntaba Horacio (Carmina, 2, 16), y otra influencia, más decisiva, habría requerido también, creo yo, a otro Federico. "Ahora que me acerco a la igualación universal subterránea", me confesaba hace seis años, "creo que lo que más me ha perjudicado ha sido no hacer nada para ser temido, [...] pero nunca lo pude remediar: el poder me da asco" (04.02.2014). No en vano a la ANECA la llamaba «أنيكها». Tampoco creo, dicho sea de paso, que la Complutense de los 80 fuera, en lo que al árabe respecta, el escenario de una contienda metodológica entre un docere delectando, por seguir con el poeta latino, y un docere cruciendo, habida cuenta de la tradicional aversión del arabismo hacia la pedagogía, calificada de superstición y alquimia por el sucesor de Codera:
Todo el mundo tiene virtud intrínseca para ser maestro; el único que carece de virtud directa y positiva para enseñar algún oficio útil o profesión es, precisamente, el pedagogo. [...]
La pedagogía, hablando en plata, parece que se inventó para que unos tontos enseñasen a otros tontos. ¡Y con esta alquimia se figura el mundo que salen listos!
---Julián Ribera, La superstición pedagógica, Madrid, 1910, I, p. 17, 69, n.1.
Que se puede "saber árabe sin conocer [a la manera del filólogo] el árabe" es obvio: de otro modo no habría hablantes nativos. Y también que se puede conocer el árabe sin saber árabe: de otro modo, si se me permite la broma, no habría arabistas. Lo que era y sigue siendo motivo de desencuentro, pienso yo, es si estos últimos deben o no reunir ambos conocimientos: el procedimental (saber hacer, en este caso, hablar árabe) y el proposicional (conocer hechos). Ribera, que parecía creerlo necesario, aún podía permitirse, sin embargo, pontificar que "lo que no se sabe, no se puede enseñar directamente: uno que no sepa hablar es imposible que pueda presentarse como ejemplo y modelo de oradores parlamentarios" (p. 17) o alegar que si cristianos como él no aprendían árabe era por culpa del carácter de los moros, idea, la verdad sea dicha, aparentemente común en la época:
Los moros cuando no se les pronuncia bien, no entienden o fingen no entender o corrigen en tono despectivo porque hay todavía muchos que creen que su idioma es inabordable para los cristianos. [...]
He de advertir a los alumnos que aun cuando después de alguna práctica se encuentren con un moro a quien no entiendan bien o que no le entiendan nada, que no se desanimen, pues esto no significa retraso alguno ni que saben menos de lo que creían, sino que los hay que suprimen muchas letras o que ligan mucho y muy deprisa unas con otras y que todos los moros, cuando hablan de cualquier asunto (sobre todo si les interesa a ellos), lo hacen como si su interlocutor tuviese obligación de estar perfectamente enterado de él y esto da lugar a que no se sepa lo que dicen aun entendiendo perfectamente las palabras.
---Mariano Fernández Berbiela, Ensayo de gramática de árabe vulgar con aplicación al dialecto marroquí, Ceuta, 1911?, p. ix-x.
Poco a poco, sin embargo, los arabistas españoles, yo diría que a partir de García Gómez, se verán obligados a ser políticamente correctos y fingir, con más o menos convicción o voluntad, que saben árabe. A Corriente, espectador y a la vez protagonista de ese arabismo que yo no he conocido, no podía dejar de preguntarle (07.11.2011):
La pregunta que me haces sobre si García Gómez, que sabía mucha historia y otras cosas y hacía traducciones bastante buenas y elegantes, dominaba el árabe hablado, o era capaz de escribir en él correctamente y calamo currente, sólo tiene una respuesta: nadie de la generación anterior a Granja, Fórneas y Cortés había adquirido algo de eso. [...] Generaciones posteriores no siempre superaron ese nivel: si aprendían algo, lo olvidaban pronto, porque aquí no se llevaba, ni estaba bien hacer gala de más. No te creas ninguna otra cosa que te cuenten, porque la historia para no ser repetida, debe ser contada como fue, y la lección, aprendida. Por lo demás, los alumnos siempre reaccionaron bastante bien a mis intentos de enseñar el árabe como lengua viva; eran los colegas los que me miraban mal, como dice el poeta: maa baalu ahliki, yaa rabaabuu/ khuzran ka'annahumuu ghiDaabuu [ما بال أهلك يا رباب / خزرًا كأنهم غضاب].
Aunque era un tema que no le agradaba tratar: "Las anécdotas sobre arabistas tradicionales tratando de fingir que sí hablaban árabe son inacabables y a mí hace tiempo que dejaron de hacerme gracia, porque las consecuencias han sido más trágicas que cómicas" (12.12.2011).
No creo, por retomar la cuestión, que de Corriente disgustara tanto su metodología, más rigurosa o exhaustiva que novedosa o efectiva respecto de la imperante, como su objetivo; ni parece que ese "estructuralismo mal entendido" y ludopático en boga, según Peña, produjera materiales didácticos, ni semejantes ni distintos de los suyos, que se emplearan en lugar de éstos y puedan evaluarse ahora. Lo que Corriente denunciaba en el célebre prefacio de su Gramática es que se pretendiera "segregar una «lengua árabe moderna» que podría estudiarse, con independencia de la «antigua» y de los dialectos, y que sería la lengua que realmente hablarían y escribirían los árabes de hoy" (p. 10), un presunto "«árabe moderno hablado», el cual, hoy por hoy, sin referirse a los dialectos, no existe" (p. 11). Así se aprecia también, o tal vez mejor, en varios de los mensajes suyos que conservo, donde se hace patente que no era cómo, ni qué siquiera, sino para qué enseñaba lo que le reprochaban: "En la UCM [...] intenté elevar el nivel de los alumnos, con listas de vocabulario básico, que utilizaba en ejercicios y dando alguna clase en árabe, como la de dialectología, lo que no parecía mal a los estudiantes, pero sí a algunos colegas, alguno tan necio que dijo que no teníamos que ser la Escuela Berlitz" (29.11.2011). "Ya sabes", insistía un año después, "que yo intenté en la UCM dar clases en clásico para que los alumnos se acostumbraran a la lengua de registro alto [...] y que la asignatura llamada «árabe vulgar» fuese realmente un curso de dialecto, pero me lo recibieron tan mal que tuve que hacer las maletas" (26.10.2012). A poco que se considere se verá, y en esto creo que el profesor Peña podrá estar de acuerdo conmigo, que Corriente no pretendía nada que no se hubiera tratado de poner en práctica, treinta o cuarenta años antes, en la formación de traductores e intérpretes para el Protectorado de Marruecos. "El árabe es una lengua extranjera un tanto peculiar", opinaba, "y también requiere una pedagogía realista, o sea, con resultados que mejoren la mala prensa que tienen los arabistas de no estar muy enterados de lo suyo" (01.02.2012); pero jamás me hizo la menor observación o comentario acerca de cómo, en su opinión, se podían obtener esos resultados, y está de más indicar que a base de gramáticas, diccionarios o listas de vocabulario y crestomatías no se sale del denostado método gramática-traducción, sino más bien lo contrario. Contemplada en su conjunto y en mi humilde opinión, la obra didáctica de Corriente describe más que enseña el árabe, permite conocerlo más que utilizarlo, traducirlo a tientas más que hablarlo; y aunque el propósito de su autor no hubiera sido ése, sí que es, de cualquiera de las maneras, el uso que se le ha dado. De ahí que a algunos estudiantes Corriente nos sonara a muermo y a otros más jóvenes les siga ocurriendo.
Recapitulando, yo diría que "aquel «falso amanecer»", en la expresión de Peña (p. 413), que alude al nombre de la luz zodiacal en la tradición islámica (الفجر الكاذب) y al título de Naguib Mahfuz [نجيب محفوظ], era tan inevitable como su protagonista singular, por no decir sideral, y que un amanecer de verdad no lo para nadie. Entiéndaseme bien: siempre he sido partidario de que cada palo aguante su vela, pero me parece un error y un engaño esperar, primero, "un cambio inminente" salvífico y casi que mesiánico, y contentarse, después, con señalar al Judas, Pilatos o Barrabás de turno para seguir como estábamos. Esas "razones que algún historiógrafo del arabismo español", augura Peña, "tal vez llegue a desvelar" (p. 412) puede que susciten morbo, pero entrañan poco misterio. "Ocurrió hace mucho tiempo porque tenía que ocurrir", consideraba el propio Corriente, "y lo triste es que la gente no piense en las consecuencias de sus acciones, ni en corregir lo que está mal, sino en encontrar culpables" (29.11.2011). Bastante más dificultad, creo yo, hallaría ese historiador (que haría bien en tener algo de sociólogo) en explicar que desde entonces a esta parte hayamos avanzado tan poco y siga siendo posible, y hasta común, "no aprender demasiado árabe, ni a hablarlo, ni escribirlo, ni permitir que otro lo intente, y otras muchas cosas que, si las dices en voz alta, te salen enemigos debajo de las piedras" (25.10.2012).


"No sé", se pregunta Luz Gómez en Twitter, a raíz del obituario que dedica a nuestro colega en El País, "si era muy consciente de cómo nos ha marcado como arabistas. Igual hasta renegaría de much@s de nosotr@s". A mí, en cambio, siempre me extrañó que renegara tan poco del gremio, y no ya en comparación conmigo mismo (que quizá no lo hago mucho más que otros, pero sí a los cuatro vientos), sino estando en mejor posición que nadie para hacerlo. "Déjalo estar así, no lo publiques", me pedía una vez al señalarle que cierto mensaje suyo dirigido a SEEA-L lo había recibido sólo yo, "que a mí sólo me interesaba la comunicación contigo, y no es que no tenga otros colegas muy apreciados en el oficio, seguramente la mayoría, pero hay otro sector enloquecido [...] que es mejor que ni se acuerden del santo de tu nombre" (31.01.2014). Justo es decir que él, por su parte, nunca me mentó los de estos exotófilos autonfalólatras, al contrario que los de sus amigos y llorados maestros, lo que obligaba a mi curiosidad malsana a hacer cábalas para tratar de identificarlos, siguiendo las pistas que me dejaba.
La clave de la magnanimidad de Corriente está, tal vez, en lo que denominaba su iluminación shushtariana (19.01.2016):
Hace muchos años, aproximadamente desde que me iluminó Ashshushtari [الششتري], que me importan más las verdades y los hechos que las personas y sus opiniones, y el problema es distinguir unos de otros. Trabajo en ese sentido todo lo que puedo, me equivoco con la frecuencia estadísticamente inevitable en la aparente carne, y agradezco a quien me corrija bona fide, que es lo más frecuente afortunadamente.
O en esta otra observación que me hacía tiempo atrás (23.10.2012):
Ya hace años dije en el prólogo de mi Gramática que no me hacía ilusiones de ser considerado sino tangencial a nuestro arabismo porque, habiendo tenido una formación y vida distintas, por circunstancias que no empeño, no era fácil ser aceptado sin fastidio, y así ha sido, y la verdad es que me importa poquito, porque yo sólo me preocupo de trabajar y ver si puedo descubrir cosas.
Y que remite a ese prefacio, en el que se decía "dolorosamente consciente del escaso eco que tiene su voz entre los más de los arabistas españoles, entre los que sabe no poder contarse" (p. 12-13), y a la propia incertidumbre de Luz Gómez. A este respecto, alguna vez tuve el descaro de referir a su autor cómo algunos compañeros míos de carrera y éste que escribe "nos representábamos a Corriente como una especie de criatura diabólica, que había forjado el diccionario con el que nos torturaban nuestros profesores" (24.10.2012), y cómo había descubierto, hacía poco, que el abuso que hacen algunos colegas de ciertas obras suyas seguía provocando un efecto parecido en los alumnos: "F. Corriente, cuánto daño has hecho", llegué a ver un día escrito en la pizarra de un aula compartida. "No ignoro", replicaba, "que mi docencia del árabe y obras para ese fin me dieron mala fama entre algunos alumnos, incluso los míos, con o sin incitación de algunos colegas molestos con mis propósitos, [...] pero es que yo aterricé aquí en una situación terrible, con la Crestomatía de Asín por toda gramática, llena de disparates, de lengua y pedagogía, y el Belot como diccionario, para lo cual había que saber bastante francés, y las lenguas extranjeras nunca fueron nuestro fuerte" (25.10.2012). Y continuaba en estos términos:
De manera que me lancé a ayudar, rompiendo ciertas reglas y creando confusión, que algunos no han perdonado y aún dura. Pero me daba y me da vergüenza el nivel de árabe en nuestras universidades, y que una vez me dijera el Director del Instituto Egipcio que allí no se recibían otras cartas en árabe, en respuesta a las que ellos mandaban a los colegas, que las mías [cf. "Tres mitos contemporáneos frente a la realidad de Alandalús", en M.C. Feria y G. Parrilla, Orientalismo, exotismo y traducción, 2000, p. 41]. Y ahora en vez de hacer las cosas bien con el material disponible, que es mucho, incluso grabaciones, andamos enseñando «interárabe», que no sirve para entender el periódico, ni para comprar patatas, sino sólo para hablar con algunos árabes cultos que lo han aprendido a su vez, como lengua extranjera, y todo por no reconocer que el árabe es diglótico, y hay que saber el clásico, para no ser un burro bilingüe, y algún dialecto, el que a cada cual le interese más por las circunstancias. (Ídem)
"Por cierto", añadía un día después, "que nunca pretendí que mi Gramática se usara con los alumnos, sino que fuera un «libro del maestro», para que los docentes supieran lo que no debían ignorar: para los alumnos hice los «Elementos y ejercicios», tan mal recibido que va a ser difícil reimprimirlo" (26.10.2012); refiriéndose aquí, imagino, a su Introducción a la gramática y textos árabes (Madrid, 1986), reeditada como Gramática y textos árabes elementales (Madrid, 1990); lo que me recuerda al Vocabulario árabe graduado (Barcelona, 2013) que publicó junto a Monferrer y A.S. Ould Mohamed Baba, y al que dedicó una alumna mía su trabajo de fin de grado, que consistía, básicamente, en comparar la obra con el diccionario de frecuencias de Buckwalter y Parkinson (A Frequency Dictionary of Arabic, 2011) y tratar de averiguar qué procedimiento, ya que no lo mencionaban, habían seguido Corriente y compañía para seleccionar y graduar su vocabulario. Cierto murmurador, ahora que recuerdo, se preguntaba en un grupo privado de Facebook cómo era yo "capaz de ver las virtudes" de esta obra (y no las de otras que él vendía), cuando jamás lo he hecho ni dicho en ninguna parte. Y si bien es cierto que a Corriente no llegué a importunarle con mi parecer, no lo es menos que, entre etimología y topónimo, sí le hablé de mi alumna y del objeto de su trabajo, convencido de que la atendería como a mí mismo. Devoción, sí; ciega, no.
Tiendo a pensar, en definitiva, que Corriente, que más que tocar la circunferencia del arabismo en un punto, cual tangente, la atravesó como una secante, era consciente de la impronta de sus obras en varias generaciones de arabistas, sí, pero también de no haber conseguido dejarla en otros aspectos, incluidos los más prácticos. "El gran fracaso de mi labor", se lamentaba, "una enciclopedia toponímica hispánica enfocada a los arabismos, es irrenunciable y la debierais emprender los suficientemente jóvenes y capaces [...]: no será fácil conseguirlo, pero es el único camino. Por ahora sólo se hacen estudios muy parciales y con metodología tirando a floja, y así no se va muy lejos" (06.02.2014). Un par de años más tarde, y a raíz de una crítica sobre su tratamiento de los berberismos en el andalusí que le había hecho llegar, me comentaba que, más que el volumen IV de su Encyclopédie linguistique d'Al-Andalus, que acaba de ver la luz, le preocupaba el V, "el de la toponimia, porque es el gran punto flaco de todos nosotros, por descuido secular y pérdida de información, y además llegaré muy viejecito, si es que llego" (08.01.2016). Ignoro, porque su último mensaje es de enero de 2018, en qué punto andaba del proyecto y cuándo verá la luz, después de haberse cumplido, tristemente, el segundo de sus pronósticos.
Debe ser porque me voy haciendo yo también mayor que cada vez aprecio más a menos gente, si se me permite la ¿lítote? Pero no es porque aprecie a Federico, que lo hago y bastante, o porque me crea una especie de albacea o apóstol suyo, por lo que he querido verter aquí, literalmente, fragmentos de los mensajes que me dirigía desde su Eudora, sino porque pienso que ilustran bien y complementan esa conciencia y compromiso deontológicos con que salpimentaba prólogos, prefacios y notas a pie de página, y pueden ser de algún interés para colegas más jóvenes con inquietudes similares.
Quisiera, para terminar, por una vez y sin que sirva de precedente, no haber disgustado ni incomodado a nadie, pero eso me expondría, tal vez, a traicionar su memoria. "Veo que tú también has sido iluminado místicamente" (21.01.2016), bromeaba una vez que me dio por señalarle que "centellitas de la esencia del Uno" las hay "que iluminan el cielo nocturno y otras que incordian como pavesa en la ropa" (20.01.2006). A él, que se extinguía hace una cuarentena, ya no le puedo desear nada, aunque una vez me dijo que contaba con tener cerca un teléfono "como los de toda la vida" (01.02.2012). A las centellitas que quedamos, luz de esa shushtariana.