25 de octubre de 2013

Caminos para los que vengan

Si los arabistas no tienen más porvenir que las cátedras de árabe, de las universidades, estamos perdidos. Yo quiero asegurar caminos para los que vengan.
---Julián Ribera, en Marcelino Menéndez Pelayo, Epistolario, vol. XVI, carta nº 500, 11.06.1902 (tarjeta postal).
Los datos que arroja el Libro blanco sobre la situación laboral de los licenciados en Filología árabe y la valoración de la formación recibida por éstos en la universidad, ambas cuestiones estrechamente vinculadas, revelan una escasa adecuación de nuestros estudios a las demandas del mercado, ya sea por la falta de oferta laboral para perfiles tradicionales como la docencia [sic], o por la falta de una formación conveniente que capacite al estudiante para el ejercicio profesional en perfiles emergentes como la mediación lingüística o cultural.
---J. Barreda, C. García Cecilia y F. Ramos, "La lengua árabe en el Espacio Europeo de Educación Superior. Consideraciones para la enseñanza y el aprendizaje del árabe como lengua extranjera en la universidad", en M.J. Frau y N. Sauleda Parés (eds.), Modelos de organización de profesores en la educación universitaria, vol. II, Alicante, 2007, p. 262.

El pasado jueves, 3 de octubre, tuve la ocasión de participar, invitado por la Fundación Premio Convivencia y la Sociedad Española de Estudios Árabes, en una mesa redonda sobre el futuro de los Estudios Árabes que tuvo lugar en Ceuta dentro del ciclo Al-Multaqa: un encuentro con la cultura árabe, acompañado de los profesores Emilio González Ferrín, Maribel Lázaro Durán y Jorge Lirola Delgado, y actuando de moderadora Lidia Fernández Fonfría. Desde estas líneas, faltaría más, quisiera manifestar mi gratitud a los organizadores del acto por contar con mi voz, por lo general, disonante.

Cuando uno habla tanto de un tema como yo del arabismo no resulta fácil saber por dónde empezar, y si se trata además de mirar hacia el futuro dos son las posibilidades, aunque con una, a menudo, se pretenda desembocar en la otra: conjeturar cómo va a ser o formular cómo debería ser. Yo opté por esta última, considerando que la mejor manera de afrontar ese porvenir hipotecado del que hablaba Martínez Montávez hace ya varios años es identificando aquellos errores de los que el arabismo ha sido hasta la fecha el principal responsable, y buscándoles remedio. Existen quizá otras más arteras, pero cabe preguntarse si su objetivo es ganar tiempo o más bien detenerlo, para que todo siga como hasta ahora.

Sin duda hay quien considera que sacar a relucir las carencias del arabismo es tirarse piedras sobre el propio tejado, de modo que para mi intervención en el acto empleé piedras de segunda mano, caídas ya sobre la techumbre y de ésta al suelo: el mismo estudio de la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA) que Barreda, García Cecilia y Ramos, una encuesta publicada en el Libro blanco del Título de Grado en Estudios en el ámbito de la Lengua, Literatura, Cultura y Civilización, de fácil acceso para cualquiera que desee consultarla y que se realizó entre diciembre de 2004 y enero de 2005 a 4.968 licenciados en este ámbito, 31 de ellos en Filología Árabe. "Con menos de 50 respuestas", ya lo advierte el propio informe, "el sesgo de éstas puede inclinarse hacia la alabanza o la crítica, sin poder asegurarse una objetividad incuestionable en estas respuestas, dada su escasa representatividad numérica" (p. 200), pero con ello la Filología Árabe no hace sino situarse en el mismo grupo que la Eslava, Hebrea, Italiana, Portuguesa, Románica y Vasca; y, por otra parte, 27 de esos 31 encuestados, con edades comprendidas entre los 23 y los 32 años, representarían aproximadamente el 5% del total de los licenciados en Filología Árabe entre 1998 y 2004 (544).


Con respecto a esta titulación, varios son los datos que llaman la atención en la encuesta y que la ANECA, a través de este Libro blanco, pone a disposición del público:
  1. De cada 100 licenciados en Filología Árabe, 49 no tienen trabajo, 43 trabajan en algo sin relación con su titulación y sólo 8 trabajan en algo relacionado (ninguno en la enseñanza universitaria, ninguno en la Administración y ninguno como traductor). Es la titulación con más paro después de Filología Gallega.
  2. Filología Árabe tiene el porcentaje más alto (65%) de licenciados que no trabajaron en nada durante la carrera.
  3. Un 61,3% de los licenciados considera que las salidas profesionales de esta rama son pocas o muy pocas.
  4. El 77% de los licenciados dice haber necesitado formación complementaria para su inserción laboral. 
  5. Los licenciados en Filología Árabe son los que más estudian una lengua distinta de la de su titulación (29 de cada 100).
  6. Un 51,6% de los licenciados en Filología Árabe valora negativamente (poco o nada adecuada) la formación que han recibido. Es, con diferencia, la peor valorada de todas las especialidades, seguida de lejos por Filología Hispánica, con un 11,9%.
Y sin duda varias son también las conclusiones que se pueden extraer de estos resultados, sobre todo si se cruzan con los de otras especialidades. Es interesante, por poner un ejemplo, que entre los licenciados en Filología Eslava haya menos desempleados, y que un 7,4% (frente al 7,5% en Filología Árabe) trabaje en algo relacionado con sus estudios. Si junto al contexto geográfico e histórico consideramos el número de hablantes nativos como una posible fuente de oportunidades laborales, las cifras dan que pensar, incluso si contamos con un supuesto boom en el caso de las lenguas eslavas frente a una oferta menor, por espaciada, en el del árabe: sólo entre 2008 y 2011, según datos del INE, España recibió 1,7 veces más inmigrantes árabes que eslavos; mientras que a finales de ese último año marroquíes residían en nuestro país 801.690, frente a 260.000 búlgaros y polacos, por comparar los dos grupos mayoritarios de hablantes en uno y otro caso. Lo interesante, además, es que de los licenciados en Filología Árabe que dicen trabajar, como apuntaba arriba, ninguno lo hace como traductor, mientras que el porcentaje en Filología Eslava llega a un 13%. Sabemos por otra parte, gracias al Libro Blanco de la traducción y la interpretación institucional (MAEC, 2010, p. 61), que un 47% de las plazas de traductores-intérpretes de la Administración de Justicia están vacantes. "Los intérpretes más demandados", indica el mismo Libro Blanco, "son los de árabe, inglés y francés" (p. 53).

Es también llamativo, a este respecto, el hecho de que los perfiles profesionales que más valoran tanto docentes como antiguos alumnos sean la enseñanza universitaria y la investigación filológica o lingüística, seguidos, sólo en el caso de los segundos, por la traducción, que a lo largo del informe se presenta como una salida natural del licenciado en Filología, con independencia de que exista, aparte, un título en Traducción e Interpretación. Extraña, p. ej., a menos que se trate de una mala redacción, que para Barreda, García Cecilia y Ramos la "escasa adecuación" de estos estudios al mercado laboral pueda achacarse bien a la falta de plazas docentes, bien a la falta de una formación idónea para otros menesteres, asumiendo con ello, o así lo parece, que la docencia requiere una competencia lingüística y cultural menor que esos "perfiles emergentes", lo cual, desafortunadamente, viene siendo cierto desde antiguo: "Los alumnos", decía ya Guillermo Rittwagen en 1909, "aprenden un árabe convencional para enseñar mañana a su vez a otros alumnos, un árabe de fantasía".

Se confirma así el silencio a voces en torno al que gira buena parte de las entradas de este blog: el desinterés y la despreocupación de los arabistas, en general, por la enseñanza y el dominio efectivo del árabe; una actitud, ésta, tan paradójica como sintomática e ilustrativa, a más no poder, de la relación con su objeto u objetos de estudio, y que raya en lo esperpéntico cuando se trata de disfrazar o incluso de paliar con fórmulas magistrales.

Ante la evidencia de que los resultados no son los esperables se arguye, y no sin parte de razón, que con el número de horas lectivas previstas en los actuales planes de estudio es poco menos que imposible convertir a una mayoría de alumnos principiantes en profesionales de la lengua, pero, ¿hay que deducir de este razonamiento que a la docencia no le falta calidad tanto como tiempo? Yo opino que no, para empezar porque hay asignaturas en que el árabe podría recibir una atención y uso de los que a veces, lamentablemente, no goza ni en las de lengua, pero sobre todo porque el argumento tiene algo de capcioso en cuanto que no se asume en todas sus consecuencias: si no hay tiempo para más, ¿para qué lo hay exactamente? ¿qué es lo menos que se puede hacer con él? ¿podría dar más de sí? Para empezar, quienes diseñan los programas de estudio, habida cuenta de la necesidad que existe de disponer de un número suficiente de estudiantes que justifique la pervivencia de titulaciones y asignaturas, ¿están siendo completamente honestos a este respecto o están prometiendo el oro y el moro con tal de atraerlos? ¿y quienes luego evalúan su aprendizaje? ¿son todo lo exigentes que cabría esperar, aun a riesgo de perderlos por el camino, o tienden más bien a contemporizar? Más aún: si se admite que el tiempo es insuficiente y la capacitación lingüística que se ofrece, en consonancia, también, ¿por qué basta, en cambio, como acreditación para enseñar el árabe en cualquier universidad, y qué efectos es de suponer que tenga en la docencia, si no es el de perpetuar el círculo vicioso que denunciaba Rittwagen al contemplar el arabismo de su época?

La sesión de la mesa redonda fue grabada en vídeo, creo, e imagino que la SEEA lo difundirá en breve a través de su canal de YouTube, con lo que quienes no estuvieron presentes podrán extraer sus propias conclusiones. Mi impresión es que siguen invocándose pretextos de todo tipo con la intención de quitarle hierro al asunto, aunque cada vez con menos convicción, bien porque la crítica va calando, bien, cosa que me parece bastante más probable, porque el compromiso con el gremio en general, y el de algunos en particular con su defensa a capa y espada, ha ido decayendo y casi nadie se da ya por aludido. Resta por saber si quienes no comparten ya techo son conscientes de que no por ello están pisando sobre distintos cimientos.

Actualización (21.11.2013)
Finalmente no hay vídeo de la mesa redonda, sólo una presentación en el que sirve de resumen de las jornadas.

18 de octubre de 2013

Ecos con voz propia



La entrada de hoy es audiovisual y bibliográfica a partes iguales.

Hace un par de semanas, coincidiendo con que asistía a una mesa redonda sobre el futuro de los estudios árabes (a la que pronto dedicaré una entrada, Deo volente), el periodista Pablo Matés me entrevistó para el espacio Con voz propia de Ceuta TV, "un programa", según reza la publicidad de la cadena, "que busca ir un poco más allá de la entrevista dando voz a los invitados en una conversación amable e inteligente". Hablamos del arabismo español, de prejuicios (los que el arabista puede arrostrar en su sociedad, pero también arrastrar con ella) y, cómo no, de la polémica en torno al árabe ceutí.

Quienes siguen este blog recordarán que en una de sus últimas entradas abordé, precisamente, la entrevista que Matés le hizo por entonces a Francisco Moscoso, profesor de Lengua árabe y dialecto árabe marroquí de la UAM, con motivo de una conferencia que impartía en la ciudad autónoma y en la que abogaba por convertir el árabe nativo hablado allí en idioma cooficial y emplearlo como lengua vehicular en la enseñanza. Ni que decir tiene que el alegato de Moscoso provocó reacciones más que previsibles, aunque no por ello excusables y, de cualquier modo, en las antípodas, quiero pensar, de las críticas que yo mismo vertí en este blog. Habrá, empezando por el propio Moscoso, quien las encuentre también irrespetuosas, pero no hay adjetivo que le haya dedicado a sus desaciertos, opino yo por el contrario, que esté fuera de lugar.

Así las cosas, la referencia a este asunto durante la entrevista era obligada. Puesto que el interesado no ha tenido a bien ejercer su derecho de réplica como le propuse en su día, no me voy a extender más sobre este particular, pero sí que me gustaría insertar aquí un par de citas (realmente una envía a otra) que vienen al pelo, sobre la actitud con que deberían contemplarse determinados fenómenos sociolingüísticos, como la diglosia en este caso:
Diglossia in Arabic has been considered by some linguists as a cause of the high illiteracy in some Arab societies or, through the high veneration and allegiance given to the fusha, as a reason for the inability of Arab societies to modernize effectively. [...]

These views of diglossia and its presumed consequences in the Arabic-speaking countries are not supported by valid empirical data or incontrovertible intellectual arguments. One can point out, with Fishman (1984), that arguments of this kind are, in the final analysis, ideological in nature. [...] Opposing diglossia and seeking, effectively, to dissolve it in favour of vernacularisation, as Haeri seems to advocate, is an ideological position as much as defending diglossia for political reasons, in fact, is. There is nothing wrong in principle with advocating either of these two positions, provided that one is clear about the nature of the epistemological claims one is making. Notwithstanding the fact that language ideologies are a worthy field of enquiry, presenting the ideological in either case as intellectual and empirical is, at best, a case of 'category hopping' or, at worst, an attempt at dressing up ideology as 'science'.
---Yasir Suleiman, Arabic, Self and Identity. A Study in Conflict and Displacement, Oxford University Press, 2011, p. 40-41.
The price that society may need to pay for diglossia arrangements (a price such as well-defined territoriality principles or intimacy/local vs. formality/supra-local distinction conventions) may be worth every penny, relative to the price of "simplified" equalization solutions that would destroy such arrangements but bring with them a host of attendant problems tantamount to cultural disruption as well.

The accompanying criticism that accuses diglossia arrangements (or diglossia-focused scholars) of being unsympathetic to the economic mobility aspirations of "the masses of urban poor," or to economic factors in social change and in social control, are simply further evidence of a regrettable tendency to confuse one's own political-ideological rejection of a particular sociocultural convention with the responsability for objective and parsimonious description of that convention. [...] It is the breathless penchant for simplistic determinism as a whole, and for ideological determinism in particular, that mars the academic judgement in such instances. However, there may be and need to be no prior agreement on the desirability of diglossia in any particular instance in order for researchers to proceed with an intellectual task at hand. To my mind, indeed, there is no good reason always to favor diglossia or to consider it to be a wise or desirable social arrangement for the solution of each and every ethnocultural problem, any more than there is any good reason to oppose it always.
---Joshua A. Fishman, "Epistemology, Methodology and Ideology in the Sociolinguistic Enterprise", Language Learning, 33:5 (1984), p. 33-47; p. 40.

Volviendo a la entrevista, he de decir que me sentí muy cómodo y que desde aquí agradezco de nuevo a Matés y a Ceuta TV su invitación; y también, por supuesto, a Emilio González Ferrín el cumplido con que me pasó el relevo. Mi agradecimiento igualmente a la profesora Estela Navarro, colega de la EOI de Ceuta y excelente anfitriona, que tuvo la amabilidad, entre otras cosas, de concertar la entrevista y acompañarme.