13 de junio de 2011

Los secretos del árabe

Borges y Kodama visitando la necrópolis de Guiza en Egipto
This exemplary anecdote leaves us with the much more melancholy image of an old man defeated. How much of the Arabic language could an eighty-seven year old blind man, dying of liver cancer, hope to learn in a few lessons?
---Dominique Jullien, "In praise of mistranslation: the melancholy cosmopolitanism of Jorge Luis Borges", The Romanic Review, 98, 2007, 205-223, p. 205.

Es de sobra conocida la anécdota de que Borges, que decía que "en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos" (aunque haberlos, haylos) y que había leído a Dante, Ariosto, Tasso, Croce y Gentile en italiano pero era incapaz de hablarlo o de seguir una película en dicho idioma (cf. J.L. Borges, "Autobiographical Notes", The New Yorker, 19.09.1970, p. 40), recibió de un profesor egipcio, meses antes de morir, clases de árabe:
"Las últimas semanas inclusive nos pusimos a estudiar árabe". La idea se le ocurrió a ella [María Kodama], al ver que era imposible contratar a un profesor de japonés que aceptase continuar dando clases en el hotel. Antes del japonés habían estudiado juntos islandés y anglosajón antiguo. Un domingo, a las once de la noche, María leyó un aviso en el diario sobre un profesor egipcio que ofrecía clases de árabe. Lo consultó a Borges. "Por supuesto, por supuesto —la alentó de inmediato—, piense en Las mil y una noches". El egipcio, que vivía en Lausana, al principio desconfió acerca de las intenciones de la desconocida que lo llamaba a esa hora para empezar a tomar clases en la habitación de su hotel. Sin embargo, a la mañana siguiente fue al encuentro. Ella lo esperaba en el lobby. Se saludaron, pero como sucede con frecuencia, sin prestar demasiada atención a los apellidos. Ella sugirió entonces que subiera porque alguien más iba a participar de la clase. El egipcio sonrió. Cuando María abrió la puerta, el recién llegado reconoció de inmediato al anciano y se puso a llorar. Había leído la obra completa de Borges en francés. Propuso enseñarles árabe sin cobrar, pero ellos no aceptaron.
---Héctor D'Amico, "Una visita a Borges", La Nación, 20.11.1993.

La propia María Kodama la ha referido en más de una ocasión, como en esta entrevista con José Tcherkaski (Conversaciones con mujeres de escritores, Buenos Aires, 2003, p. 53) o de nuevo hace un par de días en Casa América. "Ahora", dice Elsa Fernández-Santos en El País (11.06.2011), "sabemos que entre todos los saberes que se extinguieron con él se contaba también un incipiente conocimiento de árabe", aunque ya muchos años atrás Erika Spivakovsky ("In Search of Arabic Influences on Borges", Hispania, LI, 1968, p. 223) le atribuía al argentino un conocimiento de la lengua, "however imperfect that might be", y de la escritura ("he can write Arabic script"); esto último, erróneamente, a la vista del menú de un restaurante árabe bonaerense, sito en el hotel La Rosa Blanca («لوكندة الوردة البيضاء لصاحبها خليل إبراهيم»): sobre la carta del día, reproducida en Cahier de l'Herne 4 (1964) y escrita en árabe a mano por un nativo, alguien del restaurante, anota Borges de su puño y letra unos versos de al-Mutanabbi (المتنبي) traducidos al español.

Pero aunque D'Amico es probablemente el primero en sacar el episodio a la luz, como sostiene Pablo Tornielli ("Algunos motivos árabes e islámicos en la obra de Borges", Borges Studies Online, 20.10.2001) y con él la profesora Dominique Jullien (citada al comienzo de esta entrada), una primera alusión al profesor egipcio se encuentra en una entrevista con María Kodama publicada un par de días tras la muerte de Borges (el 14 de junio de 1986) pero realizada en vida de éste:
Nadie podría confundirla con una turista mientras vaga por la ciudad vieja de Ginebra, toma un lento café, fuma sus larguísimos cigarrillos negros, descifra los signos árabes de ese diario egipcio (El Anhar, se llama) que la acompaña [...].
María Kodama se esfumará al fondo de una angosta calle de la ciudad vieja. Pero con todo, y como un adiós hermético, fiel a sí misma, dirá que está descubriendo los secretos del árabe, cuyas letras se mueven misteriosamente, que las vocales son caminos intermedios entre dos sonidos que le permiten revivir el desierto, que tiene un exótico profesor llegado de Alejandría, que Borges espera el luminoso día en que ella le pueda leer el Corán en árabe.
---"Entrevista a María Kodama. La mujer que acompaña a Borges en el laberinto", Cambio 16, 759, 16.06.1986, 153-157 (154-5).

Y en la que es ella, y no su marido, quien parece estar recibiendo las clases.

Según la anécdota, la misma Kodama le escribía a Borges, ciego desde hacía años, las letras del alifato en la palma de la mano (aunque en alguna versión no queda claro si era ella o el profesor quien lo hacía; como tampoco en qué idioma había leído su obra —si en árabe, "egipcio", francés o inglés— este último, admirador suyo hasta el punto de llorar, arrodillarse y besarle la mano de emoción cuando supo que iba a "tener el privilegio y el honor de ser su maestro": en una rápida búsqueda no he conseguido dar con ninguna traducción al árabe anterior a la fecha de su muerte, en 1986).
Nous avons cherché et trouvé un professeur de littérature arabe, un monsieur égyptien d'Alexandrie. Nous l'avons rencontré à Genève. Il était très petit et très mince comme un bas relief égyptien! Ce monsieur ne savait pas que Borges allait devenir son élève. Quand il avait aperçu Borges au fond de la chambre d'hôtel, il s'est mis à pleurer. Auparavant il avait lu toutes les traductions disponibles en arabe des oeuvres de Borges. Par la suite, nous sommes devenus très amis. Cet homme m'a enseigné les lettres de l'alphabet arabe, à la suite de quoi j'ai fait des dessins des lettres arabes sur la pomme [sic] de la main de Borges. [...]

Borges savait qu'il allait mourir, pourtant le fait de lui avoir trouvé un maître pour lui enseigner l'arabe le réjouissait beaucoup.
---Jaâfar Kansoussi, "Les mille et un contes de la place Jema' el Fna", Horizons maghrébins, 39, 1999, 15-18 (17).

A la pregunta de Tcherkaski sobre el tiempo que duró la relación con aquel "profesor egipcio de Alejandría, con grandes ojos, divino" que les enseñaba árabe en Ginebra y con el que pasaban horas y horas tomando té, responde Kodama:
—Unos meses. Cuando Borges comenzó a fatigarse, a no sentirse tan bien, suspendimos las clases.
¿Volvió a verlo?
—No.
Y me pregunto si no habría algo de borgiano, como parece haberlo ya en la anécdota, en que el profesor en cuestión saliera a la luz (siquiera literariamente) al cabo de un cuarto de siglo, e hiciera públicos sus recuerdos de aquel "merecido regalo" que iba a ser para él, como explica Kodama a Tcherkaski, "darle clases de árabe a Borges" antes de que muriese (p. 53-54).

3 de junio de 2011

Islamismus fugit historiae lumen dum fulget Iberis

Bien que al poco tiempo se les cae el alma a los pies, y se evaporan las arrobadoras ilusiones, al contacto de la suciedad real, y nace, por reacción en el alma, el desprecio a todo lo que se relaciona con los mentecatos moros. [...] Ese tránsito de sentimientos opuestos, no es raro que lo sufran los propios arabistas.
---Julián Ribera, "Más sobre Marruecos", Revista de Aragón, III (1902), p. 88.
Entusiasta admirador, durante su juventud, de la cultura arábiga, modificó luego estas ideas, poniendo verdadero empeño en demostrar que la literatura y las artes de los árabes nada tienen de original [...].

Allá, en su fuero interno, juzgaba como cosa igual a los déspotas y sanguinarios sultanes mahometanos y a los corifeos del liberalismo a quienes llamaba los modernos sarracénicos, creyendo de buena fe que España no había dejado de estar bajo el yugo musulmán, y que los jefes de los actuales partidos liberales eran legítimos sucesores de los antiguos reyezuelos de Taifas. 
---Antonio Almagro Cárdenas, Biografía del doctor d. Francisco Javier Simonet, catedrático que fue de lengua árabe en la Universidad de Granada, Granada, 1904, p. 75-76.

Emblema de la RAH ("Nox fugit historiae lumen dum fulget iberis.")
En El País parecen haber descubierto que hay en España una institución académica rancia ("anclada", dicen, "en la Historia"), cuya labor se ve comprometida a veces por la ideología política, y donde existen cargos vitalicios y una presencia oficial, protocolaria cuando menos, de la Iglesia Católica. Por momentos se diría que están hablando de algunas universidades públicas, pero no, se trata de la Real Academia de la Historia (RAH).