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1 de enero de 2016

Enseñanza integral del árabe hablado y escrito en Marruecos (I)

Los seguidores más fieles de Anís del moro saben ya de sobra, a estas alturas, de la adhesión de su autor al llamado enfoque integral del profesor Munther A. Younes, que preconiza una enseñanza simultánea y complementaria del árabe normativo y el dialectal, basada en el uso que hacen los hablantes nativos de uno y otro; una adhesión que viene de una década atrás y que ha ido madurando desde un compromiso inicial (y no poco voluntarista) con el espíritu de la idea, hasta su aplicación con carácter piloto desde finales de enero del pasado 2015, que es de lo que voy a hablar en ésta y, al menos, otra entrada posterior.

En España, como señalaba en una entrada publicada en este mismo blog hace poco más de un año y según datos de Eurostat, que ilustraba entonces con una tabla, residían en 2013 unos 830.000 árabes. De ellos, la inmensa mayoría la constituyen ciudadanos marroquíes (740.097: un 89%), seguidos de lejos por argelinos (57.691: un 7%) y mauritanos (9.380: un 1,1%). Sin embargo y contrariamente a lo que cabría esperar, tanto de estas cifras como de la historia contemporánea de nuestro país, la enseñanza del árabe marroquí (o del magrebí en general, incluida la hasanía) en la universidad española ha alternado hasta nuestros días momentos de presencia anecdótica con otros de llamativa ausencia, mas no, por poner un ejemplo, porque su descripción lingüística se haya descuidado particularmente dentro y fuera de ella, como podría pensarse: de hecho, el marroquí es muy probablemente, y de lejos, el dialecto al que se han dedicado más obras en España, por delante incluso del extinto andalusí.

No. Si "Marruecos, Sahara e Ifni", como ha referido Miguel Cruz Hernández, quedaron en un principio reservados a los africanistas y deliberadamente "fuera del ámbito cultural" de un catalizador del arabismo universitario español como fue el IHAC ("El profesor García Gómez y la creación del Instituto Hispano-Árabe de Cultura", Revista del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos, 28, 1996, p. 17–27; 21), uno de los arabistas más vinculados a aquél, Pedro Martínez Montávez, ha llegado a afirmar que "trabajar sobre el árabe magrebí exige un conocimiento de la lengua árabe mucho menor", motivo, tal vez, de que Marruecos, su primer destino árabe, desaparezca incluso de su discurso autobiográfico, en lo que no parece sino una prolongación de actitudes y prejuicios que se remontan a Codera y García Gómez, y perviven hasta hoy, a veces con energías renovadas, en forma de tópicos, p. ej., acerca de la mayor o menor arabidad o autenticidad (por no decir exotismo) de unos u otros países, sus habitantes y respectivos dialectos, todo lo cual los hace supuestamente más o menos atractivos para el becario, arabista, etc. Así se percibía, o al menos ése es el recuerdo que yo guardo, entre los arabistas de mi generación y otras anteriores, para los que, más allá del consabido, y casi que obligado, bautismo de fuego en el Instituto Bourguiba de Túnez, el arabismo empezaba y terminaba, como quien dice, en la antigua RAU, sobre todo el que García Gómez calificaba de "rigurosamente filo-árabe", por lo que muchos aspirábamos a una beca en Egipto o Siria, sin poder imaginar siquiera que habían sido aquéllos, y no otros geográfica y lingüísticamente más cercanos a Al-Andalus, los primeros destinos árabes del propio "don Emilio".

Nadie piense, sin embargo, que el lugar de ese árabe marroquí o magrebí, tan próximo, lo ha ocupado otro lejano, más exótico y menos hablado en España, pero árabe al fin y al cabo, porque no es así: la enseñanza oficial del árabe como lengua extranjera en nuestro país, tanto en universidades como en Escuelas Oficiales de Idiomas, está en manos de un profesorado en su mayoría no nativo (algo más de un 80% según mis cálculos) y, aun sin disponer de datos precios, no es descabellado aventurar que buena parte del mismo no sólo carece de una competencia suficiente en marroquí, argelino o hasanía, sino que tampoco la tiene en otros dialectos, por más que algunos finjan lo contrario y acaben, interrogados al respecto, jugando al ratón y el gato: bien el dialecto que ellos hablan siempre es otro distinto del que se trata, bien pretenden, al punto, que todo lo han olvidado y que con su árabe, en ello claramente distinto tanto del dialectal como del normativo, aparte de inolvidable, se bastan y se sobran en cualquier situación. No es, por descontado, que falten candidatos lingüísticamente más capaces, sino más bien que fallan los procedimientos de selección, debido en gran parte a intereses creados, pero también, y de manera tal vez más decisiva, a la nula o escasa consideración profesional y académica que recibe la enseñanza del árabe como lengua extranjera.

Con estos mimbres no es difícil imaginar cuál puede ser el alcance y cuáles las principales dificultades de implantar en España, siquiera como experiencia piloto, una enseñanza integral del árabe hablado y escrito en Marruecos, denominación esta con la que se pretende no tanto acotar el objeto y el objetivo del aprendizaje (puesto que dicho árabe, y en particular el escrito, diverge claramente de las fronteras del país, rebasando algunas y quedando lejos de otras), como anteponer el uso lingüístico a la dicotomía árabe nativo / árabe normativo, cuyo tratamiento desde un punto de vista didáctico no puede ser, de cualquier modo, el mismo que el de la lingüística descriptiva (y menos aún el de la mitología colonial); como tampoco puede pretenderse que la motivación y prioridades de todo el que estudia marroquí sean las de un dialectólogo, siquiera aficionado. Ello no quiere decir, por supuesto, que la presentación de la lengua y la actuación del profesor no deban estar guiadas en todo momento por el mayor rigor lingüístico, en particular en lo relativo a la variedad diatópica, sino que es un criterio de rentabilidad comunicativa el que ha de primar, pues se trata, ante todo, de que el alumno hable, entienda, lea y escriba con la mayor soltura posible, no de que desarrolle un conocimiento libresco de la lengua.

Volviendo al capítulo de la capacidades docentes, no puede desestimarse el riesgo de que algunos profesores perciban este tipo de enseñanza como una amenaza para su bourdiano capital simbólico y traten, incluso, de ponerle trabas. A este respecto, conviene hacer notar que la enseñanza integral implica revertir, o subvertir tal vez, el invertido plan de obra de la actual, dejando de comenzar la casa por el tejado: el edificio así, estirando el símil, corre menos peligro de venirse abajo a medida que se levanta, pero, en contrapartida, sólo resguarda de la intemperie y ofrece el aspecto de acabado cuando realmente lo está. En el tiempo en que la enseñanza tradicional genera en el estudiante la ilusión, pasajera, de que el mundo árabe entero, pasado y presente, está a su alcance (cuando no a sus pies o bajo su lupa), una integral procederá de manera mucho más prudente y modesta, centrándose en el extremo de ese mundo más próximo en el tiempo y el espacio. La transición hacia una enseñanza homologable a la de otras lenguas extranjeras, menos pretenciosa y ficticia, conlleva además un cambio radical e inevitable de horizonte: el paradigma de competencia nativa no es ya un árabe culto apátrida y hablante de un dialecto indefinido, sino uno concretamente marroquí. Esto no significa, expresado gráficamente, que haya que jubilar el sempiterno "Dame la flauta y canta" de Gibran y Fairuz (que servidor, ya lo he contado aquí, escuchó por primera vez en un curso de árabe en Marruecos), sino que antes, tal vez, habrá que escuchar «آ جرادة مالحة», a Abdessadek Chekara (عبد الصادق الشقارة) o a Nass El Ghiwane (ناس الغيوان); o que antes que Boda en Galilea (عرس الجليل) convendrá ver Esperando a Pasolini (في انتظار بازوليني), por poner algunos ejemplos facilones.

Visto así, y aunque el enfoque integral no supone bajo ningún concepto renunciar, como algunos creen, al estudio de la lengua normativa y la cultura de la que es vehículo, sino darle una dimensión más realista y práctica que la actual, es muy posible que haya quien vea en su aplicación una devaluación, sobre todo desde el terreno del arabismo, llamado desde antiguo a más altos designios que la simple filología y, por descontado, la consecución de una competencia comunicativa avanzada con otros fines profesionales. Por una parte, el enfoque integral obliga forzosamente a hacerle un hueco al árabe dialectal en el horario lectivo, de por sí reducido, que hasta ahora se dedicaba en exclusiva al normativo; pero es que, por otra parte, una secuenciación razonable, a la que aludía más arriba al hablar de rentabilidad comunicativa, exige proceder de lo fácil a lo difícil y de lo habitual a lo menos frecuente, y esto lleva, a su vez, a que en los niveles iniciales (los únicos que es posible impartir en una mayoría de planes de estudio) el dialecto prime de algún modo sobre la lengua normativa, que en los posteriores debe ir adquiriendo, cada vez, un mayor protagonismo. Huelga decir, a este particular, que el proceso de adquisición de una competencia comunicativa efectiva no admite saltos ni atajos y que los logros aparentes de la enseñanza tradicional (que los alumnos, mal que bien, traduzcan a su lengua materna textos de cierta envergadura con ayuda de un diccionario bilingüe) son a dicha competencia lo que el borrico a la flauta en la fábula de Iriarte, y es que la traducción no es una destreza lingüística propiamente dicha.

Respecto de las reticencias que la enseñanza formal del dialecto suscita en algunos hablantes nativos, avivadas en Marruecos por conflictos políticos y de clase social, no ayuda mucho, en mi opinión, condicionarla a una hipotética "sistematización" del árabe marroquí (cf. Victoria Aguilar, "Enseñanza conjunta del árabe normativo y el marroquí", en P. Santillán, L.M. Pérez Cañada y F. Moscoso, Árabe marroquí: de la oralidad a la enseñanza, Cuenca, 2013, p. 319-320), normativización esta completamente innecesaria desde el punto de vista del enfoque integral. Y menos ayuda aún que esta actividad docente pueda verse identificada con soflamas paternalistas, desbarbadas y más propias de tiempos coloniales que de los presentes. Un ejemplo reciente puede encontrarse en el prólogo del último Diccionario de árabe marroquí de Francisco Moscoso (Gijón, 2015), donde apela a "los líderes religiosos musulmanes", p. ej., a que "comprendan que la lengua árabe no es patrimonio de la religión, que el árabe clásico no es la lengua nativa de nadie", cosa que, de seguro, ignoran (como él aún, al parecer, que hasanía en árabe —الحسّانية— se pronuncia y escribe habitualmente بتشديد السين), "y que todos los ciudadanos tienen pleno derecho a desarrollar sus conocimientos desde su lengua nativa" (p. 12-13), cosa, se diría de nuevo, que no hacen todavía, y que nos lleva a preguntarnos cómo pudo florecer alguna vez una literatura filosófica, científica y técnica en lenguas de nadie como el latín medieval o el árabe clásico.

Entrando ya en las dificultades de orden práctico, puede haberlas, en primer lugar, de planificación académica: es conveniente, p. ej., garantizar que el mismo grupo de alumnos principiantes que accede al programa podrá seguirlo durante todos los cursos previstos, lo cual choca de lleno con el modo en que áreas y departamentos universitarios suelen confeccionar sus planes de ordenación docente: no siempre en beneficio de los estudiantes y "la coherencia académica", sino dejando que cada profesor, de acuerdo con su categoría académica y antigüedad, elija las asignaturas (y con ellas fundamentalmente los horarios) que más le convienen. En el caso de las asignaturas en las que yo he comenzado a aplicar este enfoque, Lengua C I, C II y C III (Árabe) del grado en Traducción e Interpretación, todas providencialmente en horario de tarde, cabe señalar que es la propia memoria del título la que pondera el conocimiento del árabe "en sus dialectos marroquí y argelino principalmente" (p. 10), motivo por el cual ya en el anterior plan de estudios existía una asignatura con el rumboso título "Variedades dialectales del árabe: Marroquí", que debía impartir en tercer curso un especialista contratado a tal efecto, el cual, paradojas del sistema de selección al que ya me he referido, no había forma, al parecer, de garantizar que lo fuese. Esta vocación magrebí del título, por así decirlo, en consonancia con la realidad sociológica y geográfica de la Región de Murcia, no es de cualquier modo vinculante, de tal manera que incluso dicho especialista puede, si es su voluntad, ignorarla acogiéndose a la libertad de cátedra y enseñar el árabe que le plazca. Por otra parte, se puede ser partidario de enseñar marroquí e incluso de integrar su enseñanza con la del árabe normativo, y contradecir en cambio una por una las recomendaciones de Younes, en un caso llamativo de fidelidad a la marca pero no al producto:
a) Partimos de la propuesta de que las dos lenguas funcionan como dos sistemas independientes. Por tanto, se trabajará con dos programas diferenciados.
b) Las dos lenguas se impartirán en horarios diferentes, según las necesidades comunicativas.
c) Sería conveniente que hubiera dos profesores diferentes para favorecer las asociaciones lingüísticas.
---Victoria Aguilar, ídem, p. 317 (cf. Arabele 2012, Murcia, 2014, p. 35-36, donde "las dos lenguas" se han convertido en sendos niveles —«مستويين»— y no se favorecen ya "las asociaciones lingüísticas", sino que estos dos niveles se distingan mejor —«أن يكون المستويان أكثر وضوحاً»—).

Llamativo, decía, por cuanto su inconsecuencia, a diferencia de la de tantos colegas e instituciones en lo que respecta al Marco común europeo de referencia para las lenguas (MCER) u otros estándares, también fuera de España, no viene dada por ninguna imposición administrativa, sino que es, por así decirlo, libre y voluntaria, aunque en ambos casos se adivine un mismo afán de contemporizar o, dicho de otro modo, de seguir la corriente. Mención aparte merece, en el epígrafe de malentendidos, el que sufre o en todo caso provoca Adil Moustaoui Srhir ("El enfoque integrado en la enseñanza del árabe como lengua extranjera y de contenidos de «Sociales» en la universidad española: consideraciones sociolingüísticas y desafíos didácticos", en Ruth Breeze y otros, Teaching Approaches to CLIL. Propuestas docentes en AICLE, Pamplona, 2012, p. 225-234) al identificar el enfoque integral de Younes con el denominado Aprendizaje Integrado de Contenidos y Lenguas Extranjeras (AICLE), al que el propio Younes no se refiere en ningún momento, y con razón, pues poco o nada tienen teóricamente que ver. De hecho, el AICLE (o CLIL en sus siglas inglesas) de David Marsh podría ponerse en práctica igualmente enseñando historia o literatura de Al-Andalus en árabe normativo. Distinto es, por supuesto, que Moustaoui haya decidido, como se desprende de su ejemplo final de "unidad didáctica", combinar un enfoque y otro, lo que no deja de ser una buena idea (siempre, por supuesto, que se aplique a todo un plan de estudios y no a un par de unidades sueltas "a partir del nivel A2" del MCER —como aconseja él, p. 233—, ni con alumnos que nunca han estudiado marroquí o cuyo nivel no se adecua, presumiblemente, al de los contenidos). Con todo, mientras que el objetivo de Moustaoui es formar "no sólo arabistas sino también a sociólogos y antropólogos" (p. 232), Younes, por su parte, no contempla en principio la enseñanza paralela de materias académicas ni de otros contenidos que los sociolingüísticos y socioculturales necesarios para desarrollar la competencia comunicativa. De hecho, si bien es cierto que en sus libros de texto "there are no separate sections dealing with Arab culture" porque ésta forma parte integral de los mismos a través de sus textos, grabaciones, actividades, etc. (Arabiyyat al-Naas. Part One, Routledge, 2014, p. 7), no lo es menos que el diseño o la selección de estos últimos responde a criterios didácticos, como el de aumentar la presencia de la lengua normativa paulatinamente, y sólo en segundo lugar a su relevancia desde un punto de vista sociológico. Así, p. ej., Younes aconseja que, en caso de necesidad, se encomiende a los colegas "who are not native speakers of the 'Ammiyya variety introduced in the program to teach higher level courses", dando por sentado que la brecha entre árabe normativo y dialectal "shrinks as more material characteristic of the language of education is introduced" (The Integrated Approach to Arabic Instruction, Routledge, 2015, p. 54); progresión esta que, acertadamente o no, asocia de algún modo la profundización en los contenidos socioculturales al uso de un árabe cada vez más académico. Lo que Younes propone, en definitiva, es enseñar a la vez el árabe normativo y el dialectal, no lengua árabe y sociología, o sociología del mundo árabe en árabe, que sí serían posibles ejemplos de aplicación del AICLE, cuando no de enseñanza para fines específicos, y requerirían del profesorado (y de los alumnos) una doble especialización.

Sirva la recomendación precedente para recapitular ahora algunas de las dificultades ya apuntadas y abordar otras que el mismo Younes prevé en forma de posibles "objeciones" a su enfoque, comenzando por esa última: ¿puede un profesor enseñar un dialecto distinto del suyo propio? Younes afirma a este respecto que en el caso de su programa en Cornell, basado en lo que él denomina Levantine Educated Spoken Arabic (LESA), hablantes nativos de tunecino, marroquí e incluso inglés norteamericano no han tenido particular dificultad en hacerlo por dos motivos principales (p. 54):
First, the existence of a textbook that can be described as teacher- and student-friendly has helped define their role and provide the "script" for that role. Second, the focus on LESA, which suppresses regionalisms and maximizes shared standard forms, including words, expressions, and sounds, shrinks the gap between these varieties and eliminates many of the differences among them.
Pero la situación no sería previsiblemente la misma en un programa basado en un hipotético Maghribi Educated Spoken Arabic. De hecho, si la tendencia de los hablantes magrebíes "to accommodate speakers of the Arab East [...] in cross-dialectal verbal interaction", según asume Younes, es un argumento a favor de la combinación lingüística de su programa, ya que "students who have mastered Levantine (or Egyptian) will likely be able to communicate with speakers of Maghribi dialects as well" (p. 50), la ausencia de una actitud equivalente entre los hablantes orientales hacia sus interlocutores norteafricanos resulta en un par de dificultades añadidas para cualquier programa basado en un dialecto de la zona, al requerir de sus docentes un perfil lingüístico más específico, y de sus estudiantes que sepan amoldarse, también ellos, a los hablantes orientales, al menos en los niveles superiores. En el caso de nuestro país, a lo avanzado en los primeros párrafos de esta entrada acerca de la composición del profesorado público, hay que añadir, también con cierta seguridad, que dentro de la minoría que representan los nativos, el porcentaje de docentes de cada país árabe no corre parejo con las cifras demográficas. Dicho con otras palabras: que un 89% de los árabes residentes en España sean marroquíes no significa que lo sea también, en el mismo porcentaje, el profesorado nativo: de los nueve mencionados en este vídeo, p. ej., sólo uno es de origen marroquí. En esto quizá haya tenido algo que ver, también, esa predilección de cierto arabismo institucional y académico por el Oriente Próximo a la que me refería más arriba. No en balde, según se comenta al inicio del propio vídeo, puede decirse que la presencia de profesores árabes en las universidades españolas coincide con la inauguración del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos en Madrid en 1950, a la que seguirá, en 1954, la del Instituto Hispano-Árabe de Cultura, ya mencionado.

Junto a la sugerida por Younes, sujeta en el caso de la universidad española a los peculiares criterios de ordenación docente de los que hablaba más arriba, y habida cuenta, además, de que tampoco existe un libro de texto similar a los suyos que provea un guión a seguir, pueden estudiarse otras formas de dar cabida a ese profesorado de plantilla no nativo. Una que puede animar a los que tienen un nivel medio de marroquí u otro dialecto magrebí, pero no (aún) el valor y la seguridad suficientes "to go all the way", es apoyarse en lectores o auxiliares de conversación nativos, siempre que dicha asistencia no se convierta de facto en suplencia y dé paso a una desintegración del enfoque, con un profesor que enseña árabe normativo y un lector, aparte, que enseña marroquí. En este sentido, el primero ha de estar dispuesto a arriesgar ese capital simbólico suyo al que ya me he referido, y asumir que errar una y otra vez por ignorancia o inexperiencia es preferible a porfiar a sabiendas en el error de atribuir al árabe normativo una función comunicativa que no tiene o, peor aún, en el de no darle ninguna, característicos, respectivamente, de la enseñanza (y acuñación) del llamado árabe estándar moderno (Modern Standard Arabic) en EE.UU. a partir de los años 50 del siglo pasado, y de la aplicación al árabe, desde el XIX, del método Gramática-Traducción. Distinto es, por supuesto, que la perseverancia en uno u otro error venga motivada no por una decisión desacertada, sino, como ya he advertido hasta la saciedad en este blog, por las propias limitaciones comunicativas de los docentes, en cuyo caso poco cabe hacer, salvo reclamar procedimientos de selección más fiables que los actuales.

Respecto de la elección del dialecto, "again a distinction between linguistic investigation and pedagogical need is fundamental", advierte Younes, y una vez definida el área de mayor interés, "rather than being confronted with a choice of three or four (or even more) Egyptian 'Ammiyyas, we can focus on the one variety that is considered standard for Egypt" (2015, p. 46). En el caso de mis asignaturas, si el centrarse en "los dialectos marroquí y argelino principalmente" viene determinado, como ya adelanté, por razones demográficas reconocidas expresamente en la documentación del título, el hacerlo luego, una vez en el aula, en esta o aquella variedad local (o dialecto propiamente dicho, puesto que son varios, realmente, los existentes en la zona) depende tanto del repertorio del profesorado (es decir, del mío —con mi deje extranjero— y del idiolecto del lector o lectora de turno) como de los materiales disponibles, cuya variedad de referencia puede diferir además de la utilizada en el aula o en el entorno inmediato, como es más bien nuestro caso: la mayoría de los marroquíes residentes en la Región de Murcia provienen, como recordaba hace poco, del noreste del país y hablan el dialecto que Laghaout ("L'espace dialectal marocain, sa structure actuelle et son évolution recente", Dialectologie et Sciences Humaines au Maroc, 1995, p. 14) y Ahmed Boukous (Société, langues et cultures au Maroc, Rabat, 1995, p. 29) denominan beduino (bédoui / bedwi), y que otros marroquíes equiparan a hablar como los argelinos. "The core [Muslim] dialect of [Oujda] is an extension of western Algerian dialects", observa Jeffrey Heath, que admite, no obstante, no disponer de más datos relativos a esta zona que los recogidos en la propia ciudad, lo que da ya cierta idea de qué presencia cabe esperar que tenga este dialecto en los materiales didácticos al uso, basados en alguno de los urbanos tradicionales o en una koiné más o menos próxima a la que ha ido surgiendo en el país, con la que comparte, no obstante, rasgos propios de los dialectos centrales o hilalíes. (Curiosamente en Debdou, "probably the most important Jewish town in this general area", dos de los tres informantes judíos de Heath "bore the surname Murciano" (Jewish and Muslim Dialects of Moroccan Arabic, Routledge, 2002, p. 8, 25-26), en lo que se antoja un precedente histórico de migración entre ambas regiones.)

Ese dialecto "koinizante" con fines pedagógicos es objeto de crítica, y ésta fruto tal vez de ese prurito de dialectólogo que desaconseja Younes, en la reseña que Jordi Aguadé le dedica al método de Tadayoshi Ishihara, Morokko arabiago (en Estudios de dialectología norteafricana y andalusí, 11, 2007, p. 267). Observando que Ishihara combina variantes como خاك / خوك, Aguadé concluye que "hay algo de confusión al no haberse optado por un habla concreta" y que "obviamente sería mejor que se hubiera dado preferencia a una de ambas posibilidades", cuando lo obvio, más bien, es que una y otra son lo bastante comunes (cf. Heath, p. 406, 576) como para que el estudiante se vea expuesto a las dos desde un primer momento. Otro tanto podría decirse de los prefijos verbales كا / تا, de los posesivos ديال / نتاع y de la ausencia de unos y otros en los dialectos de tipo beduino, como los del Noreste. Son las variantes más presentes en el aula y en el entorno del alumno fuera de ella las que éste acabará produciendo y primando en su interlengua, sin por ello dejar de reconocer el resto. 

Supongamos, para dar por terminada esta primera entrega a modo de introducción al tema, que éstas que David Wilmsen ha denominado "administrative realities" no representan un obstáculo insalvable y que el profesor o departamento interesados en poner en marcha un programa propio tienen la autonomía y capacidad suficientes para hacerlo. Llegados a este punto, "what is needed", observa el mismo Wilmsen, "is an entire reworking of the curriculum along with a great commitment to producing teaching materials for vernacular Arabic as has been expended in the production of those for formal written Arabic" ("What is Communicative Arabic?", en K. Wahba, Z. Taha y L. England, Handbook for Arabic Language Teaching Professionals in the 21st Century, Mahwa NJ, 2006, p. 133-134).

De currículo, contenidos y materiales didácticos hablaré, Deo volente, en una próxima entrada.

2 de septiembre de 2012

La hormiga de Desnos

Une fourmi de dix-huit mètres
Avec un chapeau sur la tête
Ça n'existe pas ça n'existe pas

Une fourmi traînant un char
Plein de pingouins et de canards
Ça n'existe pas ça n'existe pas

Une fourmi parlant français
Parlant latin et javanais
Ça n'existe pas ça n'existe pas

Et pourquoi pas ?
---Robert Desnos, "La fourmi", Chantefables et Chantefleurs, París, 1955.

Quienes no estén muy al tanto de la actualidad franco-tunecina ignorarán probablemente quién es Boris Boillon, embajador de Francia en el país norteafricano hasta el pasado 26 de agosto. Nombrado por Sarkozy, su mentor, un mes después de la huida de Ben Ali, "pour redresser l'image de la France, devenue catastrophique en raison du soutien affiché pendant longtemps par Paris à Tunis", dice Le Monde, el diplomático, según Le nouvel Observateur, "avait commis de sérieuses gaffes dès son entrée en fonction", la primera de ellas recogida en este vídeo, en que Boillon demuestra ante un grupo de periodistas locales qué entiende él por "ouvrir une nouvelle page" y por adoptar "un autre style et une autre approche" en las relaciones bilaterales entre ambos países, tanto en árabe como en francés:



29 de enero de 2012

In caoua veritas

Le café vert (abac077, 2009)
Hoy, en la categoría "Ni los árabes saben árabe", tan cara a algunos colegas, traigo este letrero de un conocido restaurante tunecino, Le Café Vert, situado en La Goleta (حلق الواد, o حلق الوادي si no queremos vernos incluidos en una categoría parecida), allí "donde el romano encendimiento", decía Garcilaso a Juan Boscán, "donde el fuego y la llama licenciosa, / sólo el nombre dejaron a Cartago".

El letrero es doblemente interesante porque ofrece dos versiones en árabe, ambas normativamente incorrectas, del nombre en francés: arriba, مطعم المقهى الخضراء, en que el género de 'café', masculino, y el del adjetivo, 'verde', femenino, no coinciden como deberían; y debajo مطعم مقهى الخضراء, en que el sustantivo 'café' no está determinado como debería, a menos que el sentido buscado fuera "Café La Verde", en referencia a "Túnez la Verde" (تونس الخضراء), como se denomina comúnmente a la capital del país, o como sucede con Cité El Khadra (حي الخضراء), uno de sus barrios; y todo ello cuando lo que sería de esperar es مطعم المقهى الأخضر, donde sustantivo y adjetivo concuerdan en género y determinación.

Mientras que la ausencia del artículo parece más un descuido, la confusión en el género de 'café' (مقهى) tiene dos explicaciones plausibles y probablemente concurrentes. La primera es que se deba a que la última letra de la palabra (ى) indica en ocasiones, aunque no en ésta, género femenino. La segunda, que sea por influencia del sustantivo قهوة, que da nombre a la bebida pero también al establecimiento donde se consume, como sucede en español y otras lenguas europeas: القهوة العالية, p. ej., es "el Café de Arriba", el que hay subiendo la célebre cuesta de Sidi Bou Saïd (سيدي بو سعيد), conocido en francés como Café des nattes, "de las esteras". Dicho cambio de género, curiosamente, también afecta a este último, que aparece normativizado como المقهى العالية (y no العالي como cabría esperar) en el sitio web del ayuntamiento de la localidad; pero no a otros usos locales de la palabra مقهى, donde concuerda invariablemente con verbos, adjetivos, pronombres, etc., como el masculino que normativamente es. Ambas hipótesis cobran fuerza si se considera además que مقهى es un neologismo cultista (y en buena medida redundante) introducido por la Academia de la Lengua Árabe, fundada en 1932, en cuyo diccionario, المعجم الوسيط, convive con esa segunda acepción de قهوة ("lugar donde se beben café y similares") que figura ya en los diccionarios del XIX y coincide con el uso oral; motivo este último, tal vez, por el que se ha visto desplazada:
I also wish to reiterate a lexicographical point not generally known (cf. Encyclopaedia of Islam, 1978:452) to dictionary authors, viz., qahwah can also mean 'coffee house' (= maqhan or maqhāt, pl. maqāhin)  as well as 'tip, present'. Hans Wehr's Arabisches Wörterbuch für die Schriftsprache der Gegenwart [...] mentions the first but not the second.
---Alan Kaye, "The Etymology of «Coffee»: The Dark Brew", Journal of the American Oriental Society, 106:3 (1986), p. 558.

Quién sabe si en la creencia, además, de que dicha acepción es un calco del francés, italiano, etc., y no un uso autóctono como podría serlo el de مقهاة en la península arábiga, donde no es exactamente un sinónimo de مقهى ni por tanto una cafetería, sino la habitación de la vivienda en que tradicionalmente se preparaba el café y lo tomaban los hombres (cf. مقهاية en Yemen). Distinto es el caso de مقهاة en Iraq, cuyo uso aparece recomendado ya en 1951 en la Revista de la Academia Iraquí de Ciencias (مجلة المجمع العلمي العراقي، ج٢، ١٩٥١، ص ٢٦١) frente al de مقهى, que contraviene claramente las reglas de formación de nombres de lugar: si derivara del verbo أقهى ("beber café con asiduidad"), como propone la Academia de El Cairo, se vocalizaría مُقهى (مضموم الميم)‏, pero si deriva del propio sustantivo قهوة ha de aplicársele, como se apunta desde Iraq, el patrón femenino مفعلة (con lo que los rotulistas de Le café vert andarían, después de todo, mejor encaminados que algunos académicos).

A mayor abundamiento, مقهاة es el término que utiliza veinte años antes en sus memorias (v. 16 de enero de 1930) el célebre poeta tunecino Aboul Qacem Chebbi (أبو القاسم الشابي), al rememorar un café lejos del bullicio y el ruido de la ciudad, en un paraje bucólico de las afueras, al que había ido con unos compañeros.

La voz مقهى no figura, por tanto, ni en La corona de la novia (تاج العروس), el célebre diccionario del s. XVIII, cuyo autor, Az-Zabidi (الزبيدي), siendo como era oriundo del Yemen, le había dedicado a la cultura del café en su país "una obra amable" (تأليف لطيف); ni por supuesto en otros anteriores, donde قهوة aún no es más que un sinónimo de 'vino'. Es el mismo Az-Zabidi quien explica que "ése es el origen de la palabra, que luego se aplicó a la bebida que se hace ahora con las semillas de un arbusto del Yemen, [...] que se tuestan un poco al fuego y después se muelen y se hierven en agua".

No menciona este lexicógrafo, sin embargo, la acepción de 'cafetín', aunque قهوة aparece con este sentido en la "Historia de Qamar al-Zaman y de su amada" (حكاية قمر الزمان ومعشوقته), contenida en Las mil y una noches (noche 966) y que E. Littman (Die Erzählungen aus den tausendundein Nächten, Fráncfort, 1966, VI, p. 712) fecha en torno al siglo XVI o XVII. Por otra parte, apenas una década después de que Leonhard Rauwolf diera a conocer a los europeos la existencia de "una buena bebida" llamada "Chaube", "tan negra como la tinta", ya Prospero Alpini en su De plantis Aegypti liber (Venecia, 1592, p. 26) hacía referencia a las tabernas (oenopolia) públicas en que se vendía esta infusión, comparando así más de una vez su consumo con el del vino entre los europeos:
Arborem vidi in viridario Halybei Turcae [...] ex qua semina illa ibi vulgatissima Bon, vel Ban appellata, producuntur: ex his omnes tum Aegyptii, tum Arabes parant decoctum vulgatissimum, quod vini loco ipsi potant, venditurque in publicis oenopoliis, non secusquam apud nos vinum: illique ipsum vocant Caoua. Haec semina ex foelici Arabia asportantur.
En Estambul las primeras cafeterías no aparecerán hasta 1554/5 (962 H), según refiere casi a la vuelta de un siglo el historiador otomano İbrahim Peçevi (إبراهيم پچوى) en su Historia (1866, I, p. 363), dándoles el nombre de قهوه‌خانه, que también recibe en persa, y que tiene su equivalente árabe en la "casa de café" (بيت القهوة) de la que habla en varias ocasiones el damasceno Najmuddin Al-Gazzi (نجم الدين الغزي), a caballo entre los siglos XVI y XVII, en su Constelación de notables de la décima centuria (الكواكب السائرة بأعيان المئة العاشرة، بيروت، ١٩٩٧، ج٢، ص ١٣), cuando menciona a cierto personaje que "llamaba taberna (خمارة) a la casa de café", comparando, una vez más, el consumo de éste en Egipto con el del vino; o cuando alude (ج٣، ص ١٨٣) a la construcción de una en Damasco, en las inmediaciones de un recinto donde "quizá se reunían muchachas de mala vida (بنات الخطأ)", pero que el cafetero consiguió alquilar y anexionar al negocio, sirviéndole en parte de oratorio, a él y a su clientela, para acabar más tarde albergando una mezquita. Del maestro Ahmad al-'Inayati (الشيخ أحمد العناياتي), oriundo de Naplusa pero residente en Damasco y muerto allí en 1605, dice Al-Burini (البوريني، تراجم الأعيان من أبناء الزمان، دمشق، ١٩٥٩، ج١، ص ٩٣) que todas las mañanas tenía por costumbre acudir a la oración y pasar después a alguna "casa de café" (بيت من بيوت القهوة), donde echaba el resto del día escribiendo; y esta misma es, por último, la expresión que emplea Abd al-Qadir al-Jaziri (عبد القادر الجزيري) en 1587/8 (996 H) al mencionar las que existían en La Meca en su célebre Licitud del café apoyada en la flor y nata (عمدة الصفوة في حل القهوة), contenida en parte en la Chréstomatie arabe de Silvestre de Sacy (París, 1826, I, p. 152).

Mohannad Khatib, El Fishawi Coffee Shop Sign - Cairo, Egypt, 2011
Podría decirse, en fin, que el femenino de قهوة resuena en مقهى como un eco del pasado, si no como una venganza de la gramática. "We could read the coffee house", dice incluso Alan Mikhail ("The Heart's Desire: Gender, Urban Space and the Ottoman Coffee House", en Dana Sajdi, Ottoman Tulips, Ottoman Coffee, Londres, 2007, p. 163), "as an extension of the feminine (in the form of coffee) into the public sphere". Femenino se vuelve también, p. ej., al arabizarse, el famoso café chantant de Bab Souika (باب سويقة), un espectáculo característico de las noches de Ramadán en este castizo barrio de la capital tunecina: el Cafichanta (transcrito como una o dos palabras y de varias maneras: كافيشانطة / كافي شانطا, etc. —cf., el turco kafeşantan—).

Visto así, el error parece otro.

Actualización (24.05.2012)
También el tunecino Ibn Abi Dinar (ابن أبي دينار) en su célebre Compañero de noticias de África y Túnez (المؤنس في أخبار إفريقيا وتونس), compuesto hacia finales del XVII,  habla del café (القهوة) pasado el cual construyó Yusuf Dey (يوسف داي) una pila de abluciones, y de otro que construyó más arriba.

19 de septiembre de 2011

Las siestas de las granadas

"Nigra sum sed formosa [...]
Nolite me considerare quod fusca sim,
quia decoloravit me sol."
(Canticum Canticorum, 1, 5-6)
El equivalente en Túnez del llamado veranillo (de San Miguel, del membrillo), esos días de calor que preceden al descenso de la temperatura en otoño, son "las siestas de las granadas" (قوايل الرمان), por ser cuando madura también esta otra fruta.

La expresión sirvió de título, hace once años, a una película de Mahmoud Ben Mahmoud (محمود بن محمود), cuya temática, sin embargo, parece hoy más actual que entonces, a la luz de la suerte que están corriendo muchos africanos negros en Libia. La idea de la película, dice Ben Mahmoud en una entrevista con Nadia Meflah (نادية مفلاح) y Cécile Giraud:
[...] Vient d'une envie de confronter la société tunisienne à son Sud, et non pas aux civilisations du Nord, comme on a trop souvent tendance et l'habitude de le faire. J'avais une forte envie de regarder la société tunisienne avec les yeux de quelqu'un qui viendrait du sud du Sahara, sachant que ce pays, avec l'ensemble du monde arabe, a un contentieux très fort, occulté mais réel, avec les pays du sud du Sahara, avec la négritude.
Con lo que se aparta de una cierta "ligne de conduite et de pensée, par rapport à ce qu'on représente de la Tunisie: il n'entre pas dans des causes sympathiques de la lutte des femmes, ou d'espaces folkloriques diffusés par le cinéma tunisien"; al menos en su planteamiento inicial, porque Les siestes grenadines retrata igualmente una lucha femenina: la del personaje de Soufiya (صوفية), hija de francesa y tunecino, raptada por el padre y criada en Senegal, por adaptarse a la sociedad paterna, en la que ambos acaban de desembarcar. Será el descubrimiento del stambeli (السطمبالي), una tradición mística y musical tunecina similar a la de los gnawa (ݣناوة) en Marruecos, lo que reconciliará a la joven con su nuevo país de acogida, como declara a la revista Africultures el director de la película, que ya en anteriores se había ocupado de otras minorías presentes en Túnez, como los rusos en Anastasia de Bizerte (1996) o la comunidad italiana en Italiani dell'altra riva (1992). Parte del choque cultural de Soufiya se debe, precisamente, a ese "substrat raciste dans l'inconscient collectif" que persiste en Túnez, "mais qui ne se traduit que très rarement par une attitude ouvertement hostile".

A este respecto, raro es el curso en que, a propósito del ejercicio de la pág. 66 de Al-Kitaab fii Ta'allum al-'Arabiyya I (الكتاب في تعلم العربية‎, 2ª ed., 2004), no introduzco una nota cultural, casi obligada, para explicar a mis alumnos por qué la autora de uno de los anuncios matrimoniales en que consiste el ejercicio, una joven de Sudán (السودان, etimológicamente "los negros"), se define como "de color trigueño" (قمحية اللون); o por qué en otros anuncios parecidos se hace tanto hincapié en la claridad de la piel (بياض البشرة). Nunca está de más recordar que el racismo, como la estupidez y la infamia, se da en casi todas las épocas y lugares. Pero la cuestión que me interesa especialmente es cómo abordar en clase los prejuicios que, en general, pueden encontrarse, de un lado, en los hablantes de la lengua y, de otro, en los propios alumnos. Por experiencia sé que son bastantes, p. ej., los que al llegar al minuto 00:45 del audio de esta presentación, en que el protagonista dice tener "tres mujeres" (ثلاث نساء), "tres amadas" (ثلاث حبيبات), desconectan e interpretan la afirmación literalmente sin atender a la aclaración posterior del personaje y, sobre todo, a la realidad de la poligamia en Marruecos. "Notons que la polygamie", dice un informe del Consejo de Europa (doc. nº 6462, 27.06.1991, p. 11), "interdite en Tunisie, est très peu répandue dans les pays méditerranéens. Elle ne touche que 1 à 2% des ménages en Algérie et au Maroc, 3,5% en Libye, 4% en Egypte, contrairement à ce que l'on observe au sud du Sahara", donde el porcentaje ronda el 40%.

Suelen ser, de hecho, los contenidos socioculturales relacionados con el islam, que en Al-Kitaab, por seguir con el mismo método, aparecen desde la página 64, con "the family tree of the Prophet Muhammad" (عائلة النبي محمد), los que más expresiones de desconsideración concitan, de la sonrisa de suficiencia paternalista ("αφες αυτοις, ου γαρ οιδασιν τι ποιουσιν") al cabeceo de desaprobación o el resoplido de fastidio, tanto peor disimuladas cuanto que el profesor no aparenta extravasación alguna..., y algo más equívocas, eso sí, que las de algunos docentes: "Buscadlos en las mezquitas", me soltó una vez con sorna una de inglés, en medio de una reunión, mientras yo hacía prospectiva acerca del posible incremento de estudiantes de árabe en cierta titulación.

Si los prejuicios más exacerbados predisponen de manera general contra los prejuzgados y su lengua (de ahí que "la algarabía", como dice Julio Caro Baroja en Los moriscos del Reino de Granada, 1991, p. 133, ofendiera "al cristiano viejo, de neta habla castellana pero de poca cultura, como modernamente le ofende oír vascuence, catalán o, en general, otra lengua"), los menos indisponen el ánimo y son, a falta de una motivación poderosa, un estorbo para aprenderla. Ponderada la cuestión, lo que Karin C. Ryding denomina "reverse privileging", el hecho de que en la enseñanza del árabe como lengua extranjera se hayan primado tradicionalmente "the secondary discourses of literature and scholarship over the primary discourses of everyday living, which take place in colloquial Arabic" ("Educated Spoken Arabic: A Flexible Spoken Standard", The NECTFL Review, 64, 2009, p. 50), no es sino consecuencia (y causa a la vez) de una serie de prejuicios acerca de dicho árabe, pero, más aún, acerca de sus hablantes, sin que el trato cordial (invariablemente en una lengua europea) con algunos de ellos pueda considerarse una prueba en contra. Como indica M. Carmen Martínez (Análisis psicosocial del prejuicio, 1996, p. 83):
Si el contacto con un grupo [...] es menor, resultará más difícil tener información diagnóstica sobre sus miembros. En estas condiciones el estereotipo se mantendrá e influirá sobre las apreciaciones acerca de dichos sujetos. En contraposición, el conocimiento de información individualizada disminuirá el impacto de los estereotipos. Por ello, es posible mantener prejuicios hacia un grupo mientras que simultáneamente se interactúa de forma no prejuiciosa con algunos de sus miembros.
No es difícil imaginar que, si el objetivo inmediato de la mayoría de los profesores y estudiantes de árabe como lengua extranjera fuera la comunicación con árabes de carne y hueso, el panorama y la evolución de esta actividad serían muy distintos.

Pero como ya dije en su día, parece haber fronteras invisibles que, por más que se balicen, sólo puede distinguir y franquear uno mismo.



"Mi padre", dice Ben Mahmoud en el episodio que le dedica el programa de entrevistas Cita en tierra de emigración (موعد في المهجر) del canal Aljazeera (الجزيرة), emitido el 2.7.2009, "era un hombre un tanto extraño":
Por un lado era profesor de jurisprudencia islámica [فقه] en la mezquita Ez-Zitouna, en la Facultad de Ez-Zitouna [الكلية الزيتونية] de Túnez, y asimismo un sufí que ocupaba un puesto importante en la cofradía xadilí de Túnez, uno de sus pilares destacados; y además de estas dos actividades, era un enamorado del arte, de la música concretamente, y del teatro. Fue él quien me inculcó desde la niñez esta afición y este amor por el teatro, el cine, la música, la canción... Vamos, que era un hombre muy liberal, muy abierto: me matriculó en el instituto de los Padres Blancos, el que dirigían los frailes en Túnez. Mis profesores de árabe eran de origen palestino y libanés, y eso es lo que le hizo matricularme en dicho instituto, porque tenía mucho más interés y empeño en que yo aprendiera árabe que religión, porque para esa tarea ya estaba él. Lo del árabe, en cambio, era una de sus mayores preocupaciones.

22 de enero de 2011

Parvenu en mal état / Réfectionné par nos soins

La frase que encabeza esta entrada ("Recibido en mal estado / Recompuesto por nuestros medios") es la que figuraba en el envoltorio, sobre, embalaje, etc., de algunos paquetes postales que recibía en mis tiempos como becario en Túnez, entre 1996 y 1999, y cuyo estado, como indicaba el aviso, no era exactamente el original. Eran, supuestamente, envíos que llegaban abiertos, y que La Poste Tunisienne (البريد التونسي) tenía la gentileza (y el derecho) de adecentar antes de su entrega definitiva. A otros envíos más o menos voluminosos les sucedía lo que a los sobres de muchas de las cartas que me llegaban: que habían sido abiertos a todas luces con vapor y vueltos a pegar con cola de la manera más torpe imaginable, de modo que el contenido quedaba a menudo atrapado en el interior. Que bajo el régimen de Ben Ali se violaba la correspondencia (e incluso algunas valijas diplomáticas) no era ningún secreto, aunque yo los detalles sólo los conocí tiempo después:

15 de enero de 2011

Lección de tunecino a contrapelo

Ahora se sucederán los análisis...

Servidor, interesado como siempre en la enseñanza y el aprendizaje del árabe, se queda, para empezar, con este vídeo difundido por la red el pasado día 13, en que el bailarín e histrión Lotfi Abdelli (لطفي العبدلي) ofrece una lección audiovisual (o audiogestual, si se quiere) de tunecino, donde se nos instruye en el modo de pedirle a un "vieux clown périmé" que se vaya (de compras, por ejemplo).



Seguida, para terminar, de esta otra (algo más en francés) que me he tomado la libertad de entresacar y traducir de la obra de Sadri Khiari (صدري خياري) Tunisie. Le délitement de la cité. Coercition, consentement, résistance (París, 2003), y que no he podido evitar recordar durante estas últimas horas (p. 195-7):

Estos procesos [despolitización de la sociedad, competitividad, utilitarismo, consumismo y, de manera general, los modelos ideológicos propagados por la mercantilización que el régimen alienta a sabiendas] no son más que tendencias, es decir, que otras tendencias en contra pueden frenar o modificar su curso; el surgimiento de lo improvisado puede provocar bifurcaciones imprevisibles.

Y este acontecimiento inesperado podría perfectamente venir de la calle.

Porque hay algo de aleatorio en todo movimiento popular. [...] La globalización inserta a Túnez en una maraña insólita de espacios y temporalidades. Por no mencionar más que un ejemplo, el progreso de las tecnologías de la comunicación y la aceleración repentina del tiempo de la información explican evidentemente, por una parte, los avances asimétricos del activismo opositor y de la oposición popular. El auge de las comunicaciones en la red, el desarrollo de la telefonía móvil, la democratización de las parabólicas han multiplicado y amplificado los intercambios en el seno de las redes de la oposición en el interior del país, pero igualmente entre esta oposición y las diferentes esferas de información, de contestación y de decisión a escala mundial. El impacto es necesariamente más lento en el resto de la sociedad, donde la politización evoluciona, en parte, al ritmo de su capacidad para absorber las nuevas tecnologías. [...] La copa no sólo rebosa cuando está llena... Los disturbios, de efectos inciertos, exteriorizan la angustia como el acurrucamiento individualista la interioriza. Unos son protesta ruidosa; el otro, renuncia silenciosa, sumisión a la desestructuración social y a la ausencia de una esperanza colectiva. No hay, en efecto, ninguna relación automática entre el agravamiento de las injusticias sociales y la opresión política, y la posibilidad de ver emerger un movimiento de contestación popular capaz de ser la base de una alternativa democrática al régimen. La solución a la ecuación, cuando existe, viene dada por la acción de las fuerzas políticas organizadas.

Pero sin duda la oposición democrática, si quiere que Túnez salga del círculo infernal del autoritarismo, ha de aprender a cepillar la historia a contrapelo.

6 de enero de 2011

Bouzid dijo que no



Traducción (mía y algo apresurada) de una de las estrofas de la canción Sidi Bouzid de Ridha Mejri (رضا الماجري, letra) y Mohamed Bhar (محمد بحر, música e interpretación):

[...] Bouzid dijo que no y que no
al desprecio de los hombres.
Trabajamos de parados
y la pobreza campa a sus anchas.
Vivos estamos, pero es una vida lánguida,
como la del camello: pasando hambre,
atado bajo el fardo,
con la cebada a cuestas,
apilada esperando a los medidores de grano. [...]

13 de enero de 2010

TAkRIZ

TAkRIZ (تكريز), algo así como "estar hasta los cojones", es el nombre del primer magacín tunecino en Internet, fundado en 1998, que apareció junto con SuXydelik, el primer sitio trash del país. Ambos echaron el cierre en 2002, pero hace cosa de un mes que han reabierto, y con novedades como un foro en árabe (TAK ARBOUNOUT), espacio en Facebook y presentación en varios sabores (incluidos el violeta del omnipresente RCD), aunque todo en la línea de siempre ("donner de l'urticaire aux censeurs tunisiens").

En definitiva, otro Túnez que entender (más que otra forma de entender Túnez) y en cualquier caso diferente al de las postales turísticas y el de las revistas (sobre todo si se obvia la categoría "Freedom").

8 de enero de 2010

Tragedia en el IBLA

Me entero, a través de la lista H-MEM, de que un incendio, provocado al parecer por una explosión, ha costado la vida al director de la biblioteca de investigación del Institut de Belles Lettres Arabes de Túnez (IBLA), el padre blanco Gian-Battista Maffi, y ha supuesto la pérdida de más de la mitad de los fondos del centro, considerado uno de los más importantes de Túnez y el Norte de África.

El IBLA, fundado en 1926, atravesaba en los últimos tiempos dificultades de todo tipo que amenazaban su futuro. Cualquiera que haya pasado por él, está estos días de luto.

Dátiles de allí y de allá

Dedicado a Laila y Jesús, hablando de dátiles y de Tayeb Salih (الطيب صالح):
No es extraño que Túnez, hermosa, que ha alumbrado entre otros a Mahmoud Messadi [محمود المسعدي], escritor inigualable, autor de La presa [السد], haya alumbrado un gran talento novelístico como el de Béchir Khraïef [البشير خريف], autor de la novela Los dátiles en sus racimos [الدڤلة في عراجينها].

Esta novela sin igual la leí por primera vez hace más de diez años. Me la había recomendado el prolífico poeta egipcio Abdel Rahman El-Abnudi [عبد الرحمن الأبنودي]. Como yo, es un enamorado de Túnez, que ha visitado varias veces, y donde trabajó con el profesor Tahar Guiga [الطاهر قيقة] en la recopilación de la epopeya de los hilalíes. Y es también, como yo, de origen y querencia sureña, oriundo del Alto Egipcio, cerca de Asuán, que, tal vez por el entorno y el sentimiento, está más cerca de la región del Norte de Sudán a la que yo pertenezco, que a la del Delta, en el Norte de Egipto. Esa franja sudoccidental que reposa como un chal sobre el hombro izquierdo de África, rodeándola por la cintura y extendiéndose a través del Hijaz hasta Yemen. Por ello, el que lee la poesía de El-Abnudi, me lee a mí y lee a Béchir Khraïef, descubre que los tres bebemos de un mismo y único pozo.

Este mundo del Jérid en el Sur de Túnez es un mundo que le suena a uno, pero que ha olvidado, al menos en algunos de sus detalles, como se olvida a unos primos que han emigrado, se han establecido lejos y se ha dejado de saber de ellos. Una de las virtudes de esta novela, como de todas las grandes obras, es que le hace a uno recordar constantemente. Se trata de un mundo que el escritor presenta así en las primeras páginas de la novela:
«La mayor parte de las tierras de Dios se abastecen por diversos medios, propios y ajenos. Las recorren sus gentes y otros que van de paso o cubriendo una etapa hacia otro lugar, y llegan a ella desde todas partes y por todos los motivos. Pero el Jérid está en el último punto al suroeste del territorio tunecino, como una vivienda en un callejón sin salida a la que sólo llega el que va buscándola, y no hay más recurso que la palmera, ese árbol bendito que no se parece a ningún otro y que, en cambio, tanto se parece al ser humano. »
---Tayeb Salih, "Prólogo", en Béchir Khraïef, Los dátiles en sus racimos (الطيب صالح، مقدمة / البشير خريف، الدڤلة في عراجينها، تونس، دار الجنوب للنشر، 1990).

Los dátiles en sus racimos es una joya de la literatura tunecina que bien merece una traducción (yo empecé hace años pero no llegué muy lejos, aunque no descarto retomar la tarea). Existe una versión en francés, pero con importantes omisiones como ha señalado Jean Fontaine ("Sur la traduction de «La Terre des passions brûlées» de Béchir Khraïef par Hedi Djebnoun et Assia Djebar", Revue IBLA, 160, 2, 395-396). No hace mucho, por cierto, han aparecido las obras completas de Khraïef, recopiladas y editadas por Faouzi Zmerli, el mayor especialista en este autor. Ana Ramos publicó en 1982 una traducción al español de su Barg el-Lil.

P.S.- La asimilación de la palmera con el ser humano tiene su origen en la creencia de que ésta fue creada con el barro que sobró de moldear a Adán. Así se recoge, p. ej., en los Prodigios de las criaturas y rarezas de los seres (عجائب المخلوقات وغرائب الموجودات) de al-Qazwini (القزويني), quien sostenía, además, que esta planta sólo crecía en tierras del Islam.

8 de diciembre de 2009

Érase esta vez

El cineasta tunecino Hichem Ben Ammar (هشام بن عمار) acaba de presentar en Internet su último documental, rodado en formato digital y cuyo título en árabe (كان يا ما كان في هذا الزمان) es un juego de palabras que ha tratado de respetarse en sus distintas traducciones (Un conte de faits, Once upon our time), y a las que yo añadiría la mía en español: Érase esta vez. El documental acompaña a Anès Romdhani (أنس الرمضاني), un virtuoso de 13 años de edad nacido en un barrio popular de Túnez que, iniciado en la música por el verdadero protagonista de la historia, su padre, un modesto trombonista, sigue una fulgurante carrera que le ha llevado a la prestigiosa Yehudi Menuhin School, cuyo objetivo es ofrecer formación y un ambiente idóneo a niños de todo el mundo con dotes extraordinarias para la música.

Por desgracia la filmografía de Ben Ammar, un rosario de retratos sociológicos que van del boxeo a la pesca con almadraba, del fútbol visto por las tunecinas al Cafichanta de Bab Souika (باب السويقة), resulta bastante inaccesible, de manera que... quien pueda, que la vea.