31 de diciembre de 2014

Paso de año

Hay años o períodos de la vida que pasan rápido y casi inadvertidos, como cruzan algunos animales en libertad las carreteras, y otros que lo intentan y acaban atropellados.

De atropellos y de atropellamientos, no de años ni de animales, pero sí, de algún modo, de personas y de ideas, fundamentalmente en el ámbito de la enseñanza del árabe como lengua extranjera, es de lo que suele dar cuenta este blog, y en este 2014 que se va no sólo no han faltado, sino que han adquirido además una especial significación, como dejan entrever algunas de sus entradas, porque no es ya que entre colisión y colisión hayamos dejado de avanzar, cosa que tampoco veníamos haciendo: es que vamos, como rebotados, para atrás.

Visto desde fuera, este ámbito docente, parte a su vez, todavía, de otro "tan escaso y apartadizo, desasistido por lo común de la atención pública", como es el arabismo en la ya célebre descripción de Emilio García Gómez (en É. Lévi-Provençal, España musulmana hasta la caída del Califato de Córdoba, Madrid, 1950, p. x), podría pasar por un patio de colegio más, de los muchos en que se libran querellas intestinas sin otro fuste que el choque de distintos egos e intereses personales, y de hecho así es a veces, pero también puede suceder que en ese patio de colegio, dejado de la mano de Dios, se estén dirimiendo, a pequeña escala, cuestiones de justicia, eficacia, transparencia, etc., no muy diferentes de las que preocupan a buena parte de la sociedad, cobrando sentido a aquello de think globally, act locally, si bien es cierto que aún habría, con cierta seguridad, una parte interesada en disfrazarlas de rencillas, malquerencias o trastornos personales.

Está previsto que a finales del año que entra, como muy tarde, se celebren las duodécimas elecciones generales de la democracia española y, a poco que se observe, se apreciará que en el gremio del arabismo, o al menos entre los más jóvenes de la corporación, ha irrumpido con fuerza, como en el resto de la sociedad, el discurso regenerador de Podemos, esa "iniciativa ciudadana", según se dice en su sitio web, "que abarca mucho más que el partido político registrado con el mismo nombre el 11 de marzo de 2014"; y no, desde luego, porque una de sus eurodiputadas sea licenciada en Filología Árabe, porque la mano derecha de Pablo Iglesias en Bruselas sea marroquí, o porque el propio nombre de la iniciativa parezca la respuesta al "panfleto en sí menor" de Santiago Alba Rico (¿Podemos seguir siendo de izquierdas?, Barcelona, 2013), filósofo cercano al arabismo y residente en Túnez, cuna (y tumba, según él mismo) de la llamada Primavera Árabe, referente a su vez del movimiento 15M. Hay sencillamente, como en buena parte de la sociedad española, una sensación de hartazgo ante la injusticia y el denominado déficit democrático: lo que no está tan claro es si los arabistas, simpatizantes o no de Podemos, que despotrican de ésos y otros males afines, como la corrupción, el amiguismo, la incompetencia, etc., son conscientes de que no sólo nos rodean como sociedad, sino mucho más de cerca, como profesionales, en nuestro propio ámbito de trabajo y estudio, donde mejor podemos actuar, lo que no significa, como algunos querrían, que seamos los únicos o los que mejor podamos hacerlo. Tengo a este respecto la impresión, quizá por la experiencia de algún que otro atropello, pero sobre todo ante la evidencia de que, de otro modo, no estaríamos como estamos, de que el arabista que piense globalmente y quiera actuar localmente, obrando no ya guiado por un programa político sino por una mínima honestidad personal e intelectual, hallará más respaldo fuera que dentro del gremio, salvo, tal vez, que sus acciones no comporten crítica ni compromiso alguno para éste.

Al socaire del caso Errejón, que unos consideran un chanchullo y otros la excusa para urdir una campaña de difamación (cuando bien podría tratarse o haber algo de ambas cosas), Podemos ha sido descrito por Félix de Azúa, peyorativamente, como "un partido de profesores" (El País, 01.12.2014), y no ha pasado inadvertida la respuesta de su secretario general a la pregunta que le hacía el periodista Antonio Papell en el programa La noche en 24 horas (05.12.2014) a este respecto: "¿Por qué no han empezado a hacer la revolución en la universidad, para cambiarla?", a lo que Iglesias, que no se la esperaba según advierte él mismo, responde:
Nosotros en la universidad no hacíamos revoluciones: nos dedicábamos a estudiar y a trabajar. [...] Claro que nos gustaría que la universidad fuera de otra manera, pero eso se cambia con responsabilidades de gobierno, y nosotros no estamos haciendo una revolución, estamos haciendo algo mucho más modesto: que la gente se empodere políticamente para tener un país un poquito mejor, y en la universidad, a estudiar, que es lo que toca hacer.
Contestación esta que yo, personalmente, no sé muy bien cómo interpretar, pero que no parece, de entrada, una invitación a cambiar las universidades desde dentro, a pesar de la autonomía que les reconoce la Constitución del 78 en su artículo 27.10, limitada, bien es verdad, por "los términos que la ley establezca". Por su parte, el Manifiesto por una Universidad Pública de Podemos aspira a transformar "todo el esfuerzo individual realizado de manera silenciosa, profesional y entregada por parte de quienes no querían que la Universidad desapareciera" (?) en "una nueva «marea» que aspire a conseguir en la Universidad la misma regeneración que se exige al resto de nuestras instituciones políticas, sociales, económicas y culturales", pero no hace la menor alusión a ninguno de los males internos que suelen atribuírsele, al contrario, p. ej., que Rafael Escudero, quien en su defensa de la universidad pública desde El diario habla sin paliativos de cómo "el control ideológico de antaño se acentúa hoy bajo la fórmula del poder de contratación" (02.03.2014), o de "la casta universitaria" (01.10.2014), aprovechando el remoquete que han hecho célebre los de Podemos y que otros esgrimen ahora en su contra con más o menos fortuna y credibilidad.

Ignoro, por ir recapitulando, aunque no dejo de preguntármelo, qué puede esperar la universidad, el arabismo español y, más en particular, la enseñanza del árabe como lengua extranjera de Podemos u otros partidos. (En Francia, por cierto, la asociación nacional de arabistas, AFDA, llegó a dirigir incluso, en 2007, un cuestionario a los candidatos a la presidencia de la República "sur la relance de l'enseignement de l'arabe", obteniendo respuesta tanto de Nicolas Sarkozy como de Ségolène Royal.) Sí he de decir, no obstante, que cuando lancé a finales de 2011 la Campaña para la acreditación y uso del árabe (que espero comience a aplicarse en mi universidad en breve), alguien del grupo parlamentario IU-ICV-EUiA-CHA (Izquierda Plural) se interesó anónimamente por ella. Y no puedo olvidar tampoco que la docencia del árabe no sólo se enfrenta a contradicciones internas, aunque sean éstas, a mi modesto entender, las que mejor podemos y antes deberíamos solventar. Es por todo lo anterior por lo que del nuevo año espero que nos pille a todos, tanto a los seguidores de Anís del moro (detractores incluidos) como a su autor, más sensatos, generosos y justos que éste que ahora finaliza, si no en pro del máximo bien común, cada cual por el de su conciencia y decoro, el que los tenga, y el que no, por parecerlo acaso.

سنة ميلادية سعيدة وكل عام وأنتم وذووكم بخير.