A qué sabe este anís

A. de Biberstein Kazimirski, Dictionnaire arabe-français, París, 1860, I, p. 61.
En 1995 me licencié en Filología Árabe por la Universidad de Sevilla y obtuve el título de intérprete jurado de dicho idioma, que enseño en la de Murcia desde 2006 (y que sigo aprendiendo como mejor puedo). He residido tres años en Túnez, donde fui lector de español en la filial universitaria del Instituto Bourguiba de Lenguas Vivas (معهد بورقيبة للغات الحية), hoy Instituto Superior de Lenguas de Túnez (المعهد العالي للغات بتونس); y nueve meses en Irán, desempeñando idéntica labor en la Facultad de Relaciones Internacionales (دانشكده روابط بين الملل) del Ministerio de AA. EE. de aquel país. He visitado además algunos otros países del Norte de África y Oriente Medio, pero nada de todo lo anterior me convierte (ni a mí ni a nadie, que no les engañen) en un gran conocedor del mundo árabe e islámico, sino más bien en un "aprendiz de mucho". Yo diría, de hecho, que con el tiempo he llegado a saber más de arabistas que de árabes, por más que a mí me guste considerarme más profesional del árabe que lo primero, y en privado más medio moro que esto último, y a mucha honra.

Con todo, el arabismo, del que tanto hablo en este blog, es la tradición académica en la que me he (de-)formado y de la que formo parte, seguramente en mucho mayor grado de lo que creo o pretendo, de modo que, parafraseando a Terencio (que, miren por dónde, era afer), arabista sum, arabistarum nihil a me alienum puto. Arabista, dice el DRAE, es el "especialista en lengua y cultura árabes", pero raramente se aplica cuando el propio especialista es árabe (lo cual ya da que pensar), y a mí me interesa especialmente cómo aprenden los arabistas el árabe y, lo que es más importante, cómo lo enseñan, pero, sobre todo, por qué lo hacen de un modo y no de otro. Por fortuna, como verá el lector de este blog, no soy el único ni mucho menos el primero que mantiene en público opiniones realistas al respecto, y recalco lo de "en público", porque hay entre los que han abandonado la consigna de "mantenella y no enmendalla" (aunque todavía no son tantos) quienes opinan que la autocrítica ha de hacerse de puertas adentro, por miedo, supongo, a dar pábulo a eso que llaman vox pópuli, pero ante todo a sabiendas de que así, intramuros, resulta aún más inocua de lo que ya es. Contrariamente a quienes creen (o quieren que los demás creamos) que la tradicional sordomudez de los arabistas españoles en árabe no es tal, o es puramente anecdótica e intrascendente, para mí este fenómeno es la consecuencia inevitable de una actitud generalizada y, en cierto modo, sólo una punta del iceberg.

Soy consciente de que este anís estrellado puede amargar el paladar de algunos colegas, contrarios a "que cada palo aguante su vela". En mi descargo sólo puedo decir que no es mi intención incomodar gratuitamente a nadie, sino reflexionar en voz alta sobre lo que, a mi modo de ver, resulta un fenómeno digno de atención más allá de la propia esfera del arabismo o de la enseñanza del árabe, con la esperanza de que este testimonio le sirva a alguien de algo. Pienso especialmente en quienes comienzan a abrirse camino entre las cortinas de humo del gremio y a plantearse hoy las mismas preguntas que yo hace años, u otras parecidas, y a los que este anís les dejará cierto regusto familiar y les servirá, confío, de aperitivo.

Junto a la enseñanza del árabe entendida como práctica institucionalizada, me interesa también y mucho, por supuesto, su didáctica: es decir, no ya cómo, qué o para qué se enseña, sino cómo podría enseñarse mejor. De hecho, y no sé si es cosa que me avala o me desacredita, llevo casi diez años seguidos participando en proyectos de investigación y desarrollo relacionados.

Hay también, cómo no, muchas otras cosas, relacionadas de cerca o de lejos, o sin relación alguna con el árabe, que me interesan, y de las que también hablo aquí, aunque seguramente mucho menos. Son, por así decirlo, variedades distintas de anís, como lo es el verde, dulce o matalahúva con respecto del estrellado, aunque el sabor de uno recuerde al otro.

Este blog lo creé en noviembre de 2009 como alternativa al que hasta entonces mantenía en la red de la U. de Murcia y del que es, en cierto modo, continuación. Al tratarse de un espacio institucional no me parecía adecuado albergar en él comentarios y opiniones ajenas (que sí tienen cabida en éste), e incluso aquellos propios que pudieran considerarse fuera de lugar o sin una relación estrecha con la actividad docente.