29 de abril de 2014

Dios provea quien nos entienda

Hace escasos días recibía de una colega una noticia de lo más inesperado: Aram Hamparzoumian le había comentado que dejaba la Escuela Oficial de Idiomas de Málaga, de la que ha sido profesor de árabe durante las últimas décadas, y se retiraba de la docencia. De entrada no supe muy bien cómo interpretarlo: por un lado, pensé que se jubilaba sin más, como anuncia el propio sitio de la EOI; por otro, tenía constancia de que Aram mantenía desde hace tiempo algunas discrepancias con el centro: de hecho, en febrero de 2012 me pidió una carta, destinada al director del mismo, en apoyo del enfoque integral que había comenzado a poner en práctica dos años antes, al término de una licencia de estudios en Marruecos, y que no consiste, como al parecer le reprochaban ("desde la más absoluta ignorancia", me atreví entonces a afirmar), en "enseñar un dialecto", sino en conjugar su aprendizaje y el del árabe normativo en un mismo marco docente. Ignoro si ha sido ésta o alguna relacionada la causa de su ruptura con el centro, pero sí que, de un modo u otro, la disconformidad y las desavenencias han derivado en una situación insostenible para él, hasta el punto de liquidar cuantos recursos, y no eran pocos, mantenía o había publicado en la red, salvo alguno premonitorio, y de cancelar incluso sus cuentas en algunas redes sociales.

Fue en Internet, en el foro del pionero Arabismo.com, donde coincidí con Aram por primera vez, si no me equivoco, en mayo de 2001, y ha sido principalmente por correo electrónico y a través de algunos otros foros, como el también desaparecido de Aldadis, como hemos venido manteniendo un nutrido intercambio profesional, cuyo extravagante origen, digno del célebre óleo de Gustave Corbet, fue un hilo acerca de la expresión marroquí «طبّون ديمّاك» (lit., "el coño de tu madre") que derivó luego en un cruce de mensajes en privado, a propósito, entre otras cosas, de una posible etimología española del núcleo del sintagma, presente ya, por cierto, en el glosario bereber de Georg Hoest (Nachrichten von Marokos und Fes, Copenhague, 1781, p. 137). Yo aproveché entonces para presentarle Algarabia2 (léase "algarabiados"), un sitio con el que pretendía organizar mis ideas acerca de la didáctica del árabe en España, contactar con otros interesados en el tema y aprender, al mismo tiempo, algo de HTML y diseño de páginas web. El nombre entroncaba con el de la primera revista española dedicada al tema, de la que él había sido director, aunque mi intención, al elegir este adjetivo en plural, no era lanzar una segunda Algarabía, sino hacer hincapié en que eran los protagonistas de esta actividad, profesores y alumnos, los que más me interesaban, antes que otros aspectos teóricos o prácticos de la misma. Esa nueva Algarabía, de hecho, aparecería años más tarde en formato electrónico, pero tendría una existencia aún más efímera y menos prolífica que la de su antecesora en papel (1993-1995), en lo que es tal vez un ejemplo de la escasa atención que recibe este ámbito en el arabismo español, aun siendo con toda probabilidad el que más y mejor justifica su financiación pública: una atención escasa y, quizá por esa misma razón, no siempre del todo sincera u honesta.

A Aram lo conocí en persona una tarde tormentosa y en compañía de unos colegas cuya actitud (hacia los marroquíes para empezar: "perros y malos" vociferaba uno del grupo en lo que era, al parecer, sólo una forma de hablar entre arabistas) me causó, escaso como ando de espíritu gregario, la peor de las impresiones. Que los arabistas no están libres de prejuicios, a veces extremos, no es ninguna novedad. Que se manifiesten de manera tan zafia, en cambio, nunca deja de sorprender.

Del escenario de nuestro siguiente encuentro, unos dos meses después, guardo por fortuna mucho mejor recuerdo: fue con motivo de la primera mesa redonda sobre didáctica de la lengua árabe que se celebró en la Universidad de Murcia en diciembre de 2004, y en la que ambos participábamos. De entonces a esta parte hemos coincidido otra vez, si la memoria no me falla, en Málaga, pero sobre todo en el terreno de la enseñanza del árabe como lengua extranjera (EALE) en general y, más en particular, en el diagnóstico y tratamiento de sus males. Yo diría que hemos coincidido, incluso, en la vehemencia con que hemos discrepado a veces, las menos, y que siempre he preferido, desde luego, a la tibieza y lenidad de otros colegas, más comprometidos, suelo pensar, consigo mismos y con su capital simbólico que con la discusión de los problemas. Con Aram no hay medias tintas, y eso en un gremio tradicionalmente bienmandado y autocomplaciente no tarda en cerrarte puertas, aun siendo él mismo la que mejor comunicaba al arabismo universitario con el de las EOI, hoy presente, si mi información es correcta, en al menos 24 de ellas (contando con la de Pamplona, donde no es oficial), y que se se remonta de algún modo a la introducción del árabe vulgar en la Escuela Central de Idiomas de Madrid en 1911 (Gaceta de Madrid, nº 177, 26.06.1911, p. 859). Es a este arabismo, no universitario pero vinculado en gran medida al de la universidad, al que Aram se incorpora a mediados de los 80, momento en que se hace expresa la necesidad de que "en las disciplinas de idiomas modernos" la fase de oposición se desarrolle "íntegramente en el idioma correspondiente" (cf. la Orden de 21 de marzo de 1986, BOE nº 77, 31.03.1986, base 6.9). Durante años Aram insistirá en la conveniencia de introducir ese mismo requisito en los procedimientos de selección del profesorado universitario, tal y como recogería después la Campaña para la acreditación y uso del árabe, y es que rara será la propuesta o iniciativa en pro de arabizar el arabismo de la que Aram no pueda considerarse antecedente o precursor, como sucede con otra campaña, anterior a la mencionada, que lancé a finales de 2003 y cuyo objetivo, como el de muchas entradas de este blog, era denunciar el estancamiento de la EALE en España y abogar por su refundación, digámoslo así, desde dentro. A este respecto conviene advertir que cuanto tienen de bueno las oposiciones a profesor de EOI, por retomar el tema, se debe a la existencia de una normativa común a todos los idiomas, mientras que los temarios, p. ej., en cuanto competen a la especialidad de árabe, delatan esa vinculación, de la que hablaba más arriba, con el arabismo universitario, trasnochado, por lo general, en esta materia. Otro tanto podría decirse de la aplicación del Marco común europeo de referencia para las lenguas, obligada en el caso de las EOI.

Vuelvo ahora sobre estos años de correspondencia electrónica con Aram, que he procurado conservar bien archivada, y veo que no hay probablemente asunto relativo a la EALE que no hayamos tratado, coincidiendo nuestras opiniones, además, muchas veces, aunque por mi parte no es el simple hecho de que Aram me diera la razón lo que voy a echar de menos, sino el de que me entendiera: "Dios provea quien nos entienda, aunque no sea más", dice un refrán («الله يجيب اللي يفهمنا وما يعطينا والو» en una de sus versiones marroquíes) al que hemos recurrido más de una vez. Porque colegas que te den la razón en esto de cómo enseñar el árabe los hay (también, sospecho, los que se limitan a seguirte la corriente), pero que sientas que te comprenden de veras, pocos: los mismos, por lo general, que no ven en cada discrepancia una ofensa.

Yo confío aún en que Aram reconsidere parte de su decisión y distinga entre dejar su puesto en la EOI de Málaga y abandonar el que ocupaba en el terreno de la EALE en España, aunque si los sinsabores del primero apenas alcanzo a intuirlos, porque he preferido redactar esta entrada sin consultarle al respecto, de los del segundo, por el contrario, tengo demasiada constancia como para animarle a seguir dando voces al viento, que es lo que nos hemos descubierto haciendo en más de un momento de lucidez.

Bromeaba Aram hace un mes en Facebook (aunque sus comentarios ya no son visibles) acerca de retirarse a vivir junto a la cascada del río Aggay (وادي أݣاي), en las inmediaciones de la ciudad de Sefrou (صفرو), en Marruecos. Bromeaba, digo, quizá acariciando ya la idea del retiro, pero no se me ocurre, en cualquier caso, qué mejor deseo expresarle en su jubilación que el de que la disfrute mucho: si no allí, entre cerezos, sí al menos cerca del árabe y lejos del mundanal ruido.

20 de abril de 2014

Uso de alcuñas

Publicada en el Bulletin des lois de la République française el 24 de marzo de 1882, la Loi qui constitue l'État civil des Indigènes musulmanes de l'Algérie obligaba a "chaque indigène n'ayant ni ascendant mâle dans la ligne paternelle, ni oncle paternel, ni frère aîné", en virtud de su art.º 3, a "choisir un nom patronymique", un apellido con el que figurar en el incipiente registro civil del lugar. "En cas de refus ou d'abstention", añade el art.º 5, "[...] ou de persistance dans l'adoption du nom précédemment choisi par un ou plusieurs individus" (del mismo municipio pero distinta familia, se entiende), la decisión había de recaer en el funcionario de turno. Al final de este onomacide sémantique, como lo ha descrito Farid Benramdane, "une carte d'identité [...] indiquant le nom et les prénoms qui y seront portés" le sería entregada "sans frais à chaque indigène", conforme explica el artículo siguiente.

En la Argelia occidental, para referirse a ese nom patronymique en árabe se recurrirá a la voz نكوة (nekoua en la transcripción de la época), que hasta entonces tenía únicamente el sentido de 'mote', 'apodo', y que pasará también, por extensión, a designar al propio documento de identidad. En la Argelia oriental el término elegido será نقمة (nekma) que también tenía hasta entonces el único significado de 'sobrenombre' (cf. C. Kehl, "L'état civil des indigènes en Algérie", Bulletin de la Société de géographie et d'archéologie de la province d'Oran, 52, 1931, p. 173-212; 182). "Les mots nekoua et nekma", advierte Kehl, "n'existent pas dans la langue arabe" (la normativa, se entiende), y no va muy descaminado al ver en en la primera "la corruption du mot Kounia (كنية) qui signifie surnom, sobriquet" (ibídem), aunque نكوة, en realidad, es corrupción (metátesis) de كنوة, variante clásica de كنية (étimo de nuestros 'alcurnia' y 'alcuña'; sobrenombre, patronímico, tecnónimo, etc., según el uso) empleada no sólo en Argelia sino también en Marruecos (cf. G.S. Colin, Le dictionnaire Colin d'Arabe Dialectal Marocain, Rabat, 1993-7, VII, p. 1706). En mi caso, de hecho, el testimonio de esta evolución lo he encontrado en Victorien Loubignac, quien recoge ambas formas en sus Textes arabes des Zaër (París, 1952), recopilados entre 1915 y 1916 en la región que ocupaba esta tribu al sur de Rabat (p. 550, cf. 574):
كنّى · كنو .— Faire suivre le nom de qq'un de celui de son père, p. ex. طوطو العياشي .— Toto, fille d'El Ayachi.
كنوة .— Surnom, sobriquet (récent, on disait نكوة).
Y en cuya definición puede apreciarse la prolongación de un uso antiguo, ya que la كنية expresa también, aunque suela obviarse, filiación y otros tipos de parentesco, no sólo paternidad o maternidad, puesto que puede comenzar tanto por أب o أم como por ابن، أخ, etc.: refiriéndose a finales del s. XVI al "usso de alcuñas" entre los mozárabes, Jerónimo Román de la Higuera indica "que es el nombre del padre por sobrenombre del hijo" (Tratado del linaje de Higuera, RAH, mss. 9-5566, f. 13r, apud M. García-Arenal y F. Rodríguez Mediano, The Orient in Spain, Leiden, 2013, p. 209, n. 40, quienes consideran, quizá precipitadamente, que "Higuera actually has the kunya backward"). En el árabe marroquí, كنية pasará a significar 'apellido', mientras que el lenguaje administrativo optará por la expresión normativa اسم عائلي ("nombre familiar"; cf. el art.º 6 del dahír del 08.03.1950), llegándose a la contradicción, al menos aparente, de que según el mismo artículo de un segundo dahír que modifica al anterior, el nº 1.63.240, "el nombre familiar sobre el que recaiga la elección no ha de ser", entre otras cosas, una كنية, "un mote" («وينبغي ألا يكون الاسم العائلي الواقع عليه الاختيار كنية»), sobriquet en la versión francesa. Hojeando el boletín oficial marroquí se puede encontrar, en cambio, al menos un caso en que la palabra se emplea extrañamente como traducción de dénomination (قرار من وزير التهذيب الوطني بتاريخ 29 أكتوبر سنة 1957 بشأن اعطاء الكنية لبعض مؤسسات التعليم الثانوي الأروبي، الجريدة الرسمية، عدد 2365، ص. 432; cf. Bulletin officiel, nº 2353, p. 1510), pero más recientemente aparece como equivalente del francés surnom. En la Argelia francesa nom patronymique se traducirá oficialmente por اسم نسبي ("nombre genealógico"), como aparece en los carnés de identidad de la época, siguiendo este modelo:

E. Cornu, Guide pratique pour la constitution de l'état civil des indigènes, Argel, 1889, p. 98
Pero tras la independencia será el término لقب ("mote" propiamente dicho en la lengua clásica), como en otros países árabes el sinónimo شهرة, el que sustituya de un modo oficial a ese اسم نسبي, pese a tener en el Corán (49:11) una connotación peyorativa, si bien نكوة continuará empleándose popularmente, como sucede hasta hoy en la zona oriental de Marruecos e incluso en bereber rifeño, donde existe el préstamo ناكواث / ⵏⴰⴽⵡⴰⵜ con el sentido de carné de identidad (cf., p. ej., بوزيان موساوي، كتاب تعليم الأمازيغية للمبتدئين، وجدة، 2002، ص. 15). Nada que ver, a propósito, salvo que la similitud le haya jugado una mala pasada, con el neologismo que el autoproclamado Gobierno provisional cabileño emplea en su modelo de carné de identidad (takarda —cf. el árabe كارطة— n tnekkit) en lugar del común tamagit (ⵜⴰⵎⴰⴳⵉⵜ) o del timant de Mouloud Mammeri (Lexique de berbère moderne, Argel, 2008, p. 41, 107), y que parece mal traído del también neológico tinekkit ('egoísmo', de ⵏⴻⴽⴽ, nekk, 'yo'), propuesto por Mohamed Idir Ait Amrane (A sidder d wesgam n tamazight, Argel, 1997, p. 67) a renglón seguido de tinettit ('identidad', de ⵏⴻⵜⵜⴰ, netta, 'él'), siguiendo respectivamente el ejemplo de أنا > أنانية y el de هو > هوية en árabe.