31 de mayo de 2011

Henselius polyglotta

Ya se sabe: en Internet, una cosa te lleva a otra y así acabas liándote. Un tweet trujahebraico me condujo primero hasta una entrada de Frank Jacobs sobre el mapa Europa Polyglotta, publicado por Gottfried Hensel en su Synopsis universae philologiae, sive unitas el harmonia linguarum totius orbis (Núremberg, 1741), junto a sendos de África, Asia y América, que representan, como el de Europa, la genealogía de las lenguas ("linguarum genealogiam") y la forma de escribir ("scribendique modis") de distintos pueblos, con el padrenuestro como modelo; todo ello en un período indeterminado, como señala Stephen Dodson en Languagehat.

Como es natural, fue ver el mapa completo e írseme la vista a la Península Ibérica. Todo parece más o menos en su sitio hasta que uno repara en esa zona denominada "Mauritan(-ia?)" que se extiende de Sur a Este:

Y en la que, a diferencia del resto, aparecen unas letras árabes sueltas que, a poco que se examinen, representan de manera bastante descuidada el comienzo del padrenuestro en una aljamía cuando menos extraña:
فَدرَ تسُترُ فيَ / يهشـ؟ ين
[fadar tustru —nustru?— qay yiHŠ-? yin] > Padre nuestro que / [¿estás?] en
Y cuya parte final, que coincide con un segundo renglón en el mapa, resulta algo confusa (por no hablar ya de ese sospechoso fadar germanizante).

24 de mayo de 2011

Seamos más lectores

La Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) ha convocado recientemente un "concurso para cubrir una beca de Lector de Lengua Árabe en la Escuela de Traductores de Toledo", con una duración de nueve meses. (A este centro de investigación, por cierto, dedicó una de sus emisiones el servicio árabe de Radio Exterior de España, el pasado mes de febrero.)

Según se refiere en el apartado de requisitos (aunque hay que entender que se trata más bien de méritos), en los candidatos se valorará, por este orden:
  • Tener formación específica en enseñanza de árabe como lengua extranjera (EALE).
  • Tener experiencia docente de árabe como lengua extranjera (EALE).
Contemplándose la posibilidad, incluso, de realizar una entrevista por videoconferencia a los candidatos preseleccionados (imagino, por que no se dice expresamente, que con el fin de verificar, si fuera necesario, los méritos aducidos).

Que aspiremos, no sólo en Toledo sino en otros centros universitarios, a tener los lectores más formados y experimentados posible es del todo lógico. En la Universidad de Murcia, donde trabajo, y donde existe una convocatoria común para todas las lenguas, también se valoran (tanto como el expediente académico) las "dotes docentes y la capacidad de colaboración e integración en el medio universitario" de cada aspirante, así como su "experiencia previa".

Lo que escapa a esa lógica, es que, sabiendo qué exigir y qué valorar en un lector, seamos en cambio tan poco exigentes con nosotros mismos (no ya, por supuesto, en Toledo o en Murcia, sino en general): es decir, cuando se trata de seleccionar a profesores contratados o titulares, a los que, para empezar y a diferencia de los lectores, no se nos exige competencia lingüística alguna más allá de ese "conocimiento adecuado de los aspectos lingüísticos, literarios y culturales inherentes a la lengua y a la filología árabes" que presupone el Real Decreto 1434/1990; y semejante indulgencia pese a que, sin embargo, solemos permanecer en ejercicio treinta años, frente a los tres como máximo (renovables curso por curso) de los lectores, que después de todo sólo son becarios.

Visto así, el riesgo de elegir a un mal lector no es comparable, ni de lejos, al de seleccionar a un mal profesor de árabe y, sin embargo, las probabilidades en el segundo caso son mayores.

Un profesor no tiene por qué ser hablante nativo, pero a cambio se le presupone una competencia lingüística avanzada y la capacidad de trasladar a la enseñanza su valiosa experiencia como aprendiz exitoso del idioma. Sin embargo, hoy por hoy, ni hay titulación que garantice (certifique) dicha competencia (el RD 1434/1990, ya citado, recomendaba "la realización, al final de los estudios, de una prueba general que acredite un conocimiento suficiente de la lengua", que jamás se ha puesto en práctica), ni las comisiones de selección suelen detenerse a evaluarla, como tampoco a contrastar la capacidad didáctica de los aspirantes, nativos o no, aunque el procedimiento sí se contemple en el art.º 7.1 del Real Decreto 1313/2007, "por el que se regula el régimen de los concursos de acceso a cuerpos docentes universitarios":
Los Estatutos de cada Universidad regularán el procedimiento que ha de regir en los concursos, que deberá valorar, en todo caso, el historial académico, docente e investigador del candidato o candidata, su proyecto docente e investigador, así como contrastar sus capacidades para la exposición y debate ante la Comisión en la correspondiente materia o especialidad en sesión pública.
Y esto, que afecta particularmente a la enseñanza de la lengua, podría hacerse fácilmente extensivo a otras asignaturas de esta área de conocimiento si se considerara la posibilidad de impartirlas en un árabe asequible al nivel de los alumnos.

Bastaría por tanto el compromiso de quienes integran las comisiones de selección para que dichas destrezas dejaran de darse por sentadas (a menudo a pesar de la evidencia) y se contrastaran por defecto en árabe, de viva voz, y grabando incluso la sesión para mayor garantía, como suele hacerse con los exámenes orales (en otro ejercicio, podría pensarse, de exigencia poco ejemplar). Pero falta voluntad y sobran en cambio, como en tantas otras tribus universitarias, intereses creados que, en nuestro caso particular, bien podrían tener un precedente en aquella "red de relaciones de gran calidad" que, "basada en su autoridad científica, ya que no en sus orígenes familiares o sociales", consiguieron tejer a su alrededor (y entre sí, qué duda cabe) los Beni Codera, según opina Manuela Marín (Los epistolarios de Julián Ribera Tarragó y Miguel Asín Palacios, Madrid, 2009, p. 31):
Trabajosamente ganada y mantenida, esa red les situaba en un lugar privilegiado para el intercambio y consecución de beneficios; en otras palabras, para la obtención recíproca de dones materiales o simbólicos.
Entretanto habrá quien siga viendo en los lectores, más que un auxilio, un socorrido descargo, como lo es derivar a los alumnos a academias y escuelas de idiomas, so pretexto de que la universidad no es una de ellas, aunque todo, desde la publicidad a las asignaturas, pasando por las promesas de salidas laborales, induzca a creer que no sólo lo es, sino de las mejores. Y entiéndase: una cosa es advertir a los alumnos que la formación lingüística que se les está ofreciendo es insuficiente (para empezar, en número de horas lectivas o en la manera de abordar la diglosia), y otra muy distinta inhibirse y despacharlos con subterfugios tan manidos como que "para hablar árabe en clase ya está el lector" o, en su defecto, tal academia, escuela o servicio de idiomas, tal curso de verano o profesor particular, y en definitiva cualquier otro enseñante al que se le pueda pasar la pelota, de preferencia nativo (como corresponde, en esta línea de huida hacia adelante, a un designio —hablar y enseñar a hacerlo— que, según convenga al que lo elude, es pan comido o del todo inhacedero).

10 de mayo de 2011

In lumine sapientia

Quienes estamos suscritos a la lista de correo-e de la Sociedad Española de Estudios Árabes (SEEA-L) estábamos ya al tanto desde hace semanas, pero ha sido estos últimos días cuando la noticia (resumida en este vídeo) ha saltado a la prensa: "Un profesor denuncia al rector de la Universidad de Almería por presunta prevaricación en la convocatoria de una cátedra" (de Estudios Árabes e Islámicos); si bien el denunciante, Jorge Lirola, profesor titular de dicha área y aspirante a la plaza en cuestión, venía ya con anterioridad haciendo públicos algunos detalles y antecedentes del caso a través de su blog, Con espíritu constructivo, desde el que significativamente anima a "trabajar contra la prepotencia que demuestran algunos poderes fácticos". Lirola, al que conozco y aprecio desde que en 2003 trabajé a sus órdenes, como becario investigador, en uno de sus proyectos, es fundador y presidente de la Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, y en la actualidad lo es también de la propia SEEA.

Los hechos que denuncia Lirola, a mi modo de ver, responden más a los males de la universidad española en general que a los de los Estudios Árabes e Islámicos en particular (una distinción no siempre fácil de establecer, y que comporta el doble riesgo de considerar peculiar lo que es común y viceversa) y en principio son pocas las reflexiones que pueden hacerse que atañan especialmente a esta área de conocimiento. No obstante hay un par de comentarios del denunciante acerca de la aspirante a la plaza, compañera y antigua profesora suya, que me han llamado la atención, porque en ambos le achaca deficiencias que, a mi juicio (y como vengo denunciando en este blog), están a la orden del día en el gremio, hasta el punto de poder considerarse verdaderas deformaciones profesionales. En el primero de sus comentarios alude a un abuso de la traducción como práctica docente del que muchos hemos sido víctimas:
Lo que hacíamos en clase era traducir unos textos que entonces me parecían extrañísimos y que ahora sé que son de "jawass", lo que ella investigaba y publicaba. No es que quisiera aprovecharse de nuestras traducciones, pues eran más particulares todavía que los textos, dado que estábamos en una fase inicial de aprendizaje del árabe y difícilmente alcanzábamos a comprender de qué iba aquello. La verdad es que eran textos que nos quitaban las ganas de continuar con el árabe a los que estábamos empezando.
Mientras que en el segundo se refiere a la osada ignorancia de la aspirante en materia de lengua árabe, al suspender a un alumno nativo:
La verdad es que a la vista del examen era para suspender a la examinadora, que no sabía que al-sawma'a significa alminar y se lo consideró mal.
Insuficiencia lingüística (y por fuerza didáctica) que, en mayor o menor grado pero en cualquier caso libre de examen, afecta a un elevado porcentaje de arabistas españoles y extranjeros, y de la que no por arrojar la primera piedra se está más a cubierto.

Puesto que estas carencias, como es público y notorio, se hallan muy extendidas (debido en parte a que los tribunales de selección no pueden o no quieren penalizarlas, pero sobre todo a la propia idiosincrasia y tradición del gremio), y puesto que no hay motivo para pensar que Lirola lo ignora, ponerles nombres y apellidos sólo estaría justificado, entiendo, por serlo en grado extremo: qué duda cabe que en este "mal de muchos, consuelo de tontos" que es la situación de la enseñanza del árabe como lengua extranjera en España hay tontos, por decirlo así, con más derecho a consuelo que otros; salvo que por ese camino, el que más, el que menos, todos acabamos consolados y pagados de sí mismos, en la creencia de que no habrá de faltar nunca uno más ignorante al que señalar; al tiempo que sigue siendo posible convertirse en catedrático, titular o profesor contratado de árabe sin someterse a evaluación lingüística (y pedagógica) alguna.

Lo que necesitamos, y lamento insistir en ello por enésima vez, es algo tan sencillo como un examen y una nota, y determinar a partir de qué puntuación se está en condiciones de ocupar una plaza docente, siguiendo el modelo establecido a través de la célebre Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA), o el de pruebas ya existentes, como, p. ej., las que conducen a la obtención del título de intérprete jurado, y que realiza anualmente la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. (Con este propósito, dicho sea de paso, solicité el pasado mes de noviembre el respaldo de la Sociedad Española de Estudios Árabes, de la que aún no he obtenido respuesta.)

Entretanto, que la denuncia de Jorge Lirola perturbe (y divida) las plácidas aguas del arabismo patrio, por tradición bienmandado, tiene algo de saludable desde mi humilde punto de vista, con independencia del fuste de las acusaciones (que será la fiscalía de Almería quien estime o no procedentes), y de la malsana y un punto frívola expectación de ver cumplido el pronóstico del denunciante de que "al menos nos divertiremos" (no todos, desde luego). Saludable, digo, porque, como reza el escudo de aquella universidad, "en la luz está la sabiduría" (y en los taquígrafos, añadiría yo, su difusión). Lástima, a propósito y para concluir, que muchas componendas, algunas de efectos tan perniciosos como la provisión irregular de una cátedra, si no más, se hagan aprovechando las sombras y ángulos muertos de las normas, y que a más de quedar impunes escapen por desidia o displicencia sin la reprobación de quienes, a pesar de los envites, aún conservan ese bien tan raro, transparente y escurridizo que es, en árabe, el agua de la cara (ماء الوجه).

7 de mayo de 2011

Amidst this cursed soil I stand apart



De la tierra donde han liquidado a Bin Laden, Pakistán, y en la lengua de los talibanes (si se me permite la ironía), llega esta canción de Wali, Yasir y Jawad titulada Reidi Gul (ريدى ګل), 'tulipán', de la que he tenido conocimiento gracias a una entrada del blog de Renata, siempre ameno, y cuya letra es un poema del mismo título de Khan Abdul Ghani Khan (خان عبد الغنى خان), disponible, por si hay algún curioso entre el público, en la página 333 de sus obras completas (كليات), donde se encuentran igualmente otros poemas suyos musicados en las últimas décadas, aunque en un aire mucho más tradicional, por Sardar Ali Takkar (سردار علي ټکر). Yasir, Jawad y Wali, el vocalista del grupo, participan en una especie de Operación Triunfo, Uth Records, "that provides talented young musicians a professional music platform for their original work to be seen and heard across Pakistan".

Probablemente ha sido el tañido inicial y constante del rabab (رباب); lo cierto es que, con escucharla una vez, la canción de estas jóvenes promesas de Peshawar (پېښور) se me ha pegado.

En el desierto, donde el poeta la encuentra en el transcurso de una cacería, "rodeada por doquier de tierra cenicienta", dice la flor del poema, "soy única y espléndida" (al menos en mi traducción, bastante más literal que la inglesa).