Cuando en 1924 comuniqué a Cejador que iba a seguir estudios de árabe con Ribera y Asín, me dijo: «¿Y cómo te metes en eso, que es cosa de curas?» [...] ¿El arabismo, «cosa de curas»? Valga como rápida impresión, si la compensamos con que el arabista solía ser mirado como «una sucursal de árabe». A mí mismo me llamaba a veces Ortega con cariñosa broma «circunciso». Precisemos: en aquella época, cuando alguien elegía libremente una profesión, no se avergonzaba de ella, ni de ser llamado por su nombre; pero ser «arabista» no consistía en «identificarse» con los árabes. [...] Si nuestra escuela española sentía simpatía por los árabes, era sencillamente porque trataba de entender la Edad Media ibérica, y creía tener que rendir a la civilización arábiga el «tributo de estricta justicia» que le era debido. No menos, pero tampoco más. [...]---Emilio García Gómez, "Ser arabista, ayer y hoy", ABC, 22.08.1982.
Claro está que no se trataba de abdicar de la cristiandad, ni —en el caso de Asín— de sembrar confusionismos, luego de moda y que en ningún terreno han dejado de ser contraproducentes. Pero allá cada cual con la responsabilidad de sus extravasaciones.
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