18 de noviembre de 2009

Peatones

Esta foto la tomé el pasado mes de abril en Rabat. La señal que aparece en ella contiene un evidente error en la elección del caso gramatical (الراجلين por الراجلون), pero lo interesante es que el error se debe a una ultracorrección: si se agranda la imagen haciendo clic sobre ella, se observa una etiqueta adhesiva que cubre con la letra equivocada (ـيـ), impresa en ella, la letra correcta (ـو), grabada en la placa. De hecho algún viandante (comprometido, supongo, con el uso normativo de la lengua) había arrancado las pegatinas de algunas señales, devolviéndolas así a su فصاحة original.

Con independencia de los motivos que pueden originar semejante vacilación, y se me ocurren varios, la imagen me trae a la mente un tópico, ya clásico, al que recurren con frecuencia algunos colegas arabistas y que consiste en sentenciar, a la vista de cualquier lapso como éste, que "ni los árabes saben árabe", con el fin, intuyo, de justificar su propia ignorancia o de ponderar la importancia de un conocimiento gramatical teórico a la antigua usanza, el suyo, que por sí solo no conduce realmente a ninguna competencia lingüística efectiva. No es raro, de hecho, advertir incluso una cierta suficiencia, cuando no regusto malsano en quienes pillan al nativo en algún error o dificultad de éste u otro tipo:

Yo me he metido hoy solo por un barrio moro entrando en cafés y tiendas: son muy amables, sobre todo hablándoles de España y sus cosas morunas; uno algo literato, que leía libro sufí [sic] se admiraba que yo se lo tradujese al francés. Había cosas que no entendía el pobre.
---M. Asín Palacios, citado en J. Valdivia Valor, Don Miguel Asín Palacios. Mística cristiana y mística musulmana, Madrid, 1992, p. 36.

(Obsérvese cómo Asín Palacios, significativamente, traduce al francés, en lugar de parafrasear en árabe.)

El argumento, por descontado, tiene tan poco fuste como decir que los españoles no saben español porque cometen faltas de ortografía o dicen "andáramos" en lugar de "anduviéramos", pero ante todo pasa cruelmente por alto realidades como la amplitud del analfabetismo en el mundo árabe y el fenómeno de la diglosia, que mantiene una brecha entre la norma, preferentemente escrita, y la lengua hablada mucho mayor que la existente en español.

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