Otra de las imaginarias dificultades en estos estudios es la correspondencia de las letras con las que uno tiene conocidas; y en verdad que la dificultad es insuperable, según en qué sentido se plantea la cuestión. Al estudiar una lengua muerta, o que se estudia como tal, importa poco que demos a las letras una pronunciación más o menos propia. Hay que contentarse con que sea aproximada, pues la exactitud es imposible de obtener, o al menos de probar: no sabemos con seguridad cómo pronunciaba Cicerón su nombre, y sin remontarnos tan lejos es casi seguro que no entenderíamos la pronunciación a Don Alfonso el Sabio: por tanto no debe asustarnos el que alguno nos asegure que Mahoma no nos entendería.---Francisco Codera y Zaidín, Elementos de Gramática árabe para uso de los alumnos de D. F. C. y Z., Madrid, 1886, p. 6.
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