1 de febrero de 2010

Dimes y diretes egipcios

Ya hablé en su día de la novela que me estoy leyendo últimamente. Hoy traigo de nuevo un par de fragmentos curiosos, traducidos también a vuela pluma (del original, aunque ya existe traducción al inglés, por si le interesa a alguien). El primero podría titularse perfectamente "Dime a quién escuchabas y te diré quién eras" (p. 101):

Una vez instaurada la ofensiva wahhabí sobre tierras de Egipto, por medio de las multitudes de maestros, médicos, empleados e incluso obreros que habían trabajado durante largas temporadas en Arabia Saudí y vuelto después, el estilo de vida egipcio cambió mucho. Prácticamente dejamos de oír la hermosa y maravillosa recitación coránica de Abdelbasit Abdessamad (عبد الباسط عبد الصمد), Muhammad Rifaat (محمد رفعت), Muhammad Siddiq El Minshawi (محمد صديق المنشاوي), etc., y el gusto del público, echado a perder, comenzó a inclinarse por voces impostadas: las de al-Huzayfi (الحزيفي) [sic; ¿Al-Hudhayfi?], as-Sudaysi (السديسي) [¿As-Sudays?], al-Thumayni (الثميني) [¿Al-Thubayti?], etc. Nos pusimos a escuchar estridencias del Golfo y echamos en el olvido a Abdelhalim (عبد الحليم), a Umm Kulthum (أم كلثوم), a Nagat...
Y el segundo podría titularse "Dime en qué hablas y te diré para qué" y requiere una explicación adicional. El protagonista y narrador, Mustafa (مصطفى), se encuentra ante el que fue su amigo de infancia y juventud, Ahmad (أحمد), entonces un militante izquierdista y en la actualidad un extremista religioso, a ruegos del padre de éste, para tratar de convencerlo de que no cambie su trabajo como ingeniero en una compañía estatal, que él considera en mano de infieles, por el de vendedor callejero de basbusa (بسبوسة) y kunafa (كنافة). En un momento de la mediación, Ahmad, entre irónico y desafiante, salta de repente del árabe egipcio al estándar o normativo, el llamado árabe clásico, y Mustafa comenta al lector (p. 126):
El árabe es mi profesión y lo adoro, pero no así a quienes lo hablan de este modo, deseando hacernos retroceder decenas de siglos.
Diciéndose más adelante entusiasmado al ver que Ahmad, incapaz de provocarlo, vuelve enseguida al egipcio (¿y al presente?); todo ello en lo que resulta una fina pero densa veta para el sociolingüista aficionado. Es de retrógrados, da a entender el narrador, hablar en árabe clásico como lo hace Ahmad, y sin embargo éste no emplea un estilo o vocabulario diferentes de los de la propia novela, ni particularmente arcaico u obsoleto. He aquí la transición (ibídem):
قاطعه أحمد ساخراً وهو يحدق في: وده يزعلك في إيه يا أخ مصطفى؟ ألا تريد الخير لي؟ أم جئت تنصحني بأن أعمل معكم في تزوير الحقائق والتدليس على الناس.
Por lo tanto se diría que en opinión del protagonista lo reaccionario, sencillamente, es hablarlo. Pero, ¿y fuera de la diégesis? Es decir, ¿qué piensa el autor de la obra, Mekkawi Said (مكاوي سعيد), que a fin de cuentas escribe en ese mismo árabe clásico, por más que lo aderece con voces y diálogos en egipcio? Imagino que algo parecido a lo que opina su álter ego, y que tan bien resume lo que es el fenómeno de la diglosia, en este caso literaria y narratológica: que una cosa es hablar... y otra muy distinta escribir.

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