Quienes estamos suscritos a la lista de correo-e de la Sociedad Española de Estudios Árabes (SEEA-L) estábamos ya al tanto desde hace semanas, pero ha sido estos últimos días cuando la noticia (resumida en este vídeo) ha saltado a la prensa: "Un profesor denuncia al rector de la Universidad de Almería por presunta prevaricación en la convocatoria de una cátedra" (de Estudios Árabes e Islámicos); si bien el denunciante, Jorge Lirola, profesor titular de dicha área y aspirante a la plaza en cuestión, venía ya con anterioridad haciendo públicos algunos detalles y antecedentes del caso a través de su blog, Con espíritu constructivo, desde el que significativamente anima a "trabajar contra la prepotencia que demuestran algunos poderes fácticos". Lirola, al que conozco y aprecio desde que en 2003 trabajé a sus órdenes, como becario investigador, en uno de sus proyectos, es fundador y presidente de la Fundación Ibn Tufayl de Estudios Árabes, y en la actualidad lo es también de la propia SEEA.
Los hechos que denuncia Lirola, a mi modo de ver, responden más a los males de la universidad española en general que a los de los Estudios Árabes e Islámicos en particular (una distinción no siempre fácil de establecer, y que comporta el doble riesgo de considerar peculiar lo que es común y viceversa) y en principio son pocas las reflexiones que pueden hacerse que atañan especialmente a esta área de conocimiento. No obstante hay un par de comentarios del denunciante acerca de la aspirante a la plaza, compañera y antigua profesora suya, que me han llamado la atención, porque en ambos le achaca deficiencias que, a mi juicio (y como vengo denunciando en este blog), están a la orden del día en el gremio, hasta el punto de poder considerarse verdaderas deformaciones profesionales. En el primero de sus comentarios alude a un abuso de la traducción como práctica docente del que muchos hemos sido víctimas:
Puesto que estas carencias, como es público y notorio, se hallan muy extendidas (debido en parte a que los tribunales de selección no pueden o no quieren penalizarlas, pero sobre todo a la propia idiosincrasia y tradición del gremio), y puesto que no hay motivo para pensar que Lirola lo ignora, ponerles nombres y apellidos sólo estaría justificado, entiendo, por serlo en grado extremo: qué duda cabe que en este "mal de muchos, consuelo de tontos" que es la situación de la enseñanza del árabe como lengua extranjera en España hay tontos, por decirlo así, con más derecho a consuelo que otros; salvo que por ese camino, el que más, el que menos, todos acabamos consolados y pagados de sí mismos, en la creencia de que no habrá de faltar nunca uno más ignorante al que señalar; al tiempo que sigue siendo posible convertirse en catedrático, titular o profesor contratado de árabe sin someterse a evaluación lingüística (y pedagógica) alguna.
Lo que necesitamos, y lamento insistir en ello por enésima vez, es algo tan sencillo como un examen y una nota, y determinar a partir de qué puntuación se está en condiciones de ocupar una plaza docente, siguiendo el modelo establecido a través de la célebre Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA), o el de pruebas ya existentes, como, p. ej., las que conducen a la obtención del título de intérprete jurado, y que realiza anualmente la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. (Con este propósito, dicho sea de paso, solicité el pasado mes de noviembre el respaldo de la Sociedad Española de Estudios Árabes, de la que aún no he obtenido respuesta.)
Entretanto, que la denuncia de Jorge Lirola perturbe (y divida) las plácidas aguas del arabismo patrio, por tradición bienmandado, tiene algo de saludable desde mi humilde punto de vista, con independencia del fuste de las acusaciones (que será la fiscalía de Almería quien estime o no procedentes), y de la malsana y un punto frívola expectación de ver cumplido el pronóstico del denunciante de que "al menos nos divertiremos" (no todos, desde luego). Saludable, digo, porque, como reza el escudo de aquella universidad, "en la luz está la sabiduría" (y en los taquígrafos, añadiría yo, su difusión). Lástima, a propósito y para concluir, que muchas componendas, algunas de efectos tan perniciosos como la provisión irregular de una cátedra, si no más, se hagan aprovechando las sombras y ángulos muertos de las normas, y que a más de quedar impunes escapen por desidia o displicencia sin la reprobación de quienes, a pesar de los envites, aún conservan ese bien tan raro, transparente y escurridizo que es, en árabe, el agua de la cara (ماء الوجه).
Los hechos que denuncia Lirola, a mi modo de ver, responden más a los males de la universidad española en general que a los de los Estudios Árabes e Islámicos en particular (una distinción no siempre fácil de establecer, y que comporta el doble riesgo de considerar peculiar lo que es común y viceversa) y en principio son pocas las reflexiones que pueden hacerse que atañan especialmente a esta área de conocimiento. No obstante hay un par de comentarios del denunciante acerca de la aspirante a la plaza, compañera y antigua profesora suya, que me han llamado la atención, porque en ambos le achaca deficiencias que, a mi juicio (y como vengo denunciando en este blog), están a la orden del día en el gremio, hasta el punto de poder considerarse verdaderas deformaciones profesionales. En el primero de sus comentarios alude a un abuso de la traducción como práctica docente del que muchos hemos sido víctimas:
Lo que hacíamos en clase era traducir unos textos que entonces me parecían extrañísimos y que ahora sé que son de "jawass", lo que ella investigaba y publicaba. No es que quisiera aprovecharse de nuestras traducciones, pues eran más particulares todavía que los textos, dado que estábamos en una fase inicial de aprendizaje del árabe y difícilmente alcanzábamos a comprender de qué iba aquello. La verdad es que eran textos que nos quitaban las ganas de continuar con el árabe a los que estábamos empezando.Mientras que en el segundo se refiere a la osada ignorancia de la aspirante en materia de lengua árabe, al suspender a un alumno nativo:
La verdad es que a la vista del examen era para suspender a la examinadora, que no sabía que al-sawma'a significa alminar y se lo consideró mal.Insuficiencia lingüística (y por fuerza didáctica) que, en mayor o menor grado pero en cualquier caso libre de examen, afecta a un elevado porcentaje de arabistas españoles y extranjeros, y de la que no por arrojar la primera piedra se está más a cubierto.
Puesto que estas carencias, como es público y notorio, se hallan muy extendidas (debido en parte a que los tribunales de selección no pueden o no quieren penalizarlas, pero sobre todo a la propia idiosincrasia y tradición del gremio), y puesto que no hay motivo para pensar que Lirola lo ignora, ponerles nombres y apellidos sólo estaría justificado, entiendo, por serlo en grado extremo: qué duda cabe que en este "mal de muchos, consuelo de tontos" que es la situación de la enseñanza del árabe como lengua extranjera en España hay tontos, por decirlo así, con más derecho a consuelo que otros; salvo que por ese camino, el que más, el que menos, todos acabamos consolados y pagados de sí mismos, en la creencia de que no habrá de faltar nunca uno más ignorante al que señalar; al tiempo que sigue siendo posible convertirse en catedrático, titular o profesor contratado de árabe sin someterse a evaluación lingüística (y pedagógica) alguna.
Lo que necesitamos, y lamento insistir en ello por enésima vez, es algo tan sencillo como un examen y una nota, y determinar a partir de qué puntuación se está en condiciones de ocupar una plaza docente, siguiendo el modelo establecido a través de la célebre Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y la Acreditación (ANECA), o el de pruebas ya existentes, como, p. ej., las que conducen a la obtención del título de intérprete jurado, y que realiza anualmente la Oficina de Interpretación de Lenguas del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación. (Con este propósito, dicho sea de paso, solicité el pasado mes de noviembre el respaldo de la Sociedad Española de Estudios Árabes, de la que aún no he obtenido respuesta.)
Entretanto, que la denuncia de Jorge Lirola perturbe (y divida) las plácidas aguas del arabismo patrio, por tradición bienmandado, tiene algo de saludable desde mi humilde punto de vista, con independencia del fuste de las acusaciones (que será la fiscalía de Almería quien estime o no procedentes), y de la malsana y un punto frívola expectación de ver cumplido el pronóstico del denunciante de que "al menos nos divertiremos" (no todos, desde luego). Saludable, digo, porque, como reza el escudo de aquella universidad, "en la luz está la sabiduría" (y en los taquígrafos, añadiría yo, su difusión). Lástima, a propósito y para concluir, que muchas componendas, algunas de efectos tan perniciosos como la provisión irregular de una cátedra, si no más, se hagan aprovechando las sombras y ángulos muertos de las normas, y que a más de quedar impunes escapen por desidia o displicencia sin la reprobación de quienes, a pesar de los envites, aún conservan ese bien tan raro, transparente y escurridizo que es, en árabe, el agua de la cara (ماء الوجه).
2 comentarios :
Acusado de grave perturbación del servicio, de desconsideración con sus superiores y de atentar gravemente contra la dignidad de los funcionarios, el próximo 1 de noviembre entrará en vigor la sanción que las autoridades de la Universidad de Almería, con su rector a la cabeza, le han impuesto recientemente a Jorge Lirola, y que le priva durante 4 años y 3 meses del ejercicio de sus funciones y de todos los derechos inherentes a su condición.
Quienes deseen solidarizarse con el profesor Lirola pueden hacerlo a través de su correo electrónico.
El Tribunal Superior de Andalucía ha suspendido, en sentencia firme, la sanción que le habían impuesto a Jorge Lirola las autoridades de la Universidad de Almería.
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