«ولا يصحف ويحرف بفتح الميم الأولى أو بضم الحاء أو بإسقاط حرف من الحروف إلى غير ذلك من التبديل مما هو معروف»
La imagen arriba muestra un detalle del manuscrito de un tratado sobre el matrimonio y la educación de los hijos titulado مقنع المحتاج في آداب الأزواج, obra de Ahmad Ibn 'Ardun (أحمد ابن عرضون), muerto poco después de 1562-3 o en 1584, oriundo de Chauen (الشاون، شفشاون) y miembro de la tribu de los Gomara. En él, Ibn 'Ardun recuerda que Muhammad (محمد ﷺ), el nombre del Profeta, no debe adulterarse ni deformarse pronunciándolo *Mahummad o quitándole alguna de sus letras. Este pasaje, mencionado por G.S. Colin en una nota ("Muhammad-Mahomet", BSLP, XXVI, 1925, p. 109) de la que se hace eco años después Fernando de la Granja ("A propósito del nombre Muhammad y sus variantes en Occidente", Al-Andalus, 33:1, 1968, p. 231-40), es, que yo sepa, la única referencia en árabe al posible origen de las voces romances Mahoma, Mafoma, Mafomede, Mahomet, Machometus, Maometto, etc., aunque De la Granja trae a colación un pasaje del كتاب المعيار de Al-Wansharisi (الونشريسي), muerto en 1508, donde se mencionan otras dos vocalizaciones, *Mahammad y *Muhammud (pero no *Muhummud, como recoge el arabista), empleadas tal vez, dice el texto, con el objeto de preservar el nombre del Profeta o tal vez, comenta De la Granja, de distinguir a hermanos con el mismo nombre, como se hace hoy en Marruecos. De esta alternancia en tiempos más recientes, recuerda este mismo autor, hay un ejemplo en la Chrestomathie arabe de Bresnier (p. 440, con nota en la p. 480), y un claro reflejo en toda la antroponimia andalusí, donde, según los datos recogidos por Elías Terés y editados por Aguadé, Barceló y Corriente, se observan tres variantes principales: a) Mahmet, que parece tener su origen en una antigua pronunciación *Mahammad; b) Muhammad, que coincide con la forma clásica pero es la más rara; y c) *Ma/ohomad, la más habitual.La misma alternancia se aprecia ya, curiosamente, en ejemplos más antiguos, de los siglos VIII-IX, pero esta vez en griego. Aunque la mayor parte de las versiones, como señala Michel Masson ("A propos de la forme du nom de Mahomet", Bulletin de la SELEFA, 2, 2003, p. 2), respetan la vocalización original (Μωάμετ, Μωάμεθ, Μωχάμεθ, Μουάμεδ), hay otras como Μάμεδ (en Juan Damasceno, donde no obstante también se emplea Μουχάμεθ, y en Teófanes el Confesor, donde también aparece Μουάμεδ) o el ΜΑΜΕΤ / ΜΑΑΜΕΤ de estos papiros egipcios que datan de la primera y segunda décadas del siglo VIII, que podrían corroborar, aunque es difícil averiguarlo, la aparición temprana de esa forma *Mahammad, que en opinión de F. Corriente se debería a una influencia sudarábiga (y que podría deberse, en el caso de Egipto, a la importancia del elemento yemení en la ocupación del país). En un autor más tardío, como es Jorge Cedreno (s. XI), encontramos tanto Μωáμεδ (Moamedus) como Μουχοúμετ (Muchumetus).
"Mohamet razulille" (محمد رسول الله), Tultusceptrum de libro domni Metobii, Códice de Roda, 185v.
No parece así pues, dicho sea de paso, y contrariamente a lo que sostiene Abdullah Bartoll Ríus en WebIslam, que el Maozim que menciona Álvaro de Córdoba (†861) sea el origen de la voz 'Mahoma'. No en balde el mismo Álvaro, más adelante, dice:
He aquí que, en efecto, quienes se entregan a este rito designan hasta la fecha por el mismo término los días en que festejan, en el hogar, su locura por este ídolo, y dada la diversidad de la lengua árabe, que apenas difiere de la hebrea en gran parte de su vocabulario, estas fiestas se denominan igualmente Almozem.Aludiendo sin duda el árabe al-mawsim (الموسم), en lo que tiene todos los visos de ser una confusión monumental, si no una tergiversación deliberada, aunque el uso de Maozim pueda deberse también a un juego de palabras a partir del árabe 'almuecín' (المؤذن). Con todo, en autores como éste o su compañero, Eulogio de Córdoba, nunca se sabe hasta dónde llega su ignorancia del árabe y comienza, como dice Dominique Millet-Gérard, "une volonté systématique d'explication tendancieuse". Un buen ejemplo de ello es la manera en que Eulogio transcribe y traduce en su Memoriale sanctorum la fórmula árabe que suele suceder a la mención del Profeta (صلى الله عليه وسلم), al que trata regularmente de vates (vate: adivino, poeta, y más tarde, curiosamente, obispo):
"Psallat Deus super eum et saluet eum" [...]. Hoc autem genere benedictionis semper ad honorem eius utuntur: "Zalla Allah Halla Anabi ua Zallen, quod latine dicitur "Psallat Deus super prophetam et saluet eum".
Haciéndose Álvaro también eco de ella ("Psallat Deus super eum, aiunt, et saluet"), y en la que el uso del verbo latino psallo (salmodiar), del griego ψάλλω, responde más a la similitud fonética con el árabe que a una correspondencia semántica.
Todo esto viene a cuento, precisamente como el artículo de Abdullah Bartoll u este otro similar, de Muhammad Khan Durrani, de si es apropiado o no que los musulmanes hispanohablantes se refieran al Profeta como Mahoma, como hace el resto de sus conciudadanos y especialmente de cara a ellos, o si, por el contrario, es preferible que lo eviten y utilicen en su lugar una versión lo más cercana posible al original (como Muhammad), desterrando asimismo, p. ej., el uso del adjetivo 'mahometano' en favor del neologismo muhammadiano. Los argumentos en contra podrían resumirse en que la voz 'Mahoma' o bien no es una adaptación, sino una deformación adrede del original árabe con fines denigrantes, o bien lo es, pero tan alejada de éste que lo desvirtúa (no lo estarían en cambio nombres bíblicos como Abraham, Moisés, Jesús, etcétera, que sí utilizan con frecuencia los musulmanes hispanohablantes). A favor, o al menos no en contra de su uso, sólo he encontrado los que se aducen en este foro y, entre ellos, destaca la afirmación de que 'Mahoma' era utilizado por los musulmanes de habla castellana, basada en la repetición del antropónimo en el llamado Fogaje de 1495, lo cual, en realidad, sólo atestigua su uso por parte de los escribanos, no de los musulmanes mismos, y aunque fuera este último el caso, aún cabría preguntarse si la habrían utilizado también para nombrar al Profeta.La respuesta, creo yo, está en la literatura religiosa mudéjar y morisca en grafía latina (y recalco esto último porque en la aljamiada se utiliza la forma original del nombre). El segoviano Yça Gidelli, en su Breviario sunni (1462), publicado en 1853 por Gayangos como Suma de los principales mandamientos y devedemientos de la Ley y Çunna, por don Içe de Gebir, alfaquí mayor y muftí de la Aljama de Segovia, emplea la forma 'Muhamad' y otras similares. Esta misma es la que utiliza Muhammad Rabadán en su poema, Discurso de la luz y descendencia y linaje claro de nuestro caudillo y bienaventurado annabi Muhammad (1603), y entre sus homónimos, tanto Mohanmad Devera en su tratado como Muhammad Alguazir en su Apología contra los artículos de la ley cristiana (h. 1612) se decantan por las grafía de sus propios nombres, para volver al 'Muhamad' del alphaquinus segoviano en el anónimo Tratado de los dos caminos. Muy parecida debía ser la pronunciación entre los musulmanes granadinos, ya que 'Muhamed' es la equivalencia que da Pedro de Alcalá en su Vocabulista arauigo en letra castellana (1505) a la entrada "Mahoma, príncipe de los moros".
Una excepción a lo anterior es el llamado Llibre de la Çuna e Xara (1308 o 1408), donde aparecen las formas Mafomat, Mafomet, Maomet, etc., pero en este caso se trata de una obra en catalán y, curiosamente, según Wiegers, "meant to be read by Christians" (p. 60). No parece, en definitiva, que 'Mahoma' fuera la forma habitual de referirse al Profeta entre los musulmanes hispanohablantes de los siglos XV-XVII, aunque se empleara en la antroponimia. Una anécdota interesante, en este sentido, es la recomendación que se hace a los musulmanes andalusíes (in partibus infidelium...) en la llamada "fetua de Orán" (1504), conservada en árabe y en tres versiones aljamiadas, como la de Aix-en-Provence que editó J. Cantineau, que me he permitido retocar un poco, siguiendo la versión árabe, descubierta en 1951 por Mohammad Abdullah Enan (محمد عبد الله عنان): "Y si os dirán que denostéis a Muhammad, pues ellos le llaman Maomad, denostad a Maomad y tomad en voluntad que decís mal de Satanás o del Mahamad de los judíos, que es nombre de muchos de ellos" («وإن قالوا اشتموا محمداً فإنهم يقولون له مُمَد، فاشتموا مُمَداً، ناوين أنه الشيطان أو ممد اليهود فكثير بهم اسمه»).
Resumiendo, yo diría que hay indicios suficientes de que los musulmanes hispanohablantes de la época, o al menos los más leídos, no utilizaban comúnmente la palabra 'Mahoma' para referirse al anabí, sino el antropónimo árabe, pronunciado, es de suponer, en virtud de su lengua materna, como sucede en persa, turco, urdu, etcétera. Sin embargo, la actitud de mudéjares y moriscos hacia ésta como vehículo de expresión religiosa, había de ser diferente en comparación con las mencionadas, sobre todo, como señala Gerald A. Wiegers (Islamic literature in Spanish and Aljamiado, 1994, p. 205 y ss.), en la medida en que la aljamía se identificaba cada vez más con la lengua de los opresores ("lengua extraña, cual es la de estos perros cristianos", "vil y despreciable medio", se dice en un anónimo Compendio o suma breve de los dogmas y preceptos de la religión musulmana, fechado en 1602). Con todo, merece la pena citar aquí in extenso la opinión de Consuelo López-Morillas ("Language and Identity in Late Spanish Islam", Hispanic Review, 63:2, 1995, p. 207):
The situation of the Mudejares and Moriscos was, if I may be forgiven the oxymoron, doubly singular: they made up the only Islamic population in Western Europe, and the only Romance-speaking one in the Muslim world. The clash of these two singularities meant, sadly, that they were misfits everywhere. But it also provided them with a unique perspective on the intricate connections between religion and speech. Some sense of those connections, conscious or not, released in their writers a creative power to remake their mother tongue. Imperfectly as they may have practiced Islam, ignorant as many of them may have been of their own history and traditions, these last Spanish Muslims nonetheless proved themselves able both to adapt and to create, as they affirmed their cultural and religious identity through language.Para finalizar, he de advertir que con la publicación de esta entrada no pretendo en modo alguno aconsejar o desaconsejar un uso u otro (doctores tiene el islam...), ni intervenir en el debate, sino únicamente reunir elementos de juicio. Sólo cabe añadir que no hay verdaderamente constancia alguna de que la voz 'Mahoma' o cualquiera de sus variantes tuvieran en sí valor peyorativo alguno, como no parece tenerlo hoy en día, a diferencia del más reciente y despectivo 'Mojamé'. Eso explicaría tal vez por qué polemistas como Juan de Torquemada (1606) recurrían, al mencionarlo, a toda clase de epítetos injuriosos, aunque, como suele decirse, (más) sabe Dios (الله أعلم).
5 comentarios :
Assalam 'alaikum ia Antonio,
Excelente post. La recompensa del conocimiento es siempre el estímulo que provoca en los demás. Por mi parte, me suele gustar poner en castellano Muhámmad, con tilde, para no leerlo como palabra grave. En cuanto a Mahoma, tenía leído que venía del francés, Mahomet,que a su vez lo tomaba más de los turcos a las puertas de Viena que de la Tierra Santa. Entonces, como tal galicismo, tiene su encanto ("Por las barbas de Mahoma"), pero no parece útil para referirse en un tono académico a nuestro bienamado Muhámmad, que Dios exalte por él y apacigüe.
Con la protección de Alá,
وعليكم السلام ورحمة الله تعالى وبركاته يا Juan. Muchas gracias por tu comentario. Tildar la primera a de Muhámmad es sin duda un paso necesario para normalizar su uso en español. Hay quien sostiene que el grupo consonántico ›mm‹ es ajeno a nuestro idioma, pero hay varios antecedentes, justificados por una etimología latina (súmmum), griega (gamma) e incluso árabe (ommiada: "adj. perteneciente o relativo a la dinastia árabe de los Omeya").
La palabra 'Mahomet' aparece en francés mucho antes del sitio de Viena, p. ej., en el Roman de Mahomet de Alexandre du Pont (s. XIII), bajo las formas 'Mahommet', 'Mahom', etcétera.
Hojeando el Alcorán en letra de cristianos (1606), editado en 2001 por Lluis Roqué y de nuevo por Consuelo López-Morillas este mismo año, veo que su autor emplea sistemáticamente la forma "Muhamed".
Apuesto que hay cientos de miles de tesis de doctorado aprobadas por universidades de todo el mundo que están mucho menos fundadas y documentadas que esta entrada de blog. Valga este modesto summa cum laude, pues.
Gracias por el cumplido, Pablo. Lo cierto es que es un tema que da para mucho y, sobre todo, que podría aportar mucho a la naturalización del actual islam español (o del español, si se quiere, como lengua islámica, que ya lo fue en su día).
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