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Casi creo oír las críticas, basadas en principios inamovibles, que sustentaría digamos que algún profesor de un máster en traducción. Luego me pregunto a mí mismo, a bocajarro, qué me parece ver a mi admirado Mahfuz traducido, no desde el árabe, sino desde el inglés. Y vuelvo a pensar que me parece de perlas.
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Con todo, no hay necesidad de recurrir a medidas de afinidad cultural para intuir que son cuestiones de poder, y no de traductibilidad, las que determinan en primer lugar el trazado de las escalas y que haya trayectos posibles, improbables (del tipo árabe > español > inglés) e impensables. Es la glotofagia llevada a la traducción: lenguas cuyas traducciones valen por los originales (cuando no los superan o mejoran, como se ha dicho a menudo, p. ej., de las de García Gómez), frente a otras que sólo parecen cobrar sentido cuando se traducen a las primeras, cosa que llegan a asumir sus propios hablantes. Dice, por ejemplo, Malek Chebel (مالك شبيل), antropólogo argelino, refiriéndose a El collar de la paloma (طوق الحمامة) de Ibn Hazm (ابن حزم) que su título árabe:
Estaría mejor traducido como Del amor y los amantes. A decir verdad, las traducciones son superiores al original, de manera que el lector del Tawq al-hamama obtiene más placer si lo descubre en francés o en inglés que en árabe.---Malek Chebel, Diccionario del amante del Islam, Paidós, 2005, p. 197.
Superioridad que no es posible saber si se extiende también a las traducciones al italiano, español, holandés, alemán, ruso, serbocroata o polaco.
"En un mundo ideal", dice Peña en su artículo, "en el de los principios, esta versión tal vez no habría sido necesaria", dando a entender que en el real, por el contrario, sí lo es, aun cuando no cabe duda de que Alianza Editorial (con permiso de la Universidad Americana de El Cairo, que posee, como recuerda Peña, todos los derechos de traducción sobre la obra de Mahfuz) podía haberse procurado una versión directa, como la de El Cairo Nuevo (القاهرة الجديدة), de Marcelino Villegas, y Jan Aljalili (خان الخليلي), de Belén Campo. Que "el mero traducir sin escalas, directamente del original" no garantice, como aduce el autor del artículo, "siempre ni la calidad ni la fidelidad", no parece tampoco un argumento de mucho peso: a más escalas, diría yo, más oportunidades tiene el avión de estrellarse, aunque en realidad no son las rutas y las distancias, sino más bien los fallos técnicos y humanos, los que suelen provocar las mayores catástrofes, tanto en la navegación lingüística como en la aérea. En su estudio sobre La traducción literaria del árabe al español. Teoría y práctica (Madrid, 2001), Aly Tawfik Mohamed-Essawy (علي توفيق محمد عيسوي) concluye (p. 248; 252) que:
A juzgar por la cantidad de errores de traducción como consecuencia de una comprensión deficiente del TO [texto original], podemos decir que en el caso del traductor que nos ocupa estas condiciones no se han dado en los niveles óptimos en lo que se refiere a las competencias lingüísticas y culturales. Tal vez se puede buscar, sólo en parte, el origen de estas carencias en el propio sistema de enseñanza de la lengua árabe aquí en España que, hasta hace escasos años, ha estado orientado —casi de forma exclusiva— hacia manifestaciones clásicas de la lengua y cultura árabes y, en especial, al estudio de la lengua andalusí. Esto, obviamente, ha ido en detrimento de otras parcelas y manifestaciones más modernas del arabismo como pueden ser la lengua árabe moderna, las variedades dialectales [...].
En este sentido, el propio Peña (en Diccionario histórico de la traducción en España, ed. F. Lafarga y L. Pegenaute, 2009, s.v. "Mahfuz, Naguib") señala que "las rápidas traducciones y los móviles comerciales" [a raíz de la concesión del Nobel al escritor egipcio] "explican irregularidades en ciertas versiones —no siempre realizadas desde el árabe, se declare así o no—", observándose, o así me lo parece a mí, cierta relación entre calidad y lengua de partida. "Advertir si el traductor se ha servido de versiones anteriores a otras lenguas" es de hecho el tercer principio deontológico mínimo de los cinco apuntados por Peña, M. Feria y J.P. Arias en "¿Perro no come perro? Sobre la necesidad de un análisis de traducciones del árabe al español" (El papel del traductor, Salamanca, 1997, p. 143-148). "Y más aún", añaden, "en el supuesto, en ocasiones usual, de una «traducción intermediada», es decir, aquella que se sirve en mayor medida de una o varias versiones a otras lenguas que del texto original árabe"; versiones en lenguas, huelga decir, que suelen coincidir con las que sirven habitualmente de escala, principalmente francés e inglés, pese a que el español y el alemán superan al segundo en traducciones de literatura árabe si hemos de guiarnos por el célebre Index Translationum de la UNESCO, cuya base de datos incorpora, por cierto, 100 ediciones de Mahfuz en español, frente a las 62 del francés y el alemán, y las 61 del inglés (aunque bien es verdad que los datos del Reino Unido para 1990-2000, 2009 y 2010 están siendo procesados aún). Son fuentes, con todo, que hay que manejar con prudencia: véase, p. ej., el análisis de Ovidi Carbonell, según el cual en 1994 un 60% de la literatura árabe contemporánea traducida en España correspondía, de acuerdo con el Index, a obras del ubicuo Gibran Jalil Gibran (جبران خليل جبران), de las cuales sólo una mínima parte se ha traducido realmente del árabe, mientras que el porcentaje desciende al 21% si se considera el catálogo del ISBN de ese mismo año.El defecto más grave que ha causado la ausencia de una verificación adecuada se halla en las diversas pérdidas y mutilaciones que sufre el mensaje del TO, como consecuencia de no haberse traducido partes del texto árabe, bien por descuidos metodológicos o bien por omisión deliberada.
Pero poco importa, de cualquier modo, que Mahfuz se haya traducido al español más o menos que a otras lenguas. Para Peña lo que justifica traducirlo del inglés es, ante todo y por extraño que parezca, que del árabe, hasta ahora, se ha traducido mal:
Para acabar, una sugerencia a nuestras editoriales. Si hemos sacado las conclusiones adecuadas de los tres pasajes mahfuzianos traducidos, y, sobre todo, si podemos generalizar y decir que esas faltas de fidelidad son usuales en las versiones castellanas de Mahfuz, y, dado que hemos comprobado que las versiones inglesas de Johnson-Davies sí que se atienen al original, ¿por qué no comenzamos a retraducir a Mahfuz del inglés?---Salvador Peña Martín, "El maestro traicionado: interpretación mínima como propuesta ética", La traducción de literatura árabe contemporánea: antes y después de Naguib Mahfuz, U. Castilla La Mancha, 2000, p. 147.
¿No supondría eso una traición menor que la de alterar sin motivo el alcance del mensaje original?
Cabe preguntarse, y servidor lo hace, si lo que necesitamos, en lugar de traducir a Johnson-Davies, no será más bien un Johnson-Davies que traduzca al español: ese mismo "gran traductor" que anhela Peña en su artículo y que podría no ser "narrador de mérito él mismo", como no lo es el britano-canadiense, cuya trayectoria y producción, merece la pena subrayar, tampoco ha sido la de cualquier traductor del árabe al inglés. Las editoriales entretanto, tanto si se deciden por el árabe como por "una traición menor", harían bien en consultar previamente con especialistas en la materia, que alguno hay, como Salvador Peña.
1 comentarios :
Llegué aquí buscando información sobre Antolín y sus traducciones. He leído su traducción de Poemas dispersos de Kerouac (Visor), y debo decir que es de las peores traducciones que he leído en toda mi vida literaria. Cambia completamente el sentido e incluso diría que incoherencias y oposiciones a lo que realmente dice el texto original. Lo que salva al libro es que sea bilingüe... Pero ya me lo dije: más nunca pienso leer una traducción de Antolín. Creo que para traducir del inglés al español, se debe conocer la lengua inglesa, y pareciera que Antolín ni la conociera ni la entendiera.
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