El pasado 25 de abril, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) hizo pública una resolución por la que, "debido a la falta de crédito suficiente", se deja sin efecto la convocatoria de más de un centenar y medio de lectorados para el curso 2012-2013, "lo que representa", dice El País, "la mayoría de puestos del programa (211)" y, en cualquier caso, todos los que había en países árabes, veinticinco en total: Argelia (4), Egipto (4), Jordania (3), Líbano (1), Marruecos (5), Mauritania (2), Palestina (3) y Túnez (3). En cambio se mantienen los de países desarrollados o emergentes como Australia, Brasil, Canadá, China, EE.UU., e India.
En 1997, gobernando el Partido Popular, era yo lector en Túnez, y aún recuerdo cómo me sorprendió que de la convocatoria del 96 a la de aquel año la cuantía mensual de la beca ("la ayuda" según el BOE) aumentara en un 60%, como por arte de birlibirloque, pasando de 125.000 a 200.000 pesetas. Seguían pagándonos por trimestre vencido, eso sí, pero nos pagaban más al fin y al cabo. Recuerdo también la visita de Aznar a Túnez, casi un año después, y la recepción que se organizó en la residencia del embajador en Gammarth (قمرت). Eran tiempos felices... Aznar había quitado la mili y no era aún el de las Azores (aunque su gobierno ya apuntaba maneras). A punto de estrecharle la mano durante la ronda de saludos en el jardín, yo bromeaba con otra becaria que tenía a mi izquierda, barcelonesa para más señas, susurrándole que se dirigiera a él en catalán, a propósito de aquello que había dicho años antes en TV3: que lo hablaba "en círculos reducidos, no muy amplios", como el corro que formábamos... "Becarios", le comentó el embajador al aproximarse, y cuando nos saludó y se enteró por ella (encara que en castellà finalment) de que varios estábamos allí compaginando el estudio del árabe con la enseñanza del español, dijo: "Ah, eso es muy importante", o algo parecido, y continuó con la ronda.
No sabría precisar, más allá de lo obvio, de qué modo va a afectar este nuevo recorte a la enseñanza y difusión del español, y a la propia imagen de España en estos países. Son las universidades y los departamentos afectados, los propios lectores y sus colegas, quienes mejor podrán decirlo. Para mí personalmente ser lector era la fórmula ideal para continuar aprendiendo (y en muchos aspectos comenzar a hacerlo) una vez terminada la carrera. Lo fui en Túnez durante tres cursos, y uno solo en Teherán por cancelación de la plaza, tras lo cual aún quise serlo en Bagdad.
Pese a lo que alguien comentaba en El País, dudo que para ser lector jamás haya sido "imprescindible hablar árabe (y hablarlo de verdad)". No lo era en 1996, cuando bastaba con "ser licenciado en Filología" y "acreditar conocimientos de árabe, además de inglés o francés, según el país de destino", de manera que los lectorados estaban al alcance de cualquier titulado en Filología árabe (de hecho en más de una convocatoria, como en la del curso 1998/99, era requisito serlo), incluso de los menos brillantes; y tampoco parece que lo haya sido después, a juzgar por las distintas convocatorias publicadas en el BOE ("conocimientos del idioma oficial del país solicitado, o de otro habitualmente aceptado en él como de comunicación universitaria", requería la última y anteriores). De lo que no cabe duda, salvo que uno comparta la opinión del ministro Wert sobre lo que él denomina "aventuras de turismo lingüístico", es de que los lectorados eran hasta ahora la mejor oportunidad de ampliar esos imprecisos conocimientos, a la vez que se adquiría experiencia en otros terrenos, sobre todo en el de la enseñanza del español como lengua extranjera (ELE), pero también en el de la cooperación internacional, la gestión cultural, etc., como venía sucediendo ya desde los años 50 del siglo pasado:
González menciona a José Vázquez Ruiz, Julio Cortés, Primitivo Martínez Mateo, Pedro Martínez Montávez, Joaquín Vallvé, Federico Corriente, Rodolfo Gil Grimau y Julio Samsó, pero han sido muchos más los que antes o después, de un modo u otro, han tomado parte en la misma tarea. Paradójicamente serán las últimas convocatorias, de 2009 a esta parte, las primeras en reconocer como uno de los objetivos y finalidades de la subvención el de "contribuir a la formación de futuros especialistas españoles en las distintas lenguas extranjeras y a profesionales de la enseñanza del español como lengua extranjera".
Que hemos ido hacia atrás, sin embargo, parece evidente si se considera que esta suspensión sobreviene tras la desaparición en febrero de siete lectorados (sin contar los seis de Siria, cancelados por razones obvias) con respecto a la convocatoria de 2011, y tras la desaparición también de las becas MAEC-AECID del programa I-A, que permitían a licenciados y doctores españoles realizar estudios en universidades y centros árabes (ya en 2001, por cierto, otro gobierno del PP hizo algo similar); e igualmente si se atiende al hecho de que muchos centros del Instituto Cervantes en países árabes llevan años valiéndose oficiosamente de becarios españoles de paso para cubrir sus necesidades de profesorado, cuando podría hacerse de la necesidad virtud oficialmente, en forma de becas, convenios de prácticas con universidades, etc. Y qué decir del proyecto aquel de "formación de arabistas españoles" que contemplaba el Plan Nacional del Reino de España para la Alianza de Civilizaciones, aprobado en 2008, y que no pasó de ser letra muerta.
Como profesor de Lengua C en Traducción e Interpretación, raro ha sido el año que no le he recomendado a más de un alumno, interesado en continuar estudiando árabe, que solicite un lectorado. A los de esta promoción tendré que decirles que crucen los dedos y confíen en que las convocatorias se reanuden en 2013; o que actúen, si lo creen oportuno, para que la falta de crédito (si es que el problema es ése) se palíe con mejor criterio y repercuta antes en gastos mucho más (s)untuosos.
En 1997, gobernando el Partido Popular, era yo lector en Túnez, y aún recuerdo cómo me sorprendió que de la convocatoria del 96 a la de aquel año la cuantía mensual de la beca ("la ayuda" según el BOE) aumentara en un 60%, como por arte de birlibirloque, pasando de 125.000 a 200.000 pesetas. Seguían pagándonos por trimestre vencido, eso sí, pero nos pagaban más al fin y al cabo. Recuerdo también la visita de Aznar a Túnez, casi un año después, y la recepción que se organizó en la residencia del embajador en Gammarth (قمرت). Eran tiempos felices... Aznar había quitado la mili y no era aún el de las Azores (aunque su gobierno ya apuntaba maneras). A punto de estrecharle la mano durante la ronda de saludos en el jardín, yo bromeaba con otra becaria que tenía a mi izquierda, barcelonesa para más señas, susurrándole que se dirigiera a él en catalán, a propósito de aquello que había dicho años antes en TV3: que lo hablaba "en círculos reducidos, no muy amplios", como el corro que formábamos... "Becarios", le comentó el embajador al aproximarse, y cuando nos saludó y se enteró por ella (encara que en castellà finalment) de que varios estábamos allí compaginando el estudio del árabe con la enseñanza del español, dijo: "Ah, eso es muy importante", o algo parecido, y continuó con la ronda.
No sabría precisar, más allá de lo obvio, de qué modo va a afectar este nuevo recorte a la enseñanza y difusión del español, y a la propia imagen de España en estos países. Son las universidades y los departamentos afectados, los propios lectores y sus colegas, quienes mejor podrán decirlo. Para mí personalmente ser lector era la fórmula ideal para continuar aprendiendo (y en muchos aspectos comenzar a hacerlo) una vez terminada la carrera. Lo fui en Túnez durante tres cursos, y uno solo en Teherán por cancelación de la plaza, tras lo cual aún quise serlo en Bagdad.
Pese a lo que alguien comentaba en El País, dudo que para ser lector jamás haya sido "imprescindible hablar árabe (y hablarlo de verdad)". No lo era en 1996, cuando bastaba con "ser licenciado en Filología" y "acreditar conocimientos de árabe, además de inglés o francés, según el país de destino", de manera que los lectorados estaban al alcance de cualquier titulado en Filología árabe (de hecho en más de una convocatoria, como en la del curso 1998/99, era requisito serlo), incluso de los menos brillantes; y tampoco parece que lo haya sido después, a juzgar por las distintas convocatorias publicadas en el BOE ("conocimientos del idioma oficial del país solicitado, o de otro habitualmente aceptado en él como de comunicación universitaria", requería la última y anteriores). De lo que no cabe duda, salvo que uno comparta la opinión del ministro Wert sobre lo que él denomina "aventuras de turismo lingüístico", es de que los lectorados eran hasta ahora la mejor oportunidad de ampliar esos imprecisos conocimientos, a la vez que se adquiría experiencia en otros terrenos, sobre todo en el de la enseñanza del español como lengua extranjera (ELE), pero también en el de la cooperación internacional, la gestión cultural, etc., como venía sucediendo ya desde los años 50 del siglo pasado:
La figura del lector de español fue una pieza central en dicha política que no se hubiese podido llevar a cabo sin la participación de jóvenes recién licenciados que actuaron como motores de la política cultural española. Estos jóvenes, sin experiencia previa en muchos casos, tuvieron que hacer frente, no solo a la docencia del español en los centros culturales y en las universidades, sino que, además, tuvieron que desarrollar un plan de trabajo de difusión cultural a través de conferencias, exposiciones, celebración de festivales, etc. La labor desarrollada por los lectores, con escasos recursos a su disposición, supuso la puesta en contacto con una sociedad que ha contribuido a la formación de una comunidad intelectual española de consolidados arabistas.---Irene González González, "Los centros culturales en el mundo árabe: actores de la política exterior española (1954-1967)", Ayeres en discusión. Temas clave de Historia Contemporánea hoy. IX Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea, Murcia, 17, 18 y 19 de septiembre de 2008, Facultad de Letras, Universidad de Murcia, p. 17.
González menciona a José Vázquez Ruiz, Julio Cortés, Primitivo Martínez Mateo, Pedro Martínez Montávez, Joaquín Vallvé, Federico Corriente, Rodolfo Gil Grimau y Julio Samsó, pero han sido muchos más los que antes o después, de un modo u otro, han tomado parte en la misma tarea. Paradójicamente serán las últimas convocatorias, de 2009 a esta parte, las primeras en reconocer como uno de los objetivos y finalidades de la subvención el de "contribuir a la formación de futuros especialistas españoles en las distintas lenguas extranjeras y a profesionales de la enseñanza del español como lengua extranjera".
Que hemos ido hacia atrás, sin embargo, parece evidente si se considera que esta suspensión sobreviene tras la desaparición en febrero de siete lectorados (sin contar los seis de Siria, cancelados por razones obvias) con respecto a la convocatoria de 2011, y tras la desaparición también de las becas MAEC-AECID del programa I-A, que permitían a licenciados y doctores españoles realizar estudios en universidades y centros árabes (ya en 2001, por cierto, otro gobierno del PP hizo algo similar); e igualmente si se atiende al hecho de que muchos centros del Instituto Cervantes en países árabes llevan años valiéndose oficiosamente de becarios españoles de paso para cubrir sus necesidades de profesorado, cuando podría hacerse de la necesidad virtud oficialmente, en forma de becas, convenios de prácticas con universidades, etc. Y qué decir del proyecto aquel de "formación de arabistas españoles" que contemplaba el Plan Nacional del Reino de España para la Alianza de Civilizaciones, aprobado en 2008, y que no pasó de ser letra muerta.
Como profesor de Lengua C en Traducción e Interpretación, raro ha sido el año que no le he recomendado a más de un alumno, interesado en continuar estudiando árabe, que solicite un lectorado. A los de esta promoción tendré que decirles que crucen los dedos y confíen en que las convocatorias se reanuden en 2013; o que actúen, si lo creen oportuno, para que la falta de crédito (si es que el problema es ése) se palíe con mejor criterio y repercuta antes en gastos mucho más (s)untuosos.
1 comentarios :
Falta de crédito, mi estimado profesor, es lo que se alega ahora para reducir cualquier cosa. Y tanto reducir, que al final acabamos perdiendo algo muy importante. En un país donde se supone que la relación con los países árabes debería ser una premisa de nuestra política exterior. Y donde la enseñanza del árabe (tanto en las EOIs como en la Universidad)está claramente alejada de objetivos y sobre todo de metodologías dirigidas a la comunicación. Si quitamos oportunidades que en parte palían esto, como los lectorados. ¿que nos queda? Por no hablar del desconocimiento imperante entre nuestros compatriotas respecto a los árabes en general.
Y después se les llena la boca con la importancia de la enseñanza de idiomas... Yo conozco a gente licenciada en filología árabe o con 5 años de EOI, que no saben pedir la comida en un restaurante marroquí o de cualquier país árabe. Los lectorados eran una oportunidad de paliar eso. Pero bueno, supongo que los que queremos aprender cualquier idioma de verdad, más hace el que quiere que el que puede. Y con tu permiso le mando un saludo y un gesto de apoyo a mi compañera de la EOI de Málaga, Esperanza, que estaba muy ilusionada con irse un año a Jordania de lectora...
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