Lo dice hoy José María Carrascal ("periodista español de línea conservadora",
según la Wikipedia) en un burdo
ejercicio de
nosotrismo publicado en
ABC (
"El Ejército al poder"):
Lo único que sabemos es que algo ha empezado a moverse en el mundo árabe, un mundo que nos es mucho más ajeno de los [sic] que pensamos, pese a haber entre nosotros excelentes arabistas. Pero la inmensa mayoría de ellos, por no hablar ya de los enviados de prensa, toman contacto con sólo un fragmento selecto de aquella población, por lo que la idea que transmiten de ella es ínfima.
Burdo, digo, pero
interesante por su contradictoria alusión a un arabismo excelente y a la vez incapaz; incapacidad que en la formulación de Carrascal, dependiendo de cómo haya que entender aquí el adjetivo "selecto", no podemos saber si responde a una perogrullada (que nadie, ni arabista ni corresponsal, puede llegar a tener contacto con los suficientes millones de árabes como para saber "lo que quieren, sienten y piensan" —aunque pueda intentarse a través de
encuestas—) o al hecho de que, efectivamente, la "inmensa mayoría" de los arabistas raramente se codea con "campesinos analfabetos", con "gentes que viven con euro y medio al día" o con "los que tienen que emigrar a Europa".
Intuyo que Carrascal no pretende ofender a nadie (entiéndase, a ningún compatriota), ni siquiera a sus colegas, sino hacernos ver que el mundo árabe nos es, en efecto, mucho más ajeno de lo que pensamos, y que, de hecho, no puede ser de otra manera, por más que algunos de
los nuestros, los arabistas, sean excelentes en su dedicación a la entelequia. A él, en cambio, le basta con ver a los hijos y nietos de los inmigrantes árabes "mantener sus costumbres en los guetos de las ciudades europeas" para dudar de que tengan "el mismo concepto de la democracia que nosotros". Qué no descubrirá este hombre el día que hable con alguno (qué digo, con todos y cada uno) de ellos o dé rienda suelta al orientalista que hay en él.
Pero si saco a colación a Carrascal no es, obviamente, por todo aquello que duda o que dice no saber (ni él ni los demás), sino a propósito de esos arabistas excelentes que "toman contacto con sólo un fragmento selecto" de los árabes, y de otro artículo que me ha venido a la mente, antiguo ya, que publicó el corresponsal Juan Cierco en el mismo
ABC con el título
"Cordura, por favor" (26.07.2006):
Hablar por hablar. Sin conocimiento de causa. Sin vergüenza torera. Sin haber pisado nunca Oriente Próximo. Sin entender inglés. Con escasas nociones de francés. Mucho menos hebreo. Qué decir del árabe.
[...] Confieso que me asusta el nivel de los políticos, de los columnistas, de los compañeros de profesión, de los embajadores y Embajadas que te señalan con el dedo, de los pacifistas que empuñan las armas del insulto, de los arabistas que odian a los árabes, de los sesudos analistas de los centros de estudios estratégicos que con tanta estrategia apenas tienen tiempo para estudiar.
Si de todo opinan, si en todo actúan, si de todo saben como lo que saben de Oriente Próximo deberíamos echarnos a temblar.
De que el contacto lo da el idioma, y viceversa, no me cabe la menor duda. En cuanto a la cordura, va a tener razón
la etimología.