Para despedir el 2011 y recibir el nuevo año, con mis mejores deseos para quienes disfrutan de este anís moruno, una cita de hace 400 años:
[...] Por más que digan y encarezcan los aficionados a esta lengua que en espacio de tres o cuatro años se aprenderá consumadamente, parece imposible que los cristianos la podamos estudiar con tanta facilidad: pues como confiesan los mismos que esforzaban esta causa: de setenta años a esta parte, no ha habido uno bastantemente docto en esta lengua, en las letras sagradas, habiendo muchos gallardos ingenios y varones muy letrados procurado de veras el estudiarla: y Nicolao Clenardo, el que compuso el arte griega, que se inclinó a esto, con ser tan fácil en el estudio de las lenguas, le costó esta mucho trabajo y peregrinaciones, y gastó en ello la vida, sin que pudiese coger el fruto de su trabajo, pues de su tierra vino a Granada, para estudiarla de veras, y confutar esta malvada secta, y no hallando maestros a su gusto, pasó a África, y la estudió en Fez, y volviendo ya bastantemente instruido en ella, murió en la Alhambra de Granada. Pues, si para que este varón tuviese noticia de esta lengua fue necesario gastar en ello buena parte de su vida, y habiendo pasado ya tantos años no hallaba maestros idóneos; ¿cómo se estudiaría ahora con la facilidad que se representa? El P. Ignacio de las Casas, de la compañía de Jesús, que desde niño supo la lengua vulgar arábiga por el comercio que tuvo con los moros de Granada, y después toda la vida le duró el estudio y la afición a esta lengua por el grande celo que tuvo del bien de estas almas, y después la estudió en el Oriente, adonde fue por orden de la Sede Apostólica; con todo confiesa de sí que no llegaba su saber a poder escribir en esta lengua. ¿Pues cómo será posible aprenderla los demás en tres años, sino fuese ya muy bárbara y rústicamente?---Damián Fonseca, Iusta expulsión de los moriscos de España, Roma, 1612, p. 457.