Sin dejar el asunto del árabe marroquí, más conocido como la (o el) dariya (الدارجة, pronunciado الداريجة; darija en las transcripciones francesa e inglesa) y siguiendo la pista a Ahmed Reda Benchemsi (أحمد رضا بنشمسي), alguno de cuyos artículos en favor de su oficialización citaba de pasada en la entrada anterior, he llegado hasta The Program on Arab Reform and Democracy de la Stanford University, creado por el célebre "príncipe rojo" Moulay Hicham El Alaoui (مولاي هشام العلوي), primo del actual rey de Marruecos, y donde Benchemsi, tras años ejerciendo de enfant terrible de la prensa marroquí, es ahora "visiting scholar", quién sabe si a raíz de este "reportage exclusif" sobre el día a día del príncipe y su familia en EE. UU., que firma y publica en TelQuel en diciembre de 2010, y en el que no falta la referencia lingüística (p. 36): "Même dans le New Jersey", destaca el enviado especial, "la famille princière se fait un point d'honneur à parler en darija, et tient à reproduire tous les rites traditionnelles qu'elle pratiquait au Maroc", subrayándose además el carácter de "musulman assidu" del príncipe, que ocupa un puesto de investigador en dicho programa, y cuya percepción de la diglosia árabe viene expuesta en su artículo "No Picnic: The Dynamics of Culture in the Contemporary Arab World", del que una primera versión apareció, en francés, en Le Monde diplomatique de agosto de 2010, y que me parece interesante citar in extenso (p. 3-5):
"On commence à comprendre, à la télé", opina A.R. Benchemsi, "que l’arabe classique tout seul (et a fortiori le français tout seul)… ça ne marche pas, tout simplement", pero es más que previsible que, de materializarse, la estandarización y posterior oficialización del marroquí se haría a costa del primero. Contando con que la síntesis no diera lugar, salvando las distancias, a una especie de καθαρεύουσα marroquí, y con ello a una nueva diglosia (como puede suceder con el bereber, si persiste el propósito de unificar las distintas variedades presentes en el país), aún costaría creer que marroquí y francés puedan llegar a convivir en términos de bilingüismo; pero nada hay, al parecer, que objetar a esto último, aun cuando suponga, p. ej., que en Marruecos habría que continuar alfabetizándose y escolarizándose en dos idiomas (o tres, si se añade el bereber), de los cuales sólo uno, por decirlo de algún modo, abriría todas las puertas.
Dice un informe independiente elaborado para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Arab Human Development Report 2003 (AHDR), a mi juicio recargando las tintas y tomando, de nuevo, el rábano por las hojas, que "the crisis of the Arabic language is no less central and no less dangerous than the other crises facing the Arab world" (p. 122), para concluir preconizando por un lado, como hará la Fundación Zakoura Education a su manera años después (p. 125):
Vienen aquí que ni pintadas, a modo de contrapunto, las palabras de Edward Said en un artículo suyo de opinión publicado en el nº 625 (agosto de 2003) de Al-Ahram Weekly con el título "Dreams and delusions":
En el caso de Marruecos, uno de los argumentos que más suelen aducirse en favor de la oficialización del marroquí es la conveniencia de utilizarlo tanto en la enseñanza infantil (prevista ya, sin embargo, en los artículos 61 y 63 de la reformista Charte nationale d'éducation et de formation de 1999, relativos a "l'enseignement préscolaire et primaire") como en las campañas de alfabetización de adultos (cosa que ya se hace en la práctica —inevitablemente, diría yo—, con independencia de que el objetivo último sea enseñar a leer y escribir el árabe normativo). Un ejemplo de este paralogismo se encuentra en el artículo de Francisco Moscoso, "El árabe marroquí: Una lengua y no un dialecto. Educar en la lengua materna", publicado en la Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, 10, (enero-junio 2011): "De esta apuesta por la introducción de la lengua materna en la etapa educativa", infiere Moscoso sin más, "se debería de pasar al reconocimiento del árabe marroquí y del amacige como lenguas nacionales, paso previo", en su opinión, "en el caso de que hubiera voluntad política y los condicionamientos sociales cambiaran, para su inclusión como lenguas oficiales junto al árabe clásico". Baste con indicar que la nueva Constitución, aprobada en referéndum el pasado 1 de julio, ha oficializado el bereber de iure, saltándose unos cuantos pasos previos, y que el uso del árabe vernáculo en la enseñanza podría prolongarse durante años, e incluso verse reforzado, sin llegar éste a alcanzar un estatus oficial (como sucede con el francés, d'ailleurs, sin que ello le suponga menoscabo alguno). Téngase en cuenta, además, que en el lenguaje oficial, "cuando se habla de árabe", no por necesidad "se hace referencia al registro estándar o moderno, ignorando por completo el registro marroquí", como puede entender el dariyólogo (sobre todo el que parece considerar que la lengua madre del castellano es el equivalente latino del árabe clásico, lo que hace su evolución desemejante, ipso facto, de la del árabe marroquí); el subterfugio está, precisamente, en hablar de árabe (o de bereber, como es también el caso) a secas. Es dicha indefinición la que le permite a un organismo público emplear el marroquí cuando hace falta, p. ej., al Ministerio de Equipamiento y Transporte en los exámenes para obtener el permiso de conducir, aunque el Código de la Circulación (مدونة السير) propiamente dicho esté, como el resto de la legislación, sólo en árabe normativo y en francés (véase, a propósito del tecnolecto de la conducción en Marruecos, este artículo de Leila Messaoudi y su atractivo alegato a favor de un arabe fonctionnel más dinámico, con más préstamos y menos calcos).
Se equivoca, así pues, Benchemsi ("Le procès de la darija", TelQuel, 287), o yo lo entiendo así, cuando dice que no está de más "constater que le seul document officiel en marocain reste, à ce jour… le Code de la route !"; pero yerra aún más, en mi opinión, al rematar:
What is occurring in the Arab and Muslim world, then, is a kind of schizophrenic lived experience: in private, one regularly consumes the culturally profane -- via television, videos, the Internet, and popular literature, or in carefully segmented and reserved semi-public spaces; at the same time, in public, one is careful to proclaim one's Muslim identity, avoids going to a movie theater, and perhaps makes a show of religiosity by attending the mosque, sporting a beard, or wearing the veil. [...]Leyendo a Benchemsi o a Ben Abdellah, que es como firma el príncipe alauí, uno se pregunta qué hay del francés, en que ellos mismos escriben, o del inglés, cuando es el caso. La esquizofrenia, la diglosia, ¿están reservadas al árabe? Obviamente no, aunque en esta diglosia por partida doble, valga la redundancia, y ciñéndonos al Magreb, nada tiene que temer el francés ni del árabe normativo, clásico, estándar o como quiera llamársele, ni del dialectal, corriente, vulgar, etc., sino más bien al contrario: ¿acaso no está el segundo plagado de calcos, y el tercero de préstamos, del primero? En este sentido, no deja de ser llamativo que se abogue por una síntesis (exclusivamente léxica, es de suponer, y en un punto catártica) del marroquí con el normativo, con el fin de... ¿sustituir galicismos, si es que aún pueden considerarse así, por arabismos, importados o no del Medio Oriente? ¿Cabe pensar que 'electricista' deje de decirse تريسيان (del fr. électricien) en esa "langue arabe moderne" resultante de la reunión de "l'arabe écrit modernisé" y " l'arabe tel qu'il est parlé couramment par les Marocains"? ¿Y 'semestre' o 'decano'? ¿se conservarían los normativos-pero-autóctonos أسدوس / أسدس y قيدوم respectivamente, o se optaría por سميستر y دوايان? Y en el primer supuesto, ¿se diría «القيدوم ديال الكلية» o «القيدوم د لا فاك»? Cualquiera que fuera la elección, sospecho, el francés retendría su estatus como lengua aparte, como el inglés en Malta, pero con la salvedad de que allí este último está reconocido como lengua oficial (junto al maltés, que además de ser "wieħed mill-ilsna uffiċjali" es "L-ilsien Nazzjonali ta' Malta").
This schizophrenia can also be found in the attitude toward language, the fundament of culture. Historically, the ulemas have always understood the written work of the scholar as of the highest intellectual and social importance. The ironic consequence today is a constriction of Arab writing. An Arab intellectual does not write in the language he or she speaks. On this point, pan-Arab nationalism and Islamism converge. Both insist that classical Arabic, the language of the Koran (fosha), is the only legitimate language for cultural expression. For pan-Arabists, fosha is the glue of the Arab nation, for Islamists, of the ummah. This ignores, of course, the profound divergences between actual usage, and even modern standard Arabic—the language of journalism, television, academic discourse, and popular and "artistic" fiction – and the fosha, which is rarely used outside of religious schools. This paradigm also makes the novel a particularly suspicious genre, since it explores the "existential' questions of life and its meaning in ways that are doubly transgressive; the novel is not only relatively autonomous from religion, it also reinvents the Arabic language far beyond the putative limits of fosha.
This is another expression of the salafist public norm: just as one cannot question salafism as a public religious norm, one cannot question fosha as the public norm of the modern Arabic language. One can tolerate the multitude of transgressions in linguistic practice that are inevitable in real social cultural life, but one can never recognize them, within the crucially important written space, as constituting a new legitimate norm or sets of norms. Although everyone knows that strict adherence to an ancient univocal linguistic norm is impossible, everyone must nonetheless pretend that it is and refer to it as an ideal we should strive for. Thus, we have a situation where a multitude of dialects are in use throughout the Arab world, but are never recognized, respected, or codified in Arabic. In fact, the grammars of these modern Arabic dialects are always published in other languages. One could hardly imagine a more extreme example of how a religious norm can hobble our language -- preventing it from understanding itself, and modern Arabic culture as a whole.
"On commence à comprendre, à la télé", opina A.R. Benchemsi, "que l’arabe classique tout seul (et a fortiori le français tout seul)… ça ne marche pas, tout simplement", pero es más que previsible que, de materializarse, la estandarización y posterior oficialización del marroquí se haría a costa del primero. Contando con que la síntesis no diera lugar, salvando las distancias, a una especie de καθαρεύουσα marroquí, y con ello a una nueva diglosia (como puede suceder con el bereber, si persiste el propósito de unificar las distintas variedades presentes en el país), aún costaría creer que marroquí y francés puedan llegar a convivir en términos de bilingüismo; pero nada hay, al parecer, que objetar a esto último, aun cuando suponga, p. ej., que en Marruecos habría que continuar alfabetizándose y escolarizándose en dos idiomas (o tres, si se añade el bereber), de los cuales sólo uno, por decirlo de algún modo, abriría todas las puertas.
Dice un informe independiente elaborado para el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el Arab Human Development Report 2003 (AHDR), a mi juicio recargando las tintas y tomando, de nuevo, el rábano por las hojas, que "the crisis of the Arabic language is no less central and no less dangerous than the other crises facing the Arab world" (p. 122), para concluir preconizando por un lado, como hará la Fundación Zakoura Education a su manera años después (p. 125):
The gradual simplification and rationalisation of grammar leading to a median language that neither lapses into the colloquial nor replicates the rigid old structures that are difficult to use.Pero sosteniendo llamativamente, por otro, que el árabe "[...] is the bulwark against fragmentation emanating from 'Information Age Orientalists' who defend the multiplicity of Arabic dialects" (p. 126), en lo que suena, de entrada, a un intento de darle (o de que parezca que se le está dando) al árabe normativo una segunda oportunidad bajo otra apariencia, como si éste no fuera ya, o llevara camino de ser, esa lengua media; y así hasta hacer de él un monstruo de Frankestein con tal de devolverlo a la vida (p. 123-4):
In reality, strengthening the relation between the Arabic language and thought needs a concerted institutional effort by specialists in psycho-linguistics in order to reveal the relations between the characteristics of Arabic, its morphological, grammatical, lexical, and rhetorical resources, and the main functions of the brain.Y todo a pesar de que, en el sesudo diagnóstico de los autores del informe, "there is no reason to believe that the Arabic language is threatened by extinction" (p. 126).
Vienen aquí que ni pintadas, a modo de contrapunto, las palabras de Edward Said en un artículo suyo de opinión publicado en el nº 625 (agosto de 2003) de Al-Ahram Weekly con el título "Dreams and delusions":
One of the basic themes of all Orientalist discourse since the mid-19th century is that the Arabic language and the Arabs are afflicted with both a mentality and a language that has no use for reality. Many Arabs have come to believe this racist drivel, as if whole national languages like Arabic, Chinese, or English directly represent the minds of their users. [...]Donde asoma ya su postura acerca de la oportunidad de adoptar "demotic rather than Classical Arabic", rotunda y entreverada de apuntes autobiográficos en su póstumo "Living in Arabic", publicado en Al-Ahram Weekly, 677 (febrero de 2004).
The new fashion is to refer to the UNDP Report of last year as an "objective" account of Arab self-indictment. Never mind that the report, as I have pointed out, is a shallow and insufficiently reflective social science graduate student paper designed to prove that Arabs can tell the truth about themselves, and it is pretty far below the level of centuries of Arab critical writing from the time of Ibn Khaldun to the present. All that is pushed aside, as is the imperial context which the UNDP authors blithely ignore, the better perhaps to prove that their thinking is in line with American pragmatism.
Other experts often say that, as a language, Arabic is imprecise and incapable of expressing anything with real accuracy. In my opinion such observations are so ideologically mischievous as not to require argument.
Manual de alfabetización. Libro del alumno. |
Se equivoca, así pues, Benchemsi ("Le procès de la darija", TelQuel, 287), o yo lo entiendo así, cuando dice que no está de más "constater que le seul document officiel en marocain reste, à ce jour… le Code de la route !"; pero yerra aún más, en mi opinión, al rematar:
L'Etat a beau chérir la propagande officielle qui veut faire de nous, de gré ou de force, des Arabes moyen-orientaux, quand il s'agit de vie ou de mort (au volant), on ne plaisante plus.En primer lugar, al hacer pasar el árabe normativo por una importación (como pueda serlo la moda de fumar en narguile o de ver teleseries turcas), cuando menos paradójico en alguien que no se está expresando en su lengua materna, sino, de gré ou de force, en otra de importación mucho más reciente pero inocua, a lo que se ve, a efectos identitarios. Y en segundo, al obviar que la cuestión de vida o muerte a la que responde la divulgación en marroquí, ya sea del Código de la Circulación o del de la Familia, es el analfabetismo (con una tasa alrededor del 38,45% en 2006, según la ENANSD), al que sólo alude para referirse a "une poignée de grand-mères analphabètes et exclusivement berbérophones vivant dans des villages reculés et coupés du monde", que serían las únicas en todo el territorio marroquí que no entienden la dariya ("notre langue maternelle").
Raconte-moi la Moudawana: el nuevo Código de la Familia explicado en marroquí |
Quelle place faut-il accorder à la «darija» ?Sensatez que hace de Caubet, en efecto, esa "militante autorisée de la darija" que es según TelQuel, en cuanto que dicha militancia suele aparecer supeditada a su condición de lingüista, y no a la inversa. Con todo, incluso ella comete, como puede observarse, el desatino de homologar la problemática de la dariya a la del bereber, aun cuando la creación de un Haut Commissariat à l'Amazighité (Asqamu Unnig n Timmuzɣa) argelino en 1995, del IRCAM en Marruecos en 2001, y por fin la constitucionalización del amazig en Argelia, un año después, auguraban ya por sí solas el agravio comparativo, previsible, de cualquier modo, apenas se considere el distinto valor simbólico e ideológico asociado hasta ahora a uno y otro idioma, y sobre todo, el uso que los poderes públicos y fácticos hacen de la lengua como baluarte hacia dentro.
Je ne peux pas donner de conseils sur cette question, c'est à la société marocaine de décider. [...]
Certaines voix appellent à la reconnaissance de la langue maternelle. Qu'en pensez-vous?
Beaucoup de sociétés se sont construites avec une langue officielle et des langues nationales, sans rien y perdre au contraire. Le Maroc a une langue officielle : la langue arabe. On peut donc penser que les deux langues maternelles du Maroc, la darija et l'amazigh, pourraient être reconnues comme langues nationales, mais j'ai l'impression que la classe politique n'est pas encore prête, et c'est sans doute tout l'objet du présent débat, de façon sous-jacente ou à mots ouverts.
Certains appellent à la «création» d'une langue arabe moderne mêlant la langue écrite et orale. Quel est votre avis ?
Je suis plutôt pour l'évolution naturelle des langues. De plus pourquoi créer encore une langue alors que le Maroc est largement plurilingue. [...]
3 comentarios :
Véase (digo yo) de Anouk Cohen, «La langue du silence dans le Maroc urbain contemporain»: http://rhr.revues.org/7779
Eso, véase... en junio de 2015.
Y entretanto, este otro: Moha Ennaji, Multilingualism, Cultural Identity, and Education in Morocco, 2005.
Y de momento, keep on putting the blame on the language: Fouad Laroui, Le drame linguistique marocain, Casablanca, 2011.
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