Y hay así esta diferencia: que la arábiga fue lengua vulgar en España; más no fue vulgar de España, y la latina sí.---R. Selden Rose, "The «España defendida» by don Francisco de Quevedo (Conclusión)", BRAH, 69 (1916), p. 158.
Descubro gracias a un twit de Alfonso de Zamora (reencarnado en Jesús de Prado) el artículo de , y a través de éste que Quevedo (sí, el mismo que decía que la arábiga es "lengua de perros") disponía en su biblioteca privada de una Ytemolojia arauica, que no es sino el Liber secundus grammatices arabicae, sive Etymologia arabica de Peter Kirsten (Breslavia, 1610), al que Thomas Erpenius (él mismo de natural, al parecer, algo quevedesco) tenía por un payaso (nugator) ignorante, hasta el punto de considerar que tanto esta segunda parte como la tercera que completaba la obra, y que contenía una traducción de la Jurrumía (الآجرومية), no merecían, en una palabra, ser leídas, según decía en una carta suya dirigida a Isaac Casaubon en 1611:
Petrus autem Kirstenius nuper reliquos duos Grammaticae suae libros evulgavit; qui quales sint, vis uno verbo dicam? Non merentur legi. O inscitiam homines et audaciam! ne نص quidem conjugare scit, nec Alcoranum unquam legit, (quod certe scio) et tamen Grammaticam Arabicam audet edere.---Isaac Causabon, Epistolae, Rotterdam, 1709, p. 662.
Coincidiendo así, no en la forma pero sí en el fondo, con la crítica moderna de J. Fück (Die Arabischen Studien in Europa bis in den Anfang des 20. Jahrhunderts, Leipzig, 1995, p. 58-9):
Er blieb ein Dilettant, welcher die knapp bemessenen Mußestunden, die sein Beruf ihm ließ, den arabischen Studien widmete, ohne daß seine Begeisterung imstande gewesen wäre, die Unzulänglichkeiten seiner wissenschaftlichen Ausrüstung wettzumachen. Seine Arbeiten leiden daher an schweren Mängeln; in seiner Grammatik sind z. B. fast alle Zahlwörter falsch angegeben.También Quevedo, que "estudió, demás de la latina, la lengua griega, la italiana, la hebrea, la francesa y la arábiga" según el abad don Pablo Antonio de Tarsia (Vida de don Francisco de Quevedo Villegas, Madrid, 1792 —ed. príncipe de 1663—, p. 23), pasa por ser un diletante cuando dice, p. ej., que:
Ala, voz con que se nombran plumas o brazos de las aves, es del hebreo הלך que significa encima; y de ahí Alá en arábigo Dios, y de ahí ala en en castellano, o porque lleva a lo alto, o porque ella está encima; o se dice del mismo halac que es andar, porque con ellas andan los pájaros, que es el volar suyo.---R. Selden Rose, "The «España defendida» by don Francisco de Quevedo (Conclusión)", BRAH, 69 (1916), p. 146.
Con lo que autor, lector y obra quedan algo parejos.
La razón por la que Quevedo sólo contaba en su biblioteca con el segundo volumen de la obra podría hallarse en lo que parece una nota manuscrita suya, hallada en la llamada Colección Gayangos:
La nota apareció doblada a modo de marcador de página en el manuscrito RAH, Col. Gayangos, MS XL, vol. 7, que forma parte de un diccionario arábigo-latín y arábigo-español en 13 volúmenes apaisados, posiblemente del siglo XVII y según Gayangos, de "autor anónimo, aunque probablemente frayle español en Tierra Santa". Es difícil saber si la nota guarda relación con el material donde se encontró o si quedó depositada allí por casualidad. Figura en primer lugar la dirección del destinatario: "Para el Sr. Dn. Francisco Gómez de Quevedo, calle Segovia, frente (?) del Consejo de Guerra, en el mismo cuarto donde vivió el Sr. Gálvez". A continuación y de otra mano, consta "Mi Dueño y Sr., yo me equivoqué porque siendo el Primer Tomo el que me falta pedí el 2º y es aquel el que necesito. Perdone Vd. y mande a su amigo. Franco. Gomez de Quevedo".---Cristina Álvarez Millán, "El Fondo Oriental de la Real Academia de la Historia: datos sobre su formación y noticia de algunos hallazgos", En la España Medieval, 32 (2009), 359-388, 359.
No es ésta la única ocasión en que un autógrafo de Quevedo aparece junto a un texto árabe: el manuscrito XIV.E.46 de la Biblioteca Nacional de Nápoles, que incluye varias de sus composiciones poéticas, pudiendo ser él mismo uno de los copistas, contiene también "uno scritto in lingua araba" en varios folios. Quevedo había residido en Italia entre 1613 y 1619, coincidiendo, quién sabe si con Diego de Urrea, "secretario de cartas africanas y asiáticas en lengua arábiga, turquesca y pérsica del gran Sultán de España" (كاتب السر للسلطان الأعظم سلطان إسبانية في مسايل إفريقية وآسية باللسان العربي والتركي والفارسي) y antiguo catedrático de árabe en Alcalá, que pasó en Nápoles sus últimos años de vida (aunque a su muerte, probablemente en 1615, Quevedo aún estaba en Sicilia).
Cuándo y en qué circunstancias estudió árabe Quevedo, si es que lo hizo tal y como dicen sus biógrafos siguiendo a Pablo Antonio de Tarsia (que fue como él —y quizá como el propio Urrea— académico ocioso de Nápoles), es un misterio.
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