Muchos estudiantes coincidirán conmigo en que la calidad y el éxito de un curso de árabe o de cualquier otra lengua extranjera reside principalmente en el profesorado. Muchos, de hecho, tendrán experiencia de cómo un mismo curso, organizado por un mismo centro y de idéntico nivel, duración, etc., puede resultar completamente distinto en virtud de quién lo imparta. Sin embargo, son aún muchos los cursos que se publicitan, bien sin referencia alguna al profesorado, bien con vaguedades del tipo "profesorado con amplia formación y experiencia". Raro es encontrar la información que sobre su personal ofrece, sirva como ejemplo, el Centro de lengua de Casa Árabe.
Este anonimato docente puede deberse al hecho de que la mayoría de los profesores de árabe como lengua extranjera carecemos de una formación y acreditación didáctica específica que, dicho sea de paso, sólo ofrece de manera regular un puñado de centros en todo el mundo (véase la lista recopilada por Paula Santillán en 2012). Somos, por así decirlo y amén de la experiencia o el interés que hayamos puesto en formarnos por nuestra cuenta, profesores improvisados, siendo los de Escuela Oficial de Idiomas (EOI) los únicos que, al menos, han de superar una prueba de "aptitud pedagógica" y "dominio de las técnicas necesarias para el ejercicio docente" (Real Decreto 334/2004, de 27 de febrero, art.º 21) que como el resto de la oposición, además, ha de desarrollarse "en el idioma correspondiente" (art.º 20), es decir, íntegramente en árabe, todo ello a diferencia de la universidad, donde, como llevo ya tiempo denunciando, tanto en este blog como a través de una campaña ad hoc, no es necesario demostrar de un modo práctico aptitud alguna, ni lingüística ni pedagógica.
Si la universidad lleva décadas improvisando, no es de extrañar que otras instituciones o centros, en particular si su función o preocupación principal no es la educativa, hagan lo propio, con la diferencia, realmente llamativa, de que el profesorado nativo es claramente minoritario en la primera (también, me atrevería a aventurar, en las EOI) pero mayoritario en estos últimos, con lo que cualquiera podría establecer una rápida, fácil e inquietante correlación, como ya insinué en su día al abordar el grado de exigencia con que las universidades seleccionan a sus lectores, mas no tanto así a sus profesores de lenguas extranjeras, aun cuando lo prudente sería lo contrario.
En estas circunstancias, en ausencia, o ante la gran escasez al menos, de esa formación y acreditación, y dado que la enseñanza del árabe como lengua extranjera fuera de la universidad o de las EOI raramente pasa de ser una dedicación precaria y eventual, resulta impensable que ciertos estándares profesionales mínimos cundan por sí solos. Por esto mismo, pienso, no estaría de más que quienes organizan cursos de árabe pusieran algo de su parte, y es que no hay, que yo sepa, "profesorado con amplia formación y experiencia" que no tenga nombre, apellidos y un currículum de presentación. De lo contrario, habrá que pensar, o la publicidad es un tanto engañosa o, en el mejor de los casos, un tanto torpe.
Este anonimato docente puede deberse al hecho de que la mayoría de los profesores de árabe como lengua extranjera carecemos de una formación y acreditación didáctica específica que, dicho sea de paso, sólo ofrece de manera regular un puñado de centros en todo el mundo (véase la lista recopilada por Paula Santillán en 2012). Somos, por así decirlo y amén de la experiencia o el interés que hayamos puesto en formarnos por nuestra cuenta, profesores improvisados, siendo los de Escuela Oficial de Idiomas (EOI) los únicos que, al menos, han de superar una prueba de "aptitud pedagógica" y "dominio de las técnicas necesarias para el ejercicio docente" (Real Decreto 334/2004, de 27 de febrero, art.º 21) que como el resto de la oposición, además, ha de desarrollarse "en el idioma correspondiente" (art.º 20), es decir, íntegramente en árabe, todo ello a diferencia de la universidad, donde, como llevo ya tiempo denunciando, tanto en este blog como a través de una campaña ad hoc, no es necesario demostrar de un modo práctico aptitud alguna, ni lingüística ni pedagógica.
Si la universidad lleva décadas improvisando, no es de extrañar que otras instituciones o centros, en particular si su función o preocupación principal no es la educativa, hagan lo propio, con la diferencia, realmente llamativa, de que el profesorado nativo es claramente minoritario en la primera (también, me atrevería a aventurar, en las EOI) pero mayoritario en estos últimos, con lo que cualquiera podría establecer una rápida, fácil e inquietante correlación, como ya insinué en su día al abordar el grado de exigencia con que las universidades seleccionan a sus lectores, mas no tanto así a sus profesores de lenguas extranjeras, aun cuando lo prudente sería lo contrario.
En estas circunstancias, en ausencia, o ante la gran escasez al menos, de esa formación y acreditación, y dado que la enseñanza del árabe como lengua extranjera fuera de la universidad o de las EOI raramente pasa de ser una dedicación precaria y eventual, resulta impensable que ciertos estándares profesionales mínimos cundan por sí solos. Por esto mismo, pienso, no estaría de más que quienes organizan cursos de árabe pusieran algo de su parte, y es que no hay, que yo sepa, "profesorado con amplia formación y experiencia" que no tenga nombre, apellidos y un currículum de presentación. De lo contrario, habrá que pensar, o la publicidad es un tanto engañosa o, en el mejor de los casos, un tanto torpe.