17 de septiembre de 2011

Vivir para contarlo

En su blog sobre El arte de traducir, explica una antigua alumna mía, Eva María Martínez, "cómo estudiar árabe sin morir en el intento" (aunque sí desfalleciendo al final, podría añadirse, "cuando los caminos se tuercen").

Salvando alguna imprecisión, como que el libro de texto Al-Kitaab (الكتاب), utilizado masivamente en la enseñanza académica en EE. UU., ha sido concebido para cursos intensivos y hombres de negocios (?) o que el infinitivo (المصدر) del verbo 'despertarse' (استيقظ) se pronuncie "istayqād"; tópicos como que "el árabe es un idioma muy matemático", tanto más sugestivo cuanto que suele ir acompañado de una representación gramaticista y taxonómica de la lengua; o que "estás prácticamente obligado a irte a vivir a un país árabe" si quieres hablar (aun cuando en la Región de Murcia viven muchos más hablantes nativos de árabe que de inglés o francés);  salvando todo ello, digo, la entrada tiene el doble interés de no ser muchas las oportunidades que hay de saber de primera mano y sin muchos ambages qué opinan los alumnos de la enseñanza del árabe que reciben; y por otra parte, de contener algunas críticas que cualquier estudiante de árabe podría compartir, especialmente en estos comentarios de la autora:
La enseñanza de esta lengua en la universidad suele ser mediocre tirando a mala (siempre hay excepciones, por supuesto).

El árabe [...] decidí continuarlo en la universidad… aunque la enseñanza que recibimos allí me decepcionó bastante por lo que hablaba al principio del post: no hay buenos métodos y como no tengas suerte de caer con un buen profesor, las clases pueden ser un auténtico muermazo.

Efectivamente, los que queremos estudiar esta lengua dependemos absolutamente del profesorado que nos toque… yo he tenido de todo y cuando me ha tocado un profesor para peor, la verdad es que te daban ganas de dejar el idioma de lado, porque bastante complicado es él solito como para encima añadirle leña con un profesor que pone poco interés por enseñarlo.
Pero que, para desazón mía, he de admitir, no acierto a ver en qué o hasta dónde me conciernen personalmente, por aquello de que "siempre hay excepciones" (aunque no por fuerza ha de cruzarse uno con ellas, añadiría yo). Dicho lo cual, es obvio que en el mejor de los casos, como miembro del área de conocimiento responsable de la enseñanza del árabe que ha recibido esta ex alumna, algo de responsabilidad he de tener, si no es por obra, por omisión.

No sucede así con la elección del libro de texto en cuestión, de la que sí me hago responsable. También a mí Al-Kitaab me parece en algunos sentidos infumable, pero me temo que las alternativas no son muchas. Para empezar, el que Eva María considera "medio decente", El árabe contemporáneo 1 (العربية المعاصرة), publicado por el Institut Bourguiba des Langues Vivantes (معهد بورقيبة للغات الحية) de Túnez, y que yo mismo he empleado parcialmente, contradice de lleno la segunda de sus recomendaciones, porque está vocalizado profusamente, lo que no sólo habitúa a los alumnos a leer con xuclas (الشكلات), sino a pronunciar vocales que en el habla más ágil tienden a obviarse, y que además los alumnos, por efecto del vocalismo del español, tienden a abrir más de la cuenta. Prescindir de ellas no sólo no afecta, sino que puede mejorar incluso la comunicación, y les facilita, por otra parte, familiarizarse con la pronunciación dialectal. Y si es cierto que la selección del vocabulario o los escenarios puede parecer más adecuada, no lo es menos que los diálogos tienen, como los de tantas obras (en Al-Kitaab no los hay propiamente dichos), toda la artificialidad del árabe normativo empleado fuera del contexto que le es propio, aparte de ser, ésta sí, una obra concebida para unos cursos intensivos muy concretos, los de "Bourguiba School" (por los que han pasado varias generaciones de becarios españoles). Vaya esto (y el listado de universidades que han adoptado Al-Kitaab como libro de texto, que no justifica la decisión pero sí descarta que sea descabellada —"mal de todos..."—) en respuesta a "cómo se les ocurre implantar ése método en la universidad". Por otra parte, si hay algo que suelo repetir año tras año a los alumnos es que cada lengua dispone de los recursos didácticos que, generalmente por causas económicas y en menor medida políticas, puede o quiere permitirse. Los Estados árabes no parecen excesivamente interesados en promocionar su lengua oficial (ni dentro ni fuera de sus fronteras) a la manera de algunos europeos, y en los países que solemos denominar occidentales, el número de personas que la estudian es bastante reducido, aparte de que hasta no hace mucho, y seguro que aún hoy en algunos casos, la enseñanza solía girar en torno al dictado de apuntes gramaticales en la lengua del alumno, ilustrados con transcripciones y los ejemplos más extravagantes; y a la traducción de textos, por lo común medievales, sin más ayuda ni ciencia que la del diccionario, y de espaldas a cualquier posible uso comunicativo de la lengua.

En lo que respecta a esos "trucos para facilitarnos la vida hasta extremos insospechados en ciertos terrenos que muchas veces no nos enseñan", basta con hojear las 8 primeras lecciones de Al-Kitaab para comprobar que cuatro de ellos ya están ahí:
  1. La obra no contiene transcripciones, salvo quizá una o dos puntuales, aunque sí se emplean en la que le precede en dificultad, Alif Baa (ألف باء), p. ej., para elucidar la pronunciación dialectal.
  2. La vocalización desaparece a medida que el vocabulario se consolida.
  3. Y también 4, porque en realidad "esquemas" y "radicales" constituyen un único sistema morfológico de raíces y patrones (الجذور والأوزان) que se analiza en la lección 8, aunque, como indican los autores, el alumno para entonces ya ha podido observarlo en acción, al menos desde la lección 2, en que se introduce el llamado plural fracto (جمع التكسير).
Pero ninguno en el libro de Zahia Gafsi (زهية القفصي), la autora de El árabe contemporáneo 1, enteramente en árabe y destinado a un uso muy específico (los cursos del mencionado centro, un Babel de alumnos internacionales), por lo que carece de glosarios, consejos y explicaciones dirigidos al repaso y al aprendizaje autónomo, al contrario que Al-Kitaab, donde aparecen, en cada lección, en inglés.

Llegado a este punto sólo me cabe esperar que estas observaciones, de las que voy a hacer partícipe a Eva, la animen a la introspección y a profundizar para sus lectores en los detalles de su experiencia con el árabe.

7 comentarios :

Jesús dijo...

Hace poco tuve ocasión de tratar de cerca con dos alumnas de Árabe de la Complutense. La una, ya licenciada hace un año, estaba por irse a trabajar con una institución cultural española en Marruecos. Su intención era aprender francés (que no sabe) en Marruecos. Ve su futuro trabajando para el mismo tipo de instituciones en el mundo árabe. La otra, por licenciar, compartía opinión con la ya licenciada: «¿el marroquí? Eso no es árabe.» Ni la que ya está viviendo y trabajando en Marruecos ni la que estaba por licenciarse tenían la más mínima intención de aprender marroquí. Yo, con permiso de mis colegas complutenses (docentes sobre todo), me eché un suspiro, no precisamente de alivio. Ha de señalarse que la ya licenciada ha tratado y trata, como amigas íntimas, por lo menos a una docena de arabófonas patrimoniales que han cursado Filología Árabe en la Complutense.
A la vista de lo que se lee:

Creo que me pasaré al hebreo que, aunque no vocalicen, parece más asequible y fácil de VER. XDDD

Que la lengua árabe es matemática por naturaleza, ya lo descubrí hace ya un par de años cuando me tuve que aprender de memoria las 10 formas de los verbos. Parecerá una tontería, pero me he dado cuenta de que los que mejor hablan el fusha (la lengua árabe estándar), a excepción de los imames o aquellos que leen el Corán con asiduidad, son los ingenieros.

Cuando te están todo el día dando la matraca con Allah, Muhammad (PBUH) y el Corán, no puedes sino hacerte con un Corán y libros varios sobre el Islam para comparar la “verdadera religión” de la “religión de la calle”.

si decides estudiar árabe, prepárate para meterte de lleno en su cultura y su mentalidad, porque el árabe no es una lengua más, es una forma de vida
Aprender árabe no es solamente aprender la lengua. Hay que adentrarse en su forma de ver la vida, y eso pasa, necesariamente, por la religión, aunque a algunos nos pese.

Sí, una de las cosas que tiene el árabe (como cualquier lengua que tenga unos cimientos diferentes que sean poco asequibles para el cerebro) es que se olvida con una velocidad tremenda [...]Si era un graffiti, ahí podía poner cualquier cosa, e incluso estar escrito en dialectal xD.

porque como idioma para reforzar la actividad mental, no tiene precio.

Yo aprendí a base de escribir muchas veces combinaciones sin significado para memorizar los nombres de las letras, dónde iban colocados los puntos y cómo se escribía según fuera inicial, medial, final o aislada.


encuentro tu prevención («Llegado a este punto sólo me cabe esperar que estas observaciones, de las que voy a hacer partícipe a Eva, la animen a la introspección y a profundizar para sus lectores en los detalles de su experiencia con el árabe.») sumamente elegante.

Quizá lo diga en algún momento de forma más pública: de los dieciséis profesores del Departamento de Hebreo de la Complutense, doce no saben hebreo, definiendo «saber» según ya quedó dicho en otro lado. No había caído en la cuenta hasta que no hice las cuentas. El porcentaje puede aún ser más pavoroso en Salamanca. De Granada poco sé pero no creo que andemos mejor encaminados. En Barcelona, es una catástrofe aún más seria que en la Complutense.
Estamos apañados.

Anís del moro dijo...

Precisamente antes de publicar esta entrada, y de conocer la de mi ex alumna, estaba yo redactando otra que guarda cierta relación con ésta, y que saldrá en breve.

Quizá lo interesante de todo esto, y no sé si se me explico, es constatar que de poco le sirve al tren correr (o haber salido de la estación antes que el resto de los convoyes) si, desatendiendo la señalización, circula por una vía muerta y no tiene, además, quien le cambie las agujas.

Jesús dijo...

No teniendo memoria yo de ningún antepasado ferroviario (ni «filólogo» ni aun siquiera políglota), te entiendo sin embargo perfectamente. Me llegan además noticias de que las obras del AVE en Almería van fatal; problemas de presupuesto, al parecer. Como si eso fuera todo.

Jesús dijo...

La globalización, por cierto, en forma de inglés: «Muhammad (PBUH)», puede volver a constatar eso tan informativo como poco edificante del «dime de qué presumes...».

Anís del moro dijo...

Yo sí que lo tengo: uno de mis abuelos, el que "sirvió en África", era ferroviario, como el de Fanjul. De ahí tal vez que me salgan a veces estos tropos.

Para mí que la de peace be upon him ha escuchado almuédanos, como Eulogio de Córdoba (o a Sami Yusuf, quién sabe), pero no sabe dónde.

victoria dijo...

No suelo intervenir en tu blogg, aunque lo disfruto mucho. En este caso no puedo por menos, porque los comentarios proceden de una ex-alumna. Me alegra que se publiquen comentarios sobre el aprendizaje de la lengua. Es muy instructivo para todos.
Ella dice que lo que no es para nada difícil en árabe es la escritura. ¿Será un mérito mío, que le enseñé a leer y escribir? الله أعلم
Por cierto, ¿cómo se dice en árabe "ocho por cuatro, treinta y dos"? Quizá si aprendemos la tabla de multiplicar en árabe, entendamos si el árabe tiene un comportamiento más o menos matemático que el español, por ejemplo.

Anís del moro dijo...

Bienvenida en cualquier caso. زارتنا البركة. Mucho me temo que el mérito no debe ser tuyo, porque si hizo 1º en la Escuela Oficial de Idiomas, a leer y a escribir te vino ya enseñada.

"Ocho por cuatro, treinta y dos" se diría ثمانية في أربعة (تساوي) اثنان/اثنين وثلاثون/ثلاثين. Quienes tenemos a veces comportamientos matemáticos somos las personas, pero muy raras veces. Ya lo decía Ribera, el árabe muy regular, y de una "sencillez casi matemática"... "pero ocurre con esa lengua lo que con el habla de los niños que empiezan a balbucir: los entiende su madre". La identificación de los arabófonos con niños balbuceantes, en un contexto colonial, tampoco tiene desperdicio, por cierto. Queda por saber quién sería el viejo sordo y chocho del cuadro.

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